sábado, 17 de junio de 2017

Comida callejera en Buenos Aires (1887)

Los textos que se exponen a continuación fueron tomados del libro Vida y Costumbres en El Plata de Emilio Daireaux que publicó Felix Lajouane (1) en 1888(2). El ejemplar que consulté pertenece a la primera edición en castellano (hubo una anterior en idioma francés). La obra se compone de dos tomos. El primero lleva el título “La sociedad argentina” y el segundo, “Industrias y productos”. El Prefacio contiene sendas cartas de Bartolomé Mitre y Julio Argentino Roca con opiniones y comentarios sobre la edición francesa.
Emilio Honorio Daireaux nació en Río de Janerio en 1846 y falleció en París en 1916. Se recibió de abogado en la capital francesa y revalidó su título en Buenos Aires, donde ejerció la profesión durante más de 10 años. El autor afirma que el libro fue escrito para los países extranjeros con la finalidad de dar a conocer La República Argentina en ellos. Por su parte, la dedicatoria reza: “A mis hijos. Para darles a conocer y hacerles amar el país de su madre, donde nacieron”. El autor se radicó en Francia con su familia a fines del siglo XIX, aunque conservó propiedades en la Provincia de Buenos Aires cerca de la ciudad que lleva su nombre. Algunos de sus hijos se afincaron en La Argentina, administrando esos bienes.
Los fragmentos que se transcriben a continuación pertenecen al primer tomo. Después de leerlos, veamos qué nos queda de las viñetas escolares de la infancia… Llaman la atención ciertos comentarios xenófobos hacia los napolitanos. ¡Ah! Los pasteles del “negro” son empanadas criollas.
No hay mujeres en la venta ambulante
“/…/ en esta tierra en que reina el individualismo, es sobre todo el vendedor ambulante el que representa una fisonomía más interesante.
”La calle está abierta á las tentativas comerciales del primero que acierta á descubrir un filón que explotar. Niño, adolescente ú hombre, todo el mundo tiene allí sitio, sólo no se encuentra á la mujer. Todos los oficios, todos los comercios, lo mismo sedentarios que nómadas son acaparados por los hombres. Las leyes españolas prohibían á las mujeres la entrada en los tribunales y asistir á las audiencias, hasta en el caso de que esta presencia era necesaria, declarando contrario á las buenas costumbres que la mujer se mezclase, en las asambleas, con los hombres, poniéndose en contacto con ellos; el uso, poderoso como la ley, mantiene á la mujer fuera del comercio y de la vida mercantil; las costumbres locales considerarían tan chocante el que se viese en la calle á una mujer ejerciendo el comercio ambulante, como el verla ejecutar uno de esos trabajos que exigen gran vigor, como un empedrado ó una obra de albañilería.”(3)
El negro de las empanadas y el gaucho de la mazamorra
“Es preciso ir á los arrabales para encontrar allí el respeto á las grandes costumbres que son en suma recuerdos de una época de pobreza; sigamos al negro de los pasteles y al gaucho de la masamorra, pues de esta suerte tendremos ocasión de pasar revista á su clientela y de ver revivir los antiguos tiempos.
”De antemano saben donde los han de llamar. La casa tiene pobre apariencia, sus dos ventanas que dan á la calle apenas están á nivel y no se parecen, como que proceden de algún corralón de materiales viejos; la puerta abierta deja entrever unas habitaciones alineadas sobre el patio, algunas con las paredes de barro, y otras de madera; es una california en la que se amontonan familias pobres, de todos los colores, y en donde viven con gran promiscuidad bandas de Napolitanos; pobres gentes que no tienen tiempo ni dinero para guisar su comida y cuidar el puchero colocado en el hornillo, plato local poco costoso, recurren á los pasteles calientes ó á la masamorra. Desde el fondo de esta california, alguna negra andrajosa, alguna China con la chancleta arrastrando, llega perezosa y lenta; por más que bromean y afirman que los pasteles son de ayer, se ríen y clavan al mismo tiempo sus dientes en la caliente masa.
”Esta comida ligera es á veces la única y aguardan hasta el día siguiente chupando mate, alimento poco sólido, que les da bajo su tez bronceada esa placidez especial de las Indias anémicas.”(4)
¿Cómo son las empandas del negro?
“Este viejo parecía interpelar á la ciudad al lanzarle al rostro ese eco del tiempo pasado; su grito cotidiano, siempre igual, recordaba á los viejos criollos el respeto á las antiguas costumbres. En vano, pretendeis olvidarlos, parecía decir; siempre os acordaréis de los pasteles calientes de los buenos tiempos; ved, ellos no han cambiado, siempre son de la misma mas amasada sin arte, de la misma carne picada de escaso valor, del mismo aceite y de las mismas pasas con que se pretende darles sabor.”(5)
Notas y Bibliografía: 
(1) Prestigioso editor francés que publicaría, entre otras obra el libro Cocina Ecléctica de Juana Manuela Gorriti que vio la estampa en 1891.
(2) 1888, Daireaux, Emilio, Vida y Costumbres en el Plata, Buenos Aires, Feliz Lajouane.
(3) Ídem, pp. 144-145.
(4) Ídem, pp. 152-153.
(5) Ídem, pp. 151.


No hay comentarios:

Publicar un comentario