José Luis Busaniche fue un notable historiador argentino.
Nació en Santa Fe de la Veracruz, capital de la Provincia de Santa Fe, en 1892
y falleció en San Isidro, Provincia de Buenos Aires, en 1959. Sus obras más
importantes están relacionadas con los bloqueos franco – británicos de 1838 y
1843, el papel que jugó la Provincia de Santa Fe en esas circunstancias, el
Gobierno de Juan Manuel de Rosas y la construcción del federalismo argentino.
En 1938 publica un libro de lecturas históricas argentinas que reedita en 1959
con el título de Estampas del Pasado. (1) Este libro ha servido de inspiración para
la sección “Rescoldos del Pasado” de El Recopilador He rescatado varios textos
de la colección, reproduciendo las prolijas referencias de Busaniche.
William Mac
Cann. Hombre de negocios inglés. Vino al Río de La Plata en 1842. Recorrió las
provincias de la Confederación Argentina. Publicó dos textos importantes sobre
el país. En uno de ellos, informa a sus compatriotas sobre el estado general de
la confederación y sus perspectivas económicas (Present position of Affairs on the River Plate, 1846). En el otro,
transmite sus impresiones de viajero (Two
thousand miles’ ride through the Argentine Provinces, Londres, 1853). (2) Los
fragmentos que se exponen a continuación pertenecen a este último libro. Se
trata de registro casi etnográfico de lo que el autor denomina vida primitiva.
Su descripción así adjetivada va desde la construcción del rancho en que se
alojaba la posta hasta ciertas costumbres, como encender el fuego a la manera en
que lo hacían los indios y realizar algún tipo de práctica ritual que Mac Cann
atribuye a la influencia jesuita que estas gentes recibieron antes de la
expulsión de los padres ocurrida 80 años antes que el relato.
Vida primitiva en
una posta de la campaña entrerriana
“Al segundo día de viaje (de
Paraná a Concordia), y a poco de ponernos en marcha, por la mañana, tuvimos que
vadear un río. Para evitar que se mojaran las pistolas, las aseguré sobre la
cabeza de mi caballo e hice un atado con las ropas, echándolo a la espalda. Ya en
mitad de la corriente, las pistolas se aflojaron y el caballo se asustó tanto
con esto que apenas si pude salvar el apero y llegar salvo a la orilla, pero
completamente mojado. Por fortuna la casa de posta no se hallaba lejos y fuimos
hasta allí para secar nuestros avíos. Esta casa –o más bien cabaña o choza–
estaba habitada por un hombre ya anciano y dos hijos suyos, quienes llevaban un
género de vida el más primitivo que yo había visto hasta entonces. La choza
estaba compuesta por un armazón de madera cortada en los árboles vecinos y
recubierta de mazos de pasto, atados con lonjas de cuero. El moblaje consistía
en un cuero seco colocado sobre una especie de plataforma elevada, en un ángulo
del rancho; esto servía de asiento durante el día y de lecho durante la noche.
Los pocos utensilios domésticos eran también del orden más primitivo: una olla
de hierro, de tres patas, unas grandes calabazas donde guardaban el agua y algunas
conchas recogidas en el río que hacían de cucharas. Suspendido del techo,
colgaba un cuero, dispuesto de tal manera que servía para guardarlo todo, y en
otro lugar colgaba el esqueleto torácico de una oveja, haciendo las veces de
canasta.
A poco de llegar nosotros,
encendieron fuego y asaron un cordero. Para hacer fuego se valen de un
procedimiento muy curioso: un muchacho se procuró un trozo de palo bien seco y
poroso de unas seis pulgadas de largo, introdujo uno de las extremos entre los
pesuños de una pata de cordero, la que tomó apretándola con su mano izquierda;
asentó el otro extremo del palito sobre un trozo de madera muy dura y luego con
la cuerda de un arco restregó con rapidez el palito sobre la madera, y obtuvo
enseguida. Terminada la comida, los dos hijos del dueño de casa se pusieron de
pie y recitaron algunas oraciones, pidiendo después al padre la bendición. Esta
es una costumbre muy general en la región que estuvo antiguamente bajo la
influencia de los jesuitas. Hombres de toda edad, a veces encanecidos,
acostumbran recibir diariamente la bendición de sus padres.” (3)
Notas
y Bibliografía:
(1) 1959, Busaniche, José Luis, Estampas del pasado, lecturas de historia argentina, Tomo II,
Buenos Aires, Hyspamérica, 1986.
(2) Hay una edición en castellano, traducida por José Luis
Busaniche y Floreal Mazia, publicada en 1969 bajo el título Viaje a caballo por las provincias
argentinas. Esta versión fue reeditada en Buenos Aires por Hyspamérica en
1985.
(3) 1853, Mac Cann, William, Two
thousand miles’ ride through the Argentine Provinces, en Busaniche, José Luis, Op. Cit., Tomo II pp.
222-224.
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