sábado, 1 de febrero de 2014

La comida de los carreteros (1729 / 1773)

José Luis Busaniche fue un notable historiador argentino. Nació en Santa Fe de la Veracruz, capital de la Provincia de Santa Fe, en 1892 y falleció en San Isidro, Provincia de Buenos Aires, en 1959. Sus obras más importantes están relacionadas con los bloqueos franco – británicos de 1838 y 1843, el papel que jugó la Provincia de Santa Fe en esas circunstancias, el Gobierno de Juan Manuel de Rosas y la construcción del federalismo argentino. En 1938 publica un libro de lecturas históricas argentinas que reedita en 1959 con el título de Estampas del Pasado.(1) Este libro ha servido de inspiración para la sección “Rescoldos del Pasado” de El Recopilador He rescatado varios textos de la colección, reproduciendo parte de las prolija referencias de Busaniche.    
El Padre Carlos Gervasoni nació en Rimini en 1692, llegó a Buenos Aires en 1728, fue profesor de la Universidad de Córdoba y falleció en Génova en 1772.(2)    
Concolorcorvo, pseudónimo de Calixto Bustamante Carlos Inca, nació en Cuzco. Publicó el libro El lazarillo de ciegos caminantes, en 1773 con pie de imprenta de Gijón. En el que describe un viaje de Buenos Aires a Lima por el Tucumán a mediados del siglo XVIII.(3) 
Las comidas de los carreteros según el Padre Gervasoni sj 1729
“/.../ Lo que me asombraba y confundía era ver cómo se lo pasan estos indios o mestizos (es decir hijos de españoles e indias) que casi todos son carreteros. Por lo general no saben que son medias ni zapatos, duermen siempre vestidos, o en tierra sobre un cuero, al sereno, o sentados en sus nichos. ¿Y la comida? Mataban por la tarde, sueltos los bueyes, uno o dos animales, lo que bastase por la tarde y el día siguiente, y todavía caliente lo desollaban. Tomaba cada uno la parte que le agradaba y, chorreando sangre, la ensartaban en un palo que clavaban en el suelo, de modo que la carne tocase la llama que estaba debajo, en el centro. Así volviéndola a un lado y otro, se la comían medio charruscada. Echaban en medio de las brasas la cabeza con pelo y cuernos, hasta que la piel reventase por el calor y entonces decían que estaba cocida. El mismo sistema observaban siempre. Por esta razón, todos los indios están dispensados por Roma de comer carne en cualquier día, porque no tienen ningún otro alimento. El mejor regalo que se les podía hacer era un pedazo de pan, que aumentaba la mesa y que tal vez no habían probado en muchos años. Su bebida habitual es agua pura, y por delicia echan adentro cierta yerba. /.../ ”(4)
Las comidas de los carreteros según Concolorcorvo 1773
“Los bueyes sólo se fatigan por el calor del sol, por lo que regularmente /las tropas de carretas/ paran a las diez del día, y cada picador, después de hecho el rodeo, que es a proporción del número de carretas, desunce sus cuatro bueyes con gran presteza y el bueyero los junta con las remudas para que coman, beban y descansen a lo menos hasta las cuatro de la tarde. En estas seis horas, poco más o menos, se hace de comer para la gente, contentándose los peones con asar mal, cada uno, un trozo de carne. Matan sus reses si hay necesidad y también dan sebo a las mazas de las ruedas, que todo ejecutan con gran velocidad. /.../.   
“A las cuatro de la tarde se da principio a caminar y se para por segunda vez el tiempo suficiente para hacer la cena, porque en caso de estar la noche clara y el camino sin estorbos, vuelven a uncir a las once de la noche y se camina hasta el amanecer, y mientras se remudan los bueyes hay tiempo para desayunarse con chocolate, mate o alguna fritanguilla ligera para los aficionados a aforrarse más sólidamente, porque a la hora se vuelve a caminar hasta las diez del día. /.../ los hombres salen a campear antes del amanecer y no vuelven hasta que el sol los apura, y muchas veces el hambre, que sacian con cuatro libras netas de carne gorda y descansada, que así llaman ellos a la que acaban de traer del monte y matan sobre la marcha /.../”(5)
Notas y Bibliografía: 
(1) 1959, Busaniche, José Luis, Estampas del pasado, lecturas de historia argentina, Buenos Aires, Hyspamérica.2
(2) 1729, Carta del Padre Gervasoni al señor Angelino Gervasoni, su hermano, en Revista de Buenos Aires, Tomo X.  
(3) 1773, Concolorcorvo, El lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires hasta Lima, Editorial de la Junta de Historia y Numismática, Buenos Aires, 1908.
(4) Busaniche, José Luis, Op. Cit., pp. 130.
(5) Idem, pp. 141-142.


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