Por Guillermo
Gómez
Mi nombre es Lucineide,
nací en la épica y legendaria Villa Boas (que es para el desierto una suerte de
nueva Roma) y todo hace pensar que voy a morir por aquí nomas, mi nombre
proviene de la mixtura de los nombres Lúcia y Neide, asumiendo los significados
de la hija gloriosa e iluminada o la que nació con luz propia y glorias
acumuladas.
Y hecha mi breve
presentación lo ilustro señor extranjero: Siempre se nos enseñó que la filosofía
nació en Atenas, pero aquí en Villas Boas también ahí búhos como en aquella
remota civilización, solo que la filosofía en Goiás está en manos de nosotras,
las mal estimadas matronas.
Por otro lado, es bueno
resaltar que hacer filosofía en la plaza o a la salida de la misa es bien
complicado en Villas Boas (que es como nuestra Ágora) porque después del
improvisado simposio tenemos que ir a cocinar.
Mire señor extranjero,
los hombres aquí conservan en su pecho una unidad de ira sin igual, tienen en
sus miradas una indolencia, una suerte de lástima perpetua que los hace
enmudecer, por eso improvisar con ellos filosofía es humanamente imposible.
También creo que
nuestros maridos, si fuesen más religiosos, si fuesen instruidos en las
verdades ancestrales del cristianismo europeo, y les hicieran compartir sus inenarrables
sentimientos, serían más humanos, pero no, ellos siguen sueltos como los
rebaños, sin guías espirituales.
Dios los tiene
abandonados a nuestros hombres y los deja vegetar en una ignorancia vergonzosa,
es más, ellos al Yahvé del pueblo elegido lo han sustituido con insignificantes
supersticiones. Los de tierra adentro creen en los brujos, y en las almas suelta
de los muertos, es más, algunos usan su fe para alimentar demonios familiares. Muchos
en vez de buscar remedios de la ciencia a la hora de los desplomes, recurren a
las palabras mágicas, ¡es vergonzoso!
Criados en esta
ausencia casi total de sentimientos religiosos, ceden a sus instintos más elementales
y sólo ven con sus ojos los malos ejemplos, desde pequeños se entregan a los
placeres y a los rumores enervantes, y no se los ve a los niños jugar entre
ellos, crecen como juncos silvestres, sin alegrías e inocencias.
La juventud es más
desalentadora y angustiosa, porque cuando se excita el sexo solo buscan placeres
pasajeros e impuros para reproducirse de forma desordenada, en fin, la mayoría
de los hombres se entregan a los vicios que los embrutecen y solo piensan en
beber jugo de caña fermentado. Vea lo raras que son las uniones matrimoniales cristianas
en esta Villa Boa, las relaciones estables se dan más en el desierto gracias a
las grandes distancias. Pero digamos la verdad, el concubinato es la regla,
muchos desconocen que es una ceremonia matrimonial portuguesa y cristiana.
Es más, muchos
agricultores por su pobreza extrema, no pueden pagar una ceremonia religiosa.
De esta manera los miembros de nuestro clero no fomentan las uniones ante Yahvé,
los que nos hace sospechar de que sean realmente cristianos, nuestros
sacerdotes están obsesionados con el oro en polvo y las codicias terrenales, y
solo piensan en besarle la mano a un hombre pudiente.
Debo decir también que,
entre tantas pasiones exaltadas, los obsesivos celos, el placer negado y el
sentimiento de venganza, es muy difícil en este pueblo evitar los homicidios, y
el que esconde polvo de oro bajo su colchón, bien sabe que puede amanecer fallecido.
La falta de
eclesiásticos equipados con el libro sagrado, la ausencia de educación en una
buena fe es nuestra mayor calamidad, mire lo que paso en Ouro Preto, Minas
Gerais, donde un grupito que se regocijaba con libros de herejes franceses,
terminaron atentando contra nuestra amada reina.
Falta señor un sagrado
ministerio que es, ante mis ojos y oídos, la principal fuente de todos los
males de Goiás; y remediarlo de forma urgente me parece conveniente.
Aquí hay que establecer
grandes seminarios, quiero muchas iglesias y cantos polifónicos, muchas
campanadas tocando como en Salvador. Que el oro en polvo de los ríos sirva para
embellecer y levantar las paredes de nuestro cristiano barroco, ¡basta de
herejes! ¡Basta de impíos! con estos infieles nos embrutecimos.
Vi hasta con emoción
como en Roma nuestro Santo Padre envió para el Brasil 33 seminaristas, pero
dada nuestra lejanía, el desierto que nos separa del océano y la civilización,
ninguno vendrá para Villas Boas, es triste, es decepcionante, es desgarrador.
Para cerrar mi
monologo, dado que el señor, por miedo a la violencia deshumana de la región no
emite opinión, le voy a dar mis últimas sentencias: Aquí los hombres quedan
desamparados al calor abrazador del Sol, y el suelo en vez de dar plantas
útiles, no rodea de inútiles malezas, parece que la naturaleza humana y la
vegetación no nos favorece al no seguir los preceptos de Dios. Y dicho esto, me
retiro, porque la cocina me espera.
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