Una
idea poderosa del cocinero chileno Juan Pablo Mellado, una búsqueda personal
sobre los aliños provenzales y un intercambio de opiniones con el cocinero
salteño Gonzalo Alderete Pagés me impulsaron a desarrollar una comprobación
empírica sobre el tema. El resultado no es ni científico ni exhaustivo, pero sí
llamativo y no carente de interés.
La imagen pertenece al autor
No está nada mal saber cómo condimentamos
nuestros platos los argentinos que cocinamos en casa.
I Una idea, no una teoría
El
cocinero chileno Juan Pablo Mellado conducía un programa en la señal ElGourmet
en la televisión argentina. En un episodio, vi con qué amor defendía la
identidad chilena de las machas a la parmesana. Combinar mariscos y queso, decía,
es inconcebible en la cocina italiana, pero no lo es en la chilena. En otro de sus
programas, ensayó una idea que me pareció muy fuerte: no son los productos
locales, sino los aliños los que dan identidad a un plato(1).
Entonces
recordé el concepto de “ideas poderosas” que recogí de mis lecturas de los
libros de Saymour Papert, cuando buscaba, con otros maestros de escuelas
primarias, la información necesaria para incorporar la informática en las aulas
en los tempranos años ochenta del siglo pasado(2). El concepto es sencillo. Hay
ideas que movilizan las mentes y permiten su desarrollo intelectual, su
crecimiento. Ideas que se parecen, por ese mismo poder movilizador, a las que
manipulan los científicos. Ellas pueden llevarnos o no al desarrollo de una gran
teoría; pero su importancia, según el autor sudafricano, no reside en que nos
permitan alcanzar esa meta, sino en el camino que nos proponen. Es precisamente
esa andadura la que nos alimenta.
Referencia de la imagen en (1)
La
idea de Mellado tiene para mí ese rango. No pretendo hacer una teoría de ella,
pero sí utilizarla para repensar la identidad de la cocina argentina. Veo que
quienes la piensan están muy inclinados a defender los buenos productos locales,
sin dedicarse a rescatar las experiencias culinarias propias; las que venimos experimentando
y desarrollando a través del tiempo; las que formamos con nuestra práctica
cotidiana y nos da forma desde la acción, la reflexión y la herencia recibida.
Pienso,
como Mellado, que “la materia prima no determina la nacionalidad de un plato:
si así fuera, los ñoquis con pomodoro no serían italianos, porque la papa y el
tomate son americanos. Lo que se hace con la materia prima, quiénes, cómo y
dónde lo hacen, es lo que determina la nacionalidad de esas preparaciones.”(3) Vengo
diciendo algo parecido, cuando afirmo que nadie duda de la identidad japonesa
de la tempura. Esta idea gastronómica es originaria de Portugal; sin embargo, adquirió
una fisonomía particular diferenciada y propia en Japón.
Ahora bien. ¿A qué nos referimos
cuando hablamos de aliños? Simplemente los ingredientes que usamos para agregar
sabor a una comida. En términos amplios, podemos considerar como tales tanto a
los componentes que llevan las guarniciones aromáticas con que se preparan los caldos
y fondos de cocción (v. g., la mirepoix del canon de la cocina francesa
académica o el sofrito español) hasta las hierbas y especias que se agregan
individualmente o en combinaciones específicas a distintas preparaciones (v.
g., el ajo y el perejil de la cocina provenzal o la diversidad de ingredientes
que dan identidad al chimichurri argentino). En un sentido más restringido, que
es el que uso en estas notas, se puede limitar los aliños a estos últimos
casos.
II “A la provenzal”
La
idea de Mellado rondó mi cabeza por mucho tiempo, orientando secretamente buena
parte de mis búsquedas.
En
su momento, por ejemplo, se trataba del origen de lo que en La Argentina
llamamos “provenzal”, una especie de de salsa de ajo y perejil picado mezclados
con aceite que aplicamos a un sinnúmero de recetas. Anduve despistado por las
modas del siglo XXI, en donde las finas hierbas de Provenza parecen una
combinación demasiado delicada como para formar parte del mismo acervo que
contiene la desenfrenada exuberancia del ajo y la humilde frescura del perejil.
Me propuse encontrar el origen de una supuesta malversación. Quedé satisfecho,
casi aliviado, cuando di con recetas “a la provenzal” que se parecían a las
nuestras, en viejos recetarios españoles.
Sin
embargo, sólo estaba frente a uno de los espejismos de la posmodernidad que nos
hace creer que los seres humanos podemos existir sin historia. Tuve la fortuna
de conseguir un ejemplar del libro de cocina provenzal de Reboul que fue publicado
hace poco más de un siglo(4). Allí encontré la receta de ancas de rana a la
provenzal y… ¡oh, sorpresa!, las “finas hierbas provenzales” se limitaban a ajo
y perejil picados, crudos y mezclados en aceite. ¡Ah! El autor pedía perdón por
freír las cuises de rana en aceite de oliva y sostenía que perfectamente podía
usarse manteca, sugiriendo que se podía obtener el mismo resultado… y que, si
el ajo molesta al comensal, se puede prescindir de él(5).
La búsqueda y el hallazgo fueron
verdaderamente incitantes. Nos estoy seguro que pueda afirmar que haya una
causalidad directa, pero, poco tiempo después de consultar el libro de Reboul, me
tomé el trabajo de recorrer un recetario siciliano y apuntar la cantidad de
ocurrencias de las hierbas y las especies en las recetas a los efectos de
realizar una estadística de los aliños en la cocina contemporánea de esa isla.
El resultado fue muy interesante y lo expongo abajo(6). Pero permítanme un
paréntesis. Con un poco de paciencia advertirán su pertinencia.
III Una intercambio de ideas con
Gonzalo
Durante
el fin de semana muchos cocineros, no todos, pero muchos sí, cuando perciben
que está todo en orden en el restaurante, o cuando éste está cerrado, dedican
tiempo a descasar la cabeza. Entonces aprovechan ese momento para pensar, para
reflexionar sobre su oficio, sobre su profesión.
Gonzalo
Alderete Pagés, jefe de cocina del restaurante Perón Perón, es uno de ellos. Lo
he sorprendido más de una vez con una disposición al diálogo a través de la
función que en Facebook denominan “in box”. En algunas ocasiones, me he
aprovechado personalmente de esa circunstancia, logrando aclarar algunas ideas
que deambulaban sin rumbo por mi mente.
La imagen pertenece a Gonzalo Alderete Pagés
En
medio de uno de esos intercambios, Gonzalo me dice. “Leía sobre tus escritos
sobre los Bodegones y Pietro Sorba. ¿No te llama la atención que el Argentino
promedio use cinco condimentos nomás, seis, máximo? Orégano, pimienta,
pimentón, ají y laurel. Comino, en las provincias. Siempre sufro cuando cocino
en casas de amigos, jejeje.” Yo agregué ajo y perejil a la lista y una afirmación
atrevida “No soy especialista, pero me parece que pasa con casi todas las
cocinas.”
Mi
intervención fue atrevida, pero no caprichosa, de modo que me sentí autorizado
a agregar: “Me traje un recetario de Sicilia y me puse a contar las
intervenciones de cada condimento y me encontré con que usan cuatro o cinco en
la mayoría de los casos y otros veinte sólo muy ocasionalmente.”
Se limitó
a decir “Caramba” y yo a concluir “Creo que lo que nosotros tenemos es una
vocación de absorber ideas de muchos lados y eso nos pone en situación de
enfrentarnos con un universo de posibilidades. Por un lado, es bueno porque nos
enriquece, pero por el otro es también un espejismo.”(7) La conversación siguió
por otros caminos, pero las incitaciones iniciales me fueron dirigiendo a continuar
lo que hice con el recetario siciliano.
Ojo, la
idea que Gonzalo sostiene a partir de experiencias personales tiene un matiz
que tendré que retomar cuando arribe a las conclusiones. No es lo mismo los
ingredientes que pueden acumularse en los recetarios que los que realmente se
utilizan en la cocina cotidiana.
IV Casos y comprobaciones: I
Sicilia
Cuando
viajo, suelo comprar recetarios que me den una idea de la identidad culinaria
de los lugares que visito. Si recibo una orientación, la compra es fructífera y
consigo lo mejor. Eso me pasó, por ejemplo, en el Véneto, donde seguí las
indicaciones de Beatriz Rodaro Vico que me permitió comprar varios recetarios
de la cocina véneta tradicional e, incluso, algún tratado de gastronomía local.
La imagen pertenece al autor
En
Sicilia no tuve la misma suerte. Reconozco que cometí la torpeza de no pedir
asesoramiento cuando lo tenía disponible. Efectivamente, Rosanna Contessa, la
administradora del B&B Terrazas de Alcalá, donde paramos con Haydée en la
ciudad de Catania, se manifestó una experta cocinera. Pero cuando decidí
adquirir un libro, no la consulté y compré lo que conseguí.
En
Taormina, conseguí un recetario que se exhibía en casi todos los escaparates de
artículos para turistas de la ciudad. El texto no tiene señas de la existencia
de un autor concreto que lo haya escrito. El tema no sería preocupante, si
tuviera un pie de imprenta que indicara el año de su publicación y una
institución que respaldara el contenido. Tengo como referencias temporales el
año 2015, que es cuando lo compré; que el libro era nuevo y que posee una
introducción, sin firma, claro está, que ensaya una historia de la cocina
siciliana. Se datan allí algunos hechos importantes para la tradición que informa
el recetario. La referencia más cercana corresponde a 2003, año en el que el cultivo
de tomates en Pachino, Provincia de Siracusa, accedió al rango de Indicazione
Geografica Protetta (IGP).
Tiene
aún un detalle de interés: junto a la indicación de la productora de las
imágenes fotográficas, se lee el nombre
de la agencia que tradujo el texto. ¿Es que acaso estaba escrito en dialecto y
fue traducido al toscano en Milán?
Casi
jugando, y por lo que vengo diciendo, me puse a contar la ocurrencia de los
condimentos en las recetas saladas del libro, 99 en total. Hice dos listas, una
general y otra de productos que juzgo globalizados (en la parte baja del
cuadro), cuya presencia o alta ponderación deben considerarse relativas. El
caso de la pimienta es el más reconocible, pero también aparecen el aceite de
oliva (que se usa cuando se intenta dar sabor a un plato) y la salsa de soja
(extraña a las sazones del mediterráneo). Con estos elementos pude hacer una
constatación empírica que dio el resultado que se ve en el cuadro:
Producto
|
Ocurrencia (n recetas)
|
%
|
Ajo
|
47
|
47%
|
Perejil
|
47
|
47%
|
Ajo y
perejil
|
31
|
31%
|
Peperoncino
|
17
|
17%
|
Laurel
|
15
|
15%
|
Albahaca
|
14
|
14%
|
Tomillo
|
8
|
8%
|
Romero
|
7
|
7%
|
Orégano
|
6
|
6%
|
Azafrán
|
4
|
4%
|
Ciboulette
|
2
|
2%
|
Estragón
|
2
|
2%
|
Nuez
moscada
|
2
|
2%
|
Perifollo
|
1
|
1%
|
Salvia
|
1
|
1%
|
Mayorana
|
1
|
1%
|
Comino
|
1
|
1%
|
Pimentón
|
1
|
1%
|
Aceite
de oliva
|
67
|
67%
|
Pimienta
|
75
|
75%
|
Salsa
de soja
|
1
|
1%
|
Como puede apreciarse, sólo 5
condimentos superan el 10% de ocurrencias. Creo que si tuviéramos que apreciar
una identidad de la cocina siciliana a partir de este caso, debiéramos empezar
por explorar si es verdad que la base de sabor de esta culinaria del
Mediterráneo occidental está en el ajo y el perejil como nos muestran este
recetario. Como puede verse, la tercera parte de las recetas combinan ambos
ingredientes, casi a la manera de lo que los argentinos esperamos cuando
preparamos una receta “a la provenzal”. Vemos también cómo las hierbas, hoy más
prestigiosas, como son el romero y el tomillo, aparecen más relegadas de lo
esperado. El resultado me incitó a ir por más… vamos…
Notas y
referencias:
(1)
2015, Mellado, Juan Pablo, “Juan Pablo Mellado: Sí hay cocina chilena, mucha y
muy diversa”, leído el 6 de octubre de 2016 en http://www.emol.com/noticias/Tendencias/2015/02/27/741406/Juan-Pablo-Mellado-Si-hay-cocina-chilena-mucha-y-muy-diversa.html.
La imagen del autor la tomé del mismo artículo.
(2)
Papert, Saymour, Desafío a la mente.
Computadoras y educación, Buenos Aires, Galápago, 1982.
(3)
2015, Mellado, Cit.
(4)
1910, Reboul, J. B., La cuisinière provençale, Marsella, Éditions Tacussel, 1989.
(5)
Ídem, pag. 153.
(6)
S/D, S/A, Profumi e sapori della cucina siciliana,
Milano, Grafiche Milan Cards snc. Adquirido en Taormina en 2015.
(7)
Alderete Pagés, Gonzalo y Aiscurri, Mario, intercambio de correos-e del 16 de
abril de 2016.
(8)
Ver nota (6).
Mario, linda nota, pero disiento en algunos puntos. La provenzal cuando se usa en achuras y carnes grasas no es con aceite sino con limón. Luego de aceptar que la base de muchas de las cocinas - porteñas- no Argentinas; básicamente usan esos condimentos, pero además creo que ajo, perejil, albahaca, ají molido dulce y picante, nuez moscada y azafrán son de rigor, y que tomillo y romero le vienen detrás muy cerca. Sobre todo hablando de 1990 en adelante. Igual que el cambio a usar más picante desde hace dos décadas. Respecto de usar queso con mariscos, crustáceos o bivalvos, si bien no es tan común en Italia, lo es en medio mundo; me parece que las ostras y ostiones gratinados( Rockefeller), las Vieiras a la Saint Jacques, caracoles con salsa roquefort, o gratin, cangrejo gratin, langostinos con salsa y gratinados, entre varias más, tienen mucho tiempo. Un siglo o más en algunos casos. Como siempre tus aportes traen luz, y yo comparto y si puedo sumo algo. Abrazo.
ResponderEliminarGracias, Mario, por tus comentarios siempre enriquecedores.
EliminarHay una segunda parte que publicaré en un par de meses con las estadísticas de un recetario andaluz y las de un recetario argentino.