Al Padre Carlos
Bustos, fraile franciscano, en el recuerdo
A Elisa de Nucha Belgrano R (Superí y Avenida de los Incas)
A Roberto Colmenarejo, sumiller de notable
La ciudad de Córdoba de la
Nueva Andalucía, La Docta, tiene un universo de gustos populares que los
porteños apenas si entrevemos. Del mismo modo, seguramente, los cordobeses desconocen
los nuestros. Los tiempos en que la revista Hortensia nos abría una ventanita que
servía como cadena de transmisión de esas maravillas de la cultura popular, parecen
estar un poco lejanos.
Con todo, de tanto en tanto
aparecen algunas cositas. Por ejemplo, casi insensiblemente, los porteños empezamos
a llamar “crioyos” a nuestros “libritos” o, de pronto, se nos impone el consumo
de fernet con cola para celebrar reuniones con amigos y no como cura algún
malestar estomacal (efectivamente, esa era la razón por la que se bebía este
cóctel en Buenos Aires hace ya unos cuantos años). (1)
Siempre que se ofrece la
oportunidad de contar con una ventanita abierta, es el momento en que este
recopilador pregunta y escucha… entonces aparece alguna joyita.
Pusieron una sucursal de
Nucha en la esquina de casa (en el límite entre Colegiales y Belgrano R). Los
productos son buenos y la atención mejor. En una oportunidad, nos recibió una
joven simpática y agradable, luego supe que se llama Elisa. A poco de hablar
detecté en ella un leve tono que me pareció cordobés. Como hago siempre, dije
“Ud. no es porteña”… “No, soy cordobesa”.
Entonces me puse a hacer
bromas con el deseo de comer crioios con salame de ‘Ncaaativo. “Sí, me dijo, y
de tomar un prittyáu… pero en Buenos Aires no encuentro cómo”.
I
El padre Carlos, sacerdote tachero que compartía la mesa del bar con los
muchachos del barrio
¿Qué es un prittyáu? Pregunté.
Simplemente, es una mezcla de vino Toro tinto con Pritty de limón (2) fue la
respuesta sencilla y contundente. Entonces me acordé de las trampas que
tomábamos cuando éramos muy jóvenes en Villa Lugano y del querido padre Carlos
Bustos. Le conté la anécdota y Elisa se emocionó visiblemente. Ahora la
comparto con ustedes.
En los primeros años de la
década del setenta, yo frecuentaba a un grupo de amigos con los que compartía
afinidades culturales y políticas. Era un grupo de jóvenes que rondábamos los
veinte años, a los que se sumaba un señor mayor, el padre Carlos (en realidad
debía tener unos 35 años, pero para nosotros era casi un viejo).
Nos reuníamos en El Aconcagua,
un bar que se encontraba en la esquina de Murguiondo y Avenida Eva Perón
(entonces se llamaba del Trabajo, la avenida, digo). Ni bien nos sentábamos,
alguno de los muchachos pedía una trampa. Rápidamente el mozo la traía el
preciado cóctel en una jarra rústica de vidrio y lo servía en vasos del mismo
material y la misma catadura. ¿En qué consistía la trampa? Simplemente era una
mezcla que combinaba un litro de vino tinto común con uno de Coca Cola o Pepsi,
lo que hubiera.
El padre Carlos vivía en la
Villa 15, a dos o tres cuadras de allí. Junto con el padre Pedro ejercían su
sacerdocio en una capilla que estaba en el borde del barrio de emergencia.
Ambos trabajaban como taxistas. Yo veía en ellos la más pura vocación
franciscana. Pero Carlos daba un paso más, se reunía con nosotros y compartía
la trampa vespertina en El Aconcagua.
El cura hablaba con leve
acento cordobés y disfrutaba de esos encuentros. Además era cantor y
guitarrero. Lo he visto en alguna peña cantar una canción muy conocida en esa
época con la que se homenajeaba a Camilo Torres, un reconocido cura
revolucionario colombiano. Su gusto por disfrutar los placeres de la vida en la
manera precisa que establece el Eclesiastés,
lo lleva a cantar “Pateando sapos”, (3) un divertido gatito cordobés, o coplas
picarescas de murga porteña. (4)
Alguien que nos acusaba de jóvenes
vagos y borrachines, fustigaba al cura porque se juntaba con nosotros. Pero él,
haciendo referencia a su profesión evangelizadora, recordaba los párrafos
evangélicos en los que se acusaba al mismo Jesús de juntarse con publicanos y
rameras.
Lo cierto es que al cura le
gustaba compartir esas trampas con los amigos mientras ensayaba con nosotros
algún tipo de predicación. Sostenía que ese cóctel no era un invento porteño y
que él lo había conocido en Córdoba, donde los muchachos lo llamaban “chorcoy”.
Jamás encontré a un cordobés que recordara esa palabra, pero la referencia al prittyáu
me recordó esta historia y los momentos más agradables en la vida del padre
Carlos Bustos, sacerdote de la orden de San Francisco de Asís. (5)
II
Sobre el prittyáu
Suelo recurrir a dos tipos de
fuentes para componer mis escritos sobre cocina hogareña. Por un lado, los que
simplemente cocinan o comen en casa. Por el otro, los especialistas académicos.
Como confío en la sabiduría popular, a veces, la referencia erudita no alcanza
e, incluso, suele ser innecesaria (le escuché decir a Dalmiro Sáenz que los
intelectuales suelen confundir, solemos, dijo él, erudición con sabiduría).
Pero en este caso la referencia suma.
Conforme con los comentarios
de la joven que me atendió en Nucha, pensé no tenía mucho más para agregar
desde la otra perspectiva… y sin embargo, recordé el extraño caso de un erudito
sabio cordobés que suelo consultar, con mucho respeto, por cierto, cada vez que
un asunto me remite a La Docta. Se trata de Roberto Colmenarejo que no exhibe
un “guardapolvo de fino doctor”, sino su condición de laureado sumiller
internacional. (6)
Ahí nomás, a boca de jarro,
le pregunté: “¿Cómo hago un buen prittyáu en Buenos Aires?” (7)
Su
respuesta fue más que esclarecedora:
“Aquí en Córdoba la tradición es
hacerlo con vino Toro o Viñas de Balbo.
”Mezclado con gaseosa Pritty Limón.
”La proporción podría ser 1:1 o 1:2.
”Tradicionalmente se
lo prepara "comunitario", en una botella plástica cortada arriba (a
modo de gran vaso).
”O
si no en el mismo tetrabrik del vino, haciendo un "arremangado"
(abrir el tetra cortándolo completo por arriba y doblándole los bordes
superiores hacia afuera, para que no quede "filo").
”Lógicamente con mucho hielo.
”Si hay más secretos, no los conozco.”
Le
conté sobre mis experiencias con las trampas que tomaba en mi adolescencia en
Villa Lugano y de la expresión “chorcoy” que usaba el padre Carlos quien
aseguraba que ese era el verdadero nombre del cóctel. También le conté que
había dos versiones, vino tinto y Coca Cola o Pepsi y vino blanco y Fanta o
Mirinda.
Roberto completó la descripción con estas reflexiones:
“Aquí en Córdoba, a la mezcla de vino
blanco con Sprite se lo llama "rifle" o "champagne
cordobés"
”Supongo que la mezcla de vino y
gaseosas es muy antigua, casi tanto como las gaseosas. Buscando un poco, se encuentran registros de
recetas que proponen la mezcla de vinos y bebidas burbujeantes (originalmente
“seltzers” o aguas minerales de gasificación natural) en libros de coctelería
de las décadas de 1830-1840. Supongo que del agua gasificada a la gaseosa hay
un paso muy sencillo, ya que implica lo mismo pero con un determinado sabor y
bastante dulzor.
”En España se toma el
"calimoxto" que es tinto con Coca Cola
”Y también el "tinto de verano", que es vino tinto con una especie de soda endulzada que le llaman la "Casera" (por su marca más famosa). Razonando rápidamente: El sabor dulce suele gustar a la mayoría, además de enmascarar la sensación alcohólica de la bebida; y el aporte de azúcar de las gaseosa -y su sabor propio- permiten disimular pequeños defectos de los vinos económicos con los que suelen armarse estas mezclas”
Bueno,
llegué a la conclusión que es más que evidente que el prittyáu es una trampa,
pero también es un calimoxto. Los cierto es que me conseguí una Pritty limón y
una botella de Viñas de Balbo y me tomé un prittyáu en Buenos Aires, pero
sintiendo que estaba en La Docta.
Notas
y referencias:
(1) Cuando Roberto
Colmenarejo consideró el borrador de este artículo, entre otros comentarios,
expuso el siguiente relacionado con las propiedades “farmacológicas del fernet:
“¿Se tomaba en forma de trago para hacer la digestión? En mi familia se tomaba
puro para esos menesteres…”
(2) Pritty es una marca
local de gaseosas de la Provincia de Córdoba.
(3) Dos versiones de
“Pateando sapos” por los Cuatro de Córdoba: https://www.youtube.com/watch?v=cOE43D62veA
y esta otra con el Negro Álvarez https://www.youtube.com/watch?v=zaQ2S7mgvAY,
escuchadas ambas el 15 de enero de 2023.
(4) Recueros una que lo
divertía mucho: “Una vieja y un viejo / se fueron a lavar medias. / La vieja
lavó las rojas / y el viejo lavó las negras.”
(5) “Bustos, Carlos Armando.
–Sacerdote de los Franciscanos Capuchinos (estaba por ingresar en la
Fraternidad del Evangelio) (Padre Carlos de Foucaul). El Padre Carlos Bustos
trabajaba como taxista. Fue secuestrado en la calle por policías de civil
cuando se dirigía a escuchar misa en la Basílica de Pompeya, el 9 de abril de
1977. Había recibido amenazas contra su vida.” (1984, Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas,
Nunca Más, Buenos Aires, EUDEBA, 4° edición, 1998, pag. 350)
(6) 2023, Colmenarejo,
Roberto, Vinos en Córdoba, leído 16 de enero de 2023 en http://vinosencordoba.blogspot.com/.
(7) 2023, Roberto
Colmenarejo y Mario Aiscurri, intercambio de mensajes del día 6 de enero a
través de la aplicación Messenger.
a) Leído en https://nucha.com.ar/locales/ el 21 de
abril de 2023.
Nosotros, desde jóvenes, tomamos el fernet puro para solucionar los trastornos estomacales.
ResponderEliminarGracias, Oscar, por tu comentario.
EliminarTanta gente inolvidable como el padre Carlos. Gracias Mario por el relato y por el dato de los tragos cordobeses, especialmente el prittáyu, una curiosidad de nombre para mí inpronunciable.
ResponderEliminarGracias, Anónimo por el comentario entrañable.
EliminarGenial esta fórmula ! Similar a los italianos del sur , que mezclan vino tinto con rodajas de limón y azúcar . Muy refrescante . Desconocía el nombre Prittyáu
ResponderEliminarGracias, Nora, por el comentario.
EliminarMe parece que su receta italiana no tiene que ver con un cóctel con gaseosa, sino con un corte de vinos con fruta como el clericó.
Gracias, Nora, por el comentario.
EliminarMe parece que su receta italiana no tiene que ver con un cóctel con gaseosa, sino con un corte de vinos con fruta como el clericó.
Gracias Mario! Hermosa evocación! El legendario Aconcagua y el Padre Carlos! recuerdo muy bien la Capilla en el corazón de Ciudad Oculta! Y la misión de los padres franciscanos !
ResponderEliminarGracias, Anónimo por tus comentarios entrañables.
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