Este plato, emblemático
de Chile y de su vínculo con el mar, mereció de mi parte un trato reverente por
mucho tiempo que me impidió practicarlo.
Ya he contado las razones
en varias oportunidades.(1) Ello no me impide reiterarlo brevemente (¿me estaré
poniendo viejo?). La receta más conocida, todos lo saben, está contenida en un
poema del prestigioso poeta Pablo Neruda, venerado por mí en la adolescencia.(2)
Con esa receta, José Fernández Erro, preparó este caldillo para el grupo de
amigos que compartíamos a los veinte años. Todavía aparece con nitidez la
imagen de verlo cocinar con una cuchara de palo en la mano derecha y el libro
de las Odas Elementales abierto en la mano izquierda.
Años después, José me
invitó a su casa a comer este manjar. Ese día estaba sublime. Allí me contó que
había perfeccionado el plato usando la receta de Aída Figueroa de Insunza. Esta
nueva experiencia fortaleció mi actitud reverente hacia esta maravilla de la
gastronomía universal. Le pedí la receta y la publiqué con el mayor de los
respetos.(3)
Pasaron unos pocos años
más hasta que un ataque de racionalidad positivista me llevó a concebir la
inutilidad del rito. Entonces lo intenté y no me fue mal. Usé como base esa
receta que me pasó José, practiqué unas pocas modificaciones heréticas y le di
finalmente una forma personal que es la que practico habitualmente y expongo
abajo.
Recuerdo que cuando José
propuso, hace más de 40 años, cocinar un caldillo de congrio, la repuesta
unánime fue “caldillo, ¿de qué?”. José se limitó a decir que era un pescado y a
confirmar que tomaría la receta de Neruda… José consiguió el congrio y mi
ignorancia quedó satisfecha por la dura presencia de ese pescado de carne
blanca, blanquísima, en mi plato.
Con el tiempo, me di cuenta
de que nada cierto sabía acerca de ese pescado. Un pensamiento mágico me había
hecho pensar en que José había conseguido ese manjar chileno a partir de una rara
habilidad que le atribuía de encontrar productos exóticos en los mercados de
Buenos Aires. Algún tiempo después pude develar el misterio: la especie de
congrio del Mar de Chile que se usa en el caldillo es la misma que llamamos
abadejo en el Mar Argentino. Este hallazgo no desmiente esa rara habilidad que
José tiene para encontrar buenos productos en nuestra ciudad, pero pone el
congrio al alcance de la mano de muchos cocineros y cocineras de familia.
Agregué la receta del
fumet que aprendí en mis cursos en el Colegio de cocineros Gato Dumas. Dos
razones me impulsaron a ello: la idea de aprovechar todo el pescado y la de
entender que los caldos caseros serán siempre más sabrosos que los
industriales. Estos últimos, nos sacan de muchos apuros y son buenos por ello;
pero no se puede cocinar un caldillo de congrio, si uno tiene apuro.
Caldillo de congrio
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Fuente
(fecha)
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José
Fernández Erro, sobre la base de la receta de Aída Figueroa de Insunza.(4)
(2012)
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Ingredientes
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1
kg de congrio.
250
g de camarones.
Sal.
4
dientes de ajo.
Ají
molido.
Orégano.
Perejil.
Jugo
de limón.
3
cebollas chicas.
½
morrón colorado.
2
tomates maduros.
2
puerros.
1
zanahoria.
2
pencas de apio.
½
copa de vino blanco.
Fumet
de pescado.
200cc
de crema de leche.
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Preparación
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Fumet:
1.- Hervir por 2
minutos la cabeza y la cola del congrio, si se lo ha conseguido entero. Si
no, se utilizan las partes más cercanas a la cola de los filetes y el
espinazo, si se cuenta con él.
2.- Colar el pescado.
Retirar de la cabeza la cococha y los cachetes que, levemente saltados en
mantecas, se pueden utilizar para hacer un canapé que se consume mientras se
cocina.
3.- En una cacerola con
agua fría agregar: 1 cebolla, la zanahoria, los puerros y el apio cortados en
trozos medianos; el pescado colado y un puñadito de sal gruesa.
4.- Llevar la cacerola
a fuego. Cocinar en mijoter por 15 a 20 minutos. Colar y reservar.
Caldillo:
5.- El pescado tiene
que estar limpio y descamado. Se lo puede hacer con piel o sin ella. A mí me
gusta dejar la piel cuando tengo postas y sacarla cuando tengo filete. En el
caso de tener filete, debe cortarse en porciones de unos 100 a 120 g cada
una; utilizando, como ya se dijo, la parte cercana a la cola para el fumet.
6.- Marinar el pescado
con ajo picado, sal, orégano, ají molido y jugo de limón (doña Aída realiza
las siguiente recomendación: hay que cuidarse de no excederse con el ají porque el plato no es
picante, con el orégano porque es muy dictador y con el jugo de limón porque
no es un ceviche).
7.- Cortar la cebolla
en brunoise y el morrón en cuadrados. Pelar el tomate y cortarlo también en
brunoise.
8.- Sofreír las
cebollas con 2 dientes de ajo aplastados, sin quitarle la camisa. Salar.
9.- Cuando la cebolla
transparenta, agregar el morrón.
10.- Cuando el morrón
se ablanda un poco, agregar el tomate. Cocinar por 5 minutos.
11.- Agregar el vino
blanco y, cuando el alcohol se ha evaporado, incorporar una taza y media de
fumet. Dejar reducir un poco.
12.- 20 minutos antes
de servir, agregar el congrio con su marinada. Rectificar la sal, si es
necesario.
13.- 3 minutos antes de
servir, agregar los camarones (preferentemente crudos) y la crema de
leche.
14.- Servir en cazuelas
de barro negro de Chillán. Espolvorear con perejil picado y acompañar con
sauvignon blanc del Valle de Casablanca (si no se cuenta con él, se puede acompañar con
torronés de los Valles Calchaquíes o de La Rioja que también va muy bien).
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Ajuste
personal
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Adapté
la cantidad de ingredientes a un caldillo como plato único para cuatro
personas.
La
receta Fernández-Figueroa sostiene que la crema que se coloca al final debe
ser equivalente a 4 cucharadas. Yo le agrego bastante más, un pote de 200 cc.
En principio, lo hacía por comodidad (¿cómo aprovechar la crema sobrante?);
pero terminó gustándome como queda. De modo que elegí éste, como toque
personal. Introduzco algunas otras modificaciones mínimas que no vale la pena
consignar (ver enlace en nota (1), conduce al artículo en que la receta de
José está intacta).
Dejo
el pescado marinando entre 40 minutos y una hora (el tiempo que me lleva
prepara el fumet).
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Notas
y bibliografía:
(1) Leído
en http://elrecopiladordesabores.blogspot.com.ar/2012/03/la-severa-austeridad-castellana-jose.html
el
16 de enero de 2016.
(2) 1954,
Neruda, Pablo, “Oda al caldillo de congrio” en Odas Elementales, Buenos Aires, Losada.
(3)
Ver nota (1).
(4) 2000, Figueroa de Insunza, Aída, A la mesa con Neruda.
La primera y única vez que probé el Caldillo de Congrio fue en Santiago de Chile, hace muchos años atrás, creo que en el año 1970. Habíamos ido con mi marido a encontrarnos con una pareja conocida que, también trabajaba en turismo como mi marido. Ellos llegaron desde México y nosotros desde Buenos Aires. Comenzaron los almuerzos y las cenas en distintos lugares. Valparaíso y la sublime langosta que comí por primera vez en mi vida, más todo lo que comimos y bebimos en Santiago. Una noche, en la cual yo me sentía totalmente extenuada por todas las andanzas, la comida y sobre todo los excelentes vinos, nuestro amigo y enlace chileno, cuyo apellido era Bahamonde, toca a nuestra puerta del hotel para decirnos que estuviéramos listos para salir a cenar. Yo me rehusé y le dije a mi marido que no me sentía bien que fuera él solo, lo cual era absoluta verdad, realmente tenía muchísima resaca, yo no estaba acostumbrada a beber alcohol en esas cantidades. El amigo chileno Sr. Bahamonde me dijo, no hay problema, te pides un Caldillo de Congrio y se te pasa todo el malestar. Así que allí fuí con el resto del grupo, pedí el Caldillo de Congrio, lo comí, más que nada tomé el caldo en sí, porque no tenía apetito, y sabés que??? fue santo remedio, mi estómago revuelto y mi hígado protestando, se aquietaron casi de inmediato!!!!!. Por supuesto no comí ni bebí más nada, por lo menos por 24 hs. salvo agua!!! jajaja!
ResponderEliminarGracias, Melisa, por sus comentarios.
EliminarSu relato es sumamente interesante. Voy a sumar al caldillo a mi lista de manjares anti resaca. Allí estar junto con el valdiviano, el puchero de gallina porteño y las torrijas canarias.