Me gusta cocinar, todos lo
saben, me gustan. Las reuniones familiares en casa, cocinar y disfrutar
relajados de la mesa y la sobremesa, chamuyando alegremente de giladas,
representan un placer inigualable para mí... y creo que también para los que
comparten esas comidas. María Eva y Pablo suelen expresar su satisfacción... y
yo me lo creo.
La imagen es propiedad del autor
Hay, sin embargo, otro
placer singular en mi vida, producir con más habilidad artesanal que oficio
estas recopilaciones. Fue entonces que se me ocurrió pedirle a María Eva que
nos invitara a comer en su casa con la salvedad de que ese día preparase un
plato de los que cocina a diario. Accedió y fuimos un miércoles por la noche...
difícil encontrar un día más propicio para la celebración de lo cotidiano.
Pablo la incitó a que preparara algo especial, pero Evita se mantuvo en su
compromiso y nos recibió con unos bifes a la criolla que resultaron tan
deliciosos como originales.
Días después, en una
sobremesa, pero en casa, alguien le preguntó si le gustaba cocinar. María Eva
respondió que no, que lo hacía por necesidad (agrego que me consta la
dedicación que pone), pero que no toleraba el carácter de rutina obligatoria
que la actividad le imponía... Me quedé pensando... alguien ha escrito sobre
eso... yo he leído algo sobre la rutina en la cocina.
En los días siguientes,
busqué, encontré, releí... y ahora trascribo: “La cocina, como el sexo, es
un placer. La cocina, como el sexo, cuando se hace con amor eleva el espíritu.
Pero la cocina, como el sexo, si es por obligación cotidiana, embrutece.”(1)
Sí, este era el texto de Miguel A. Román que rescaté de mi memoria gracias a
los comentarios en la mencionada sobremesa.
No puedo decir que la pluma
de Román es brillante porque este calificativo que de todos modos se acomoda
con precisión a su prosa, opacaría la profundidad de sus reflexiones. Sí puedo
decir que suele ser aguda, erudita y conmovedora. En el artículo citado en
particular, ofrece una receta muy interesante con ingredientes de rezago como
apuesta didáctica para salir de la rutina. Su fórmula se basa en promover la
capacidad creativa que la cocina puede despertar en los individuos que se ven
enfrentados con la obligación diaria. El texto adolece de un defecto, aunque,
por cierto, externo a su contextura: las vivencias que en él se exponen son
personales e intransferibles. Sin embargo, es bueno tomar nota porque este
relato bien puede hacernos reflexionar, por nuestros propios medios, en
relación con qué es esto de cocinar todos los día, arribemos a la conclusión a
la que arribemos.
Bien, dejemos las
divagaciones y volvamos a la cocina de María Eva. A ella y a Pablo les encanta
salir a comer afuera, pero sólo lo hacen los fines de semana porque si no
terminarían muy tarde todas las noches con el consabido impacto que esto
tendría en la vida laboral del día siguiente. Hay en este gesto un cuidado y
una exigencia que no sólo se refieren al descanso y a la elección de buenos
restaurantes cuando llega el fin de semana.
María Eva es muy cuidadosa,
también, con los productos que lleva a la mesa (en la receta de sus bifes a la
criolla nos cuenta cómo elige los ingredientes). Tiene un cuidado especial con
lo que le sirve a su hijo Valentino de cuatro años. Casi no compra en negocios
de delivery porque en su barrio no hay buenos (vive en Palermo, muy cerca del
Hospital de Niños). Con relación a las comidas hechas, dice: “jamás
de los jamases me da asssco! no saber qué aceite usan, quién la cocina, quién
la acomoda en las heladeras de los super, no me parece ni muy higiénica ni muy
saludable”.(2) De modo que no le queda más remedio que cocinar todos los días.
Ya en su cocina, tiene dos
estándares. Cuando Pablo viaja por trabajo, prepara cosas simples. Ella piensa
que no son propias del acto de cocinar (v. g., prepara milanesas de soja con
ensalada). Claro que preparar una ensalada forma parte del arte de la cocina, y
también elegir buenas milanesas de soja, si no la prepara uno mismo. Pero para
ella, cocinar es cocinar para su marido que no le gusta repetir platos seguidos
y demanda viandas contundentes. ¿Qué cocina en esas ocasiones? Tarta de jamón y
queso, o su variante de espinaca y jamón, acompañada de bife de lomo; empanadas;
pollo al horno con papas; fideos con pesto (no casero); carne al horno con
ensalada; milanesa de pollo; merluza al horno con limón y verduras y “deseos
que llegue el viernes para delivery de sushi.”(3)
Uno de los platos
predilectos de Pablo el el pollo al horno que María Eva sirve con distintas
guarniciones. Describe así la receta: “Compro pollo por cuartos. Pongo todo en
una fuente profunda con mucha Minerva (jugo de limón), sal y orégano. El
secreto es que se cocine a fuego bajo mínimo 40 minutos, los últimos 10 subo el
horno al máximo. Queda super blanda la carne, pero crocante y con
gusto a limón.”(4)
Cuando le pregunté cómo
aprendió a cocinar; me contestó que no sabe, que sus recetas son muy básicas y
que cree que aprendió algo viendo la tele y otro algo experimentando, lo que
supone ir inventando fórmulas y soluciones. Realmente sus afirmaciones
recuerdan las ideas de Levi Strauss sobre la cocina como método de indagación
científica, como desarrollo de un pensamiento categoremático, como una ciencia
de lo concreto.(5)
Lo
cierto es que he probado sus bifes a la criolla con arroz yamaní, y las
empanadas de carne que sirvió como entrada, y la verdad que esta idea de
reemplazar las papas por el arroz es muy creativa. “Mi cuerpo
agradecido me confirmaba que la cocina, como el sexo, con imaginación es mucho
más placentera.”(7)
Notas
y bibliografía:
(1)
2010, Román, Miguel A., “Relato, receta y reflexión”, en En casa cocina
Lúculo, leído el 26 de agosto de 2012 en
http://librodenotas.com/encasadeluculo/19026/relato-receta-y-reflexion
(2)
Correo-e de María Eva del 13 de agosto de 2012.
(3)
Correo-e de María Eva del 30 de agosto de 2012.
(4) Idem.
(5)
1997, Levi Strauss, Claude, El triángulo culinario, citado en
(6)
2005 Tobin, Jeff, “Patrimonializaciones gastronómicas: La construcción
culinaria de la nacionalidad” en AAVV, La cocina como patrimonio
(in)tangible, Primeras jornadas de patrimonio gastronómico, Buenos Aires,
Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pp. 26-46.
(7)
2010, Román, Op. Cit.
http://blogs.lanacion.com.ar/bien-verde/alimentos-organicos/feria/
ResponderEliminarTe dejo el link de estas ferias de productos orfganicos, allí podrías conocer muchas mujeres (y hombres) jóvenes que cocinan diferente, que usan productos naturales y comen sano.
Me parece un buen sitio para conseguir información
Saludos
Gracias, Cantares, por tus comentarios y por la información.
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