23 a 26 de noviembre de 2015
Después de un
largo y trajinado viaje, llegamos a Madrid. Sólo unos días para preparar el
regreso, comparar algunos regalos y ver a Tito Durana, primo de Haydée.
I Madrid
Madrid
no es una ciudad que me atraiga especialmente. Tal vez sea porque es la ciudad de
Europa que más se parece a Buenos Aires (no sólo en el paisaje urbano, también
el tránsito crispado, las calles sucias y las peatonales atestadas de vehículos).
Tal vez sea por ese parecido que llego a ella y no me despierta una intensa expectativa
de novedades constantes que es lo que espera todo viajero de cada destino. No
lo sé. Si lo pienso desde otro lado, tal vez sea el único sitio que elegiría,
si me viera obligado a abandonar Buenos Aires.
Las imágenes pertenecen al autor
Ese
sentimiento ambivalente se ve tensado porque, en esta oportunidad, se percibe
más intensamente la crisis. Las charlas con los taxistas dejan pocas dudas al
respecto. Además, se ve un aumento significativo de la mendicidad y de personas
que duermen en la calle. Se come más caro que en Andalucía; pero si uno no sabe
elegir dónde hacerlo, puede llegar a comer mal.
Según nos dicen
muchos, el gobierno sigue tomando medidas de ajuste, después de ocho años de
practicarlas, sin que los habitantes de esta metrópoli alcancen a ver una luz
de esperanza. Contrariamente, Tito que es muy crítico de la situación, sostiene
que la caída de los ingresos de los trabajadores parece haberse amesetado y que
la clase media ya posee una perspectiva de alivio… pero la ciudad sufre y se
nota.
Nosotros, entre
tantos, decidimos recorrer un poco la ciudad que ya parece cercada por los
fríos que anticipan el invierno, y buscar algunos sitos donde disfrutar de una
buena mesa.
II Casa Labra
Llegamos
a nuestro hotel, cerca de Gran Vía y Montera, sobre el mediodía. Decidimos ir
hacia la Puerta del Sol, buscando un sitio dónde almorzar. De pronto dimos con
Casa Labra, a pocos metros de la peatonal Preciados… era el momento de no
perder la oportunidad de comer en ese sitio histórico.
Esa mañana se
presentaba bastante fresca, de modo que, en Casa Labra, pedimos unos Callos a
la madrileña. Desde luego que no tienen la reputación histórica de ser los
mejores de Madrid; pero estaban buenísimos. Los acompañamos con copas de vino
Rioja y Ribera del Duero y con la amable ambientación del local. Y, si de eso
se trata, la charla con el afable encargado del salón que nos atendió, fue un
broche a nuestra visita al establecimiento.
Es que hay
historias que se cuentan y que de tanto ser dichas y repetidas van cambiando en
sus detalles de un modo que no se alcanza a percibir. En estos casos, aunque la
distancia con la realidad llegue a ser considerable, el relato queda congelado
en una forma legendaria que suele ser reconocida como verdadera. Es lo que
ocurre con la atribución a Casa Labra de haber sido el lugar permitido para las
reuniones de socialistas en el Madrid franquista. La historia es inverosímil,
pero me ha llegado de ese modo como si de verdad sagrada se tratara.
Efectivamente, nos
cuenta el mozo, en el primer piso de la casa estuvo la sede del Partido
Socialista durante la dictadura de Primo de Rivera; pero ya en la época de
Franco, el local, con nuevos dueños, tomó un color político más oficialista…
…De
modo que hay una distancia sutil, pero importante, entre este relato y afirmar
que Casa Labra, en pleno centro de Madrid, fuera el lugar elegido por el
franquismo para ejercer una tolerancia política que se le desconoce en toda
España y en toda su historia.
III Restaurante Argentino
Por
la noche siguiente, volvimos a las andadas y, aunque no se encuentra entre mis
preferencias ir a comer a restaurantes argentinos cuando estoy fuera del país;
la oportunidad lo ameritaba. De modo que ocupamos una mesa con Tito Durana en
la parrilla De María a pocos metros de Puerta del Sol.
Hemos comido de
manera razonable empanadas y chorizo, morcilla y entrañas asadas. Todo estaba
muy bien, aunque la entraña no tuviera el gustito argentino que tiene en Buenos
Aires. Algo debe haber en las carnes, en las técnicas de cocción o en mi mente
que las hace diferentes.
La charla con
Tito fue afable y placentera, como siempre. Nos dio algunas visiones sobre la
situación que vive España con su habitual soporte de erudición y sabiduría. Fue
allí que nos dijo que la situación de la clase media profesional se había
estabilizado.
III Frustraciones en la Cava
Baja y otros hallazgos en Madrid
Martes al
mediodía, nuestro último día en la ciudad. Decidimos buscar algún restaurante
en la famosa Cava Baja. Incomprensiblemente para mí estaban todos cerrados.
Terminamos comiendo a pocos metros de esa calle, en el restaurante Capitán
Alatriste.
El edificio es
un claro exponente de lo que puede el diseño y la arquitectura. Nos sentamos a
la mesa embriagados por encontrarnos en un mesón del siglo de oro. Ante
nuestras preguntas. El mozo nos informó que el restaurante tenía sólo 10 años de
existencias y que el edificio, también. El ambiente había sido recreado con
materiales originarios del siglo XVII adquiridos en la demolición de un viejo
monasterio. Sin embargo, hay en el solar, algún resto que subsiste del siglo
XVI. El mozo nos refirió que una de las paredes del sótano se recuesta soportada
sobre los cimientos de una vieja muralla.
Medité en que el
capitán Alatriste, héroe ficcional nacido en la febril imaginación de Pérez
Reverte se merecía una taberna igualmente ficcional… sentí que era en ella
donde estábamos comiendo.
Decididos
disfrutar del montaje escenográfico, comimos con placer. Me sorprendió una
merluza a la bilbaína que pedí. No sólo estaba deliciosa (la salsa se parecía
mucho a la que llamamos vizcaína en Buenos Aires, con mucho ajo, ligeramente
ácida y sin tomates), sino que además la posta que constituía la porción era
grande. Es que se trataba de un merluzón de 5 kg, me explica el mozo afable y
diligente.
Así concluyó
nuestra morosa visita a esta ciudad que suele ser nuestra puerta de entrada y
salida. Esperando que nos convocaran para el embarque en la T1 ya sentíamos que
estábamos en Buenos Aires verdaderamente enriquecidos por ese viaje intenso.
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