sábado, 12 de diciembre de 2020

Una posta en la campaña en Entre Ríos (1848)

 

José Luis Busaniche fue un notable historiador argentino. Nació en Santa Fe de la Veracruz, capital de la Provincia de Santa Fe, en 1892 y falleció en San Isidro, Provincia de Buenos Aires, en 1959. Sus obras más importantes están relacionadas con los bloqueos franco – británicos de 1838 y 1843, el papel que jugó la Provincia de Santa Fe en esas circunstancias, el Gobierno de Juan Manuel de Rosas y la construcción del federalismo argentino. En 1938 publica un libro de lecturas históricas argentinas que reedita en 1959 con el título de Estampas del Pasado. (1) Este libro ha servido de inspiración para la sección “Rescoldos del Pasado” de El Recopilador He rescatado varios textos de la colección, reproduciendo las prolijas referencias de Busaniche.

William Mac Cann. Hombre de negocios inglés. Vino al Río de La Plata en 1842. Recorrió las provincias de la Confederación Argentina. Publicó dos textos importantes sobre el país. En uno de ellos, informa a sus compatriotas sobre el estado general de la confederación y sus perspectivas económicas (Present position of Affairs on the River Plate, 1846). En el otro, transmite sus impresiones de viajero (Two thousand miles’ ride through the Argentine Provinces, Londres, 1853). (2) Los fragmentos que se exponen a continuación pertenecen a este último libro. Se trata de registro casi etnográfico de lo que el autor denomina vida primitiva. Su descripción así adjetivada va desde la construcción del rancho en que se alojaba la posta hasta ciertas costumbres, como encender el fuego a la manera en que lo hacían los indios y realizar algún tipo de práctica ritual que Mac Cann atribuye a la influencia jesuita que estas gentes recibieron antes de la expulsión de los padres ocurrida 80 años antes que el relato.

Vida primitiva en una posta de la campaña entrerriana

“Al segundo día de viaje (de Paraná a Concordia), y a poco de ponernos en marcha, por la mañana, tuvimos que vadear un río. Para evitar que se mojaran las pistolas, las aseguré sobre la cabeza de mi caballo e hice un atado con las ropas, echándolo a la espalda. Ya en mitad de la corriente, las pistolas se aflojaron y el caballo se asustó tanto con esto que apenas si pude salvar el apero y llegar salvo a la orilla, pero completamente mojado. Por fortuna la casa de posta no se hallaba lejos y fuimos hasta allí para secar nuestros avíos. Esta casa –o más bien cabaña o choza– estaba habitada por un hombre ya anciano y dos hijos suyos, quienes llevaban un género de vida el más primitivo que yo había visto hasta entonces. La choza estaba compuesta por un armazón de madera cortada en los árboles vecinos y recubierta de mazos de pasto, atados con lonjas de cuero. El moblaje consistía en un cuero seco colocado sobre una especie de plataforma elevada, en un ángulo del rancho; esto servía de asiento durante el día y de lecho durante la noche. Los pocos utensilios domésticos eran también del orden más primitivo: una olla de hierro, de tres patas, unas grandes calabazas donde guardaban el agua y algunas conchas recogidas en el río que hacían de cucharas. Suspendido del techo, colgaba un cuero, dispuesto de tal manera que servía para guardarlo todo, y en otro lugar colgaba el esqueleto torácico de una oveja, haciendo las veces de canasta.

A poco de llegar nosotros, encendieron fuego y asaron un cordero. Para hacer fuego se valen de un procedimiento muy curioso: un muchacho se procuró un trozo de palo bien seco y poroso de unas seis pulgadas de largo, introdujo uno de las extremos entre los pesuños de una pata de cordero, la que tomó apretándola con su mano izquierda; asentó el otro extremo del palito sobre un trozo de madera muy dura y luego con la cuerda de un arco restregó con rapidez el palito sobre la madera, y obtuvo enseguida. Terminada la comida, los dos hijos del dueño de casa se pusieron de pie y recitaron algunas oraciones, pidiendo después al padre la bendición. Esta es una costumbre muy general en la región que estuvo antiguamente bajo la influencia de los jesuitas. Hombres de toda edad, a veces encanecidos, acostumbran recibir diariamente la bendición de sus padres.” (3)

Notas y Bibliografía: 

(1) 1959, Busaniche, José Luis, Estampas del pasado, lecturas de historia argentina, Tomo II, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986.

(2) Hay una edición en castellano, traducida por José Luis Busaniche y Floreal Mazia, publicada en 1969 bajo el título Viaje a caballo por las provincias argentinas. Esta versión fue reeditada en Buenos Aires por Hyspamérica en 1985.

(3) 1853, Mac Cann, William, Two thousand miles’ ride through the Argentine Provinces, en Busaniche, José Luis, Op. Cit., Tomo II pp. 222-224.

 

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