Georges
Clemenceau en La Argentina
del Centenario (1910)
del Centenario (1910)
Georges Clemenceau (1841-1929) fue una de las figura políticas más
importantes de la Tercera República francesa. Fue presidente del Consejo de
Ministros entre 1906 y 1909 y volvió a serlo en 1917 en los momentos más
críticos de la Gran Guerra. Fue uno de los ilustres invitados a las
celebraciones del centenario de la Revolución de Mayo. Como consecuencia de
ello visitó La Argentina en 1910, realizando escalas en la República Oriental
del Uruguay y la República Federativa del Brasil. Las impresiones recogidas en
el viaje fueron publicada por L'Illustration.(1)
Café
de Brasil en Brasil
“/.../, la cosecha (de
café), en cualquier momento que se escoja para hacerla, no puede dar sino
granos desigualmente propios para el consumo. Para proceder racionalmente,
sería necesario hacer muchas cosechas durante el año, pero los gastos no serían
compensados por la mejora de la calidad en cantidad de remuneración suficiente.
De aquí que la fazenda no haga en general más que una cosecha anual,
recogiendo de una vez granos de valor muy variable, desde el pequeño grano
enroscado, llamado moka, que se encuentra en todas las plantas, hasta
los granos de madurez más o menos perfecta, con destino, salga lo que salga, al
consumidor “mediano”. No quiere decir esto que el fazendero cometa la
falta de entregar al comercio una mezcla donde se confunden todas las
calidades. Después de ser secado al aire libre en grandes superficies
asfaltadas, el café se escoge en la máquina, y se obtiene así siete clases
diferentes, cuyo precio varía naturalmente con la calidad.
Por desgracia, los
negociantes demasiado finos que reciben del Brasil esta mercancía así
clasificada, no conocen una ocupación más urgente que la de combinar artificiosas
mezclas, necesariamente tan en provecho de su bolsillo como en detrimento de
nuestros paladares. ¡Misterios de Bercy(2) en lo que respecta al café! No nos
extrañemos si el precioso grano no parece aceptable a las gargantas peor
dotadas sino a condición de ser desnaturalizado por medio de la achicoria, el
higo tostado o avena tostada especialmente agradable al pueblo norteamericano.
Y lo mejor del asunto es que el café del Brasil tiene mala reputación entre los
gastrónomos franceses, que se deleitan con el “moka” de Santos. Confieso que
una de mis sorpresas en el Brasil ha sido encontrar el café común muy por
encima del que se nos da a beber en las mejores casas de París. Es una bebida
ligera, de un aroma sutil y suave, que no embaraza el estómago ni provoca la
ordinaria tensión nerviosa que da por resultado el insomnio. En los hoteles y
en las estaciones del Brasil, una taza de café es un refinamiento del placer,
tanto por la finura del gusto cuanto por el efecto tónico inmediato, mientras
que vale más no hablar de lo que se nos ofrece con el mismo nombre en los
establecimientos similares de nuestros países. Las tazas son más pequeñas
seguramente, pero no creo que un brasileño beba menos de cinco o seis al día.
Es verdad que he oído atribuir “la excitabilidad brasileña” a la intoxicación
con café. Pero haría falta saber lo que es justamente esta “excitabilidad”, y
si los países del alcohol tienen el derecho a censurar a los del café.
/.../.”
Notas y Bibliografía:
(1) 1986, Clemenceau, Georges, Notas de Viaje por América del
Sur, Buenos Aires, Hyspamérica, traducido por Miguel Ruiz.
(2) “Almacenes generales de esta mercancía en París (N. del T.).”
(3) 1986, Clemenceau, Georges, Op. Cit.,
pag. 224-225.
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