Este
dulce no tiene nada que ver en su preparación con nuestro dulce de leche.
Tiene, sin embargo, una afinidad de gusto y textura que permite entrever una
cierta cercanía entre las crepes de caramele y nuestro panqueque de dulce de
leche.
La imagen es propiedad del autor
Nadine
me dio la receta en Saint Maló. Ella lo prepara y se lo agrega en dosis
homeopáticas a muchos postres y a las tostadas en el desayuno. Hay un cuidado
por no ingerir demasiadas calorías en el gesto, pero hay también una actitud
que denota una cultura de la delicadeza. He visto que las crepes con caramele
no tienen la exuberancia de nuestros panqueques. No resulta extraño que así
sea. Nuestra tradición culinaria se caracteriza por la exuberancia. Basten los
ejemplos de nuestra suprema a la la maryland, si se la compara con el plato
inspirador, el pollo a la maryland o el de la pizza porteña si se la compara
con la napolitana o de la bagna cauda de nuestra Pampa Gringa con su homónima
piamontesa.
Me
pregunto si esa exuberancia guarda relación con una memoria inconsciente de la
pobreza, e incluso de la miseria, que traían los inmigrantes entre sus bultos o
con las condiciones del paisaje americano y la feracidad de su tierra. Creo que
este fenómeno puede pensarse desde ambos lugares que a la postre resultarán
complementarios. Si tomamos algún ejemplo, quedará claro la impronta de una
cultura de la pobreza en las corrientes inmigratorias. Vienen a mi memoria, en
este momento, las reflexiones sobre las tradiciones culinarias de los judíos provenientes
de la Europa Oriental que expone Ana María Shúa en su libro amable sobre la
cocina judía en La Argentina.(1) Contrario sensu, la tradición culinaria
francesa nos ha llegado desde el refinamiento tilingo de la alta burguesía que,
no dispuesta a desarrollar un refinamiento propio, decidió comprarlo hecho.
Ojeo los recetarios de comida bretona que he traído en este viaje
y advierto que, también en Francia, hay una cocina rústica y campesina.(2) Sin
embargo, de la cocina bretona sólo nos ha llegado lo que atravesó los filtros
del refinamiento nacional de los franceses. Por eso sostengo que no hay
tilinguería en el gesto delicado de Nadine, sino auténtica identidad francesa.
¿Qué cocina tendríamos si la burguesía nacional argentina hubiese escuchado las
voces de lo propio, de las que da cuenta Juana Manuela Gorriti, por ejemplo, y
hubiésemos desarrollado una escuela de alta cocina nacional como legado de la
Generación del Ochenta a fines del siglo XIX?(3)
Disfrutemos del caramele de Nadine. Es genuino y tiene identidad.
Comparemos críticamente que el intercambio y el diálogo nos enriquece, en tanto
que la compra de los paquetes cerrado nos embrutece.
Caramelo a
la manteca salada
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Fuente
(fecha)
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Nadine
(28/05/2012)
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Ingredientes
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80 g de
azúcar.
40/50 g de
manteca salada.
10 cl de
crema de leche.
Flor de
sal una pizca.
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Preparación
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1.- Colocar el azúcar en una cacerola pequeña a fuego medio (no
debe moverse o tocarse el azúcar).
2.- Calentar la crema en otro recipiente sin que llegue a
hervir.
3.- Cuando el azúcar está enteramente fundido y adquiere un
color marrón claro, se retira la cacerola del fuego y se le agrega la crema
mezclándola con el azúcar.
4.- Regresar la cacerola al fuego y agregar la manteca y la flor
de sal.
5.- Seguir mezclando hasta obtener el color y la consistencia
deseados.
6.- Se deja enfriar y se conserva en la heladera en un frasco de
vidrio.
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Notas
y referencias:
(1)
1993, Shua, Ana María, Risas y emociones de la cocina judía, Buenos
Aires, Emecé, pp. 89-91.
(2)
1984, Morand, Simone, Cuisine populaire de Bretagne, Bordeaux, Editions
Jos.
(3) Gorriti, Juana Manuela, Cocina ecléctica, Buenos Aires,
Félix Lajouane Editor (Librairie Générale), 1890. Leído el 4 de
noviembre de 2011 en http://www.biblioteca.clarin.com/pbda/miscelanea/cocina_eclectica/cocina_00indice.htm.
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