25
a 27 de febrero de 2012
UNO
No
es original decir que Rosario ha decidido darle la cara al río. En ese sentido
se parece más a Montevideo que a Buenos Aires. Desde hace cerca de ochenta
años, Montevideo ha decidido tutearse con el río a través de las ramblas que
nacen en el puerto y, atravesando muchos kilómetros, llegan hasta Carrasco.
Las imágenes son propiedad del autor
En
Buenos Aires, en cambio, cuando se recicló el puerto, se construyó un barrio
nuevo, pero deshabitado que nos separa aún más del río.
En
Rosario, la recuperación de la relación con el río es reciente. A partir del
rediseños del puerto y de la parrilla ferroviaria, se ha cambiado totalmente el
rostro a la ciudad en los últimos años. ¿Cuántos? No lo sé, ¿diez, quince? No
muchos más. No lo sé, porque recién ahora recorro las calles en las que sólo
estuve de paso un par de veces.
Hay
algunas notas que quiero destacar:
1)
Tengo un plano viejo, debe tener más de veinte años porque el número de
teléfono de la editorial tiene siete dígitos, y otro actual. Veo en el primero
que la ciudad estaba fracturada por las playas de maniobras del Ferrocarril
Mitre y los edificios del centro de la ciudad, construidos sobre la barranca,
separados del río por la parrilla ferroviaria, los doques y el muelle. Hoy la
costanera desde el Parque Urquiza hasta el Parque Sunchales está parquizada en
un continuo peatonal lleno de centros culturales, bares, restaurantes y muelles
de pescadores. Veo también que la vieja
estación del Ferrocarril Mitre es un enorme shopping y buena parte de las
playas de maniobras un parque.
2)
Parece que en Rosario el río es un disfrute que atreviesa las distintas capas
sociales. Sobre la barranca, a pocas cuadras del Parque Nacional a la Bandera
están contruyendo un edificio de departamentos, la publicidad estática que se
fija en su empalizada vende departamentos equipado con natatorio, solarium y
río.
3)
El sábado caminamos por la costanera desde el Monumento a la Bandera hacia el
norte y pudimos verificar que los planos no mienten.
4)
El domingo, fuimos hasta el balneario La Florida, también allí el río y los
rosarinos viven en comunión. Balnearios públicos y privados, bares y
restaurantes y un paseo maravilloso, con muelle para pescadores, casi en el
extremo de la ciudad
5)
De regreso, dimos una vuelta por el shopping. Allí comprobamos que el parque
está y que el reciclado del equipamiento ferro portuario en un barrio de torres, ocupa un rincón de la ciudad al
norte del Parque Sunchales. Salvo por dos enormes torres que parecen estar
fuera de escala (¡Uy, qué sospecha!), verdaderamente ese barrio está en un
rincón, después de más de treinta cuadras de costanera. Luego viene el estadio
de Rosario Central, un área portuaria y los mencionados balnearios.
DOS
Pero
no fuimos a Rosario sólo a contemplar el paisaje urbano y verificar las
trasformaciones a partir de la cartografía comparada. Fuimos a disfrutar de los
festejos del Bicentenario de la Creación de la Bandera Nacional y a comer
pescado de río.
En
el hotel nos dieron el programa de las actividades conmemorativas que se
llevaban a cabo desde el miércoles 22 de febrero. Obviamente los actos
centrales ocurrirían el lunes 27 de febrero. No podríamos asistir a ellos
porque teníamos que estar en Buenos Aires temprano, pero el domingo a la noche
prometía buenas opciones. Recitales de música popular en distintos puntos de la
ciudad y una “Visita guiada a la vida de Belgrano”.
Este
último espectáculo fue muy interesante. Se trataba de cinco representaciones
teatrales breves que usaban como escenario distintos rincones del Monumento
Nacional a la Bandera y de los edificios y parques aledaños. Se formaron tres
grupos de espectadores que eran guíados por un locutor que realizaba una
introducción histórica en cada cuadro. Los grupos pasaban de un escenario al
otro, sin que los cuadros tuvieran que respetar un orden cronológico y
confluían en el Pasaje Juramento con una representación casi coreográfica del
éxodo jujeño. Los actores terminaban su paso y el público era invitado a
sumarse a la marcha. Sobre las escalinatas del monumento, los cuatro actores
que representaron a Belgrano dijeron unas palabras finales. El último dedicó a
la puesta a Manuel Belgrano, a sus hijos Pedro y Manuela que no pudieron
disfrutarlo como padre y los vecinos de la Villa del Rosario que lo vieron
pasar casi sin saber quién era. Dedicatoria cargada de poéticas sugerencias,
¿no? La Revolución es siempre un torbellino que arrastra a los hombres por
caminos insospechados.
A
la hora de comer pescado seguí diversas recomendaciones (entre ellas, la de
Raquel Rosemberg).(1) Fuimos a dos lugares con diversa suerte: Puerto Gaboto en
el centro de la ciudad y Parrilla Escauriza frente el balneario de La Florida.
En el primero, nos atendieron muy bien y la comida nos dejó plenamente
satisfechos (ranas a la provenzal y dorado asado con salsa vizcaina). En el
segundo, la atención no fue buena y, fuera de la boga a la parrilla, el resto
dejó mucho que desear.
Con
todo, la infrecuente experiencia de comer pescado de río es intensa. No nos
animamos a caranchar (comer directamente de la fuente en que el pescado es
servido, compartiéndola) como hacen los paisanos pescadores, pero lo
disfrutamos de todos modos. Tampoco comí surubí que, me han contado, es lo más
exquisito que se suele extraer del río. Los peces que comimos eran de criadero.
Es probable que los que se pescan directamente tengan un sabor más salvaje; sin
embargo, lo prefiero así porque las distintas especies están en riesgo de
extinción y un exceso de pesca para el consumo acabaría con ellas.
No
sé por qué no podemos acceder a esos manjares en Buenos Aires. No veo que haya
mucho más que prejuicio en la falta de interés del porteño que da por supuesto
que el pescado de río es excesivamente graso. Otra vez de espadas con el río.
Fuentes de del texto:
(1)
2011, Rosemberg, Raquel, “Rosario siempre estuvo cerca”, En El Conocedor,
Buenos Aires, N° 75, pp 106-111.
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