14 a 16 de noviembre de 2015
I Manzanilla en Sanlúcar de Barrameda
Si uno ya se siente como en casa en Jerez de la Frontera, no les
puedo contar la cercanía que nos provoca estar en los puertos de la Provincia de
Cádiz.
Las imágenes pertenecen al autor
Fuimos
a Sanlúcar de Barrameda con las recomendaciones precisas sobre dónde comer y
qué beber en la guía que nos había preparado mi cuñado Jean Louis Daniel,
bretón de nacimiento, jerezano de crianza juvenil… y vaya que nos fue bien.
Pero eso se los cuento en el artículo sobre la gastronomía andaluza porque
Sanlúcar bien puede ser mucho más que Tortilla de camarones y manzanilla.
La
costanera, bella y bien dispuesta nos anuncia una ciudad de veraneo. En las playas
otoñales no había bañistas, pero sí obstinados cazadores de almejas. Más allá,
por el canal se entreveían los cargueros que se dirigían al puerto, algo al
norte… y pensar, me dije, que desde aquí partían y regresaban grandes
navegantes que poblaron el renacimiento español con historias fantásticas de
mares desconocidos. En la costanera que me recordó el diseño urbano de
Ondarreta en San Sebastián, pareciera que no quedaran rastros de aquellas
historias.
Fuimos
hasta la Plaza del Cabildo en la que algunos monumentos quedan en pie y, salvo
por algunas referencias que se registran en las paredes del edificio antiguo del
ayuntamiento, tenemos que encontrarnos con Sebastián Elcano en los libros de
historia, en los relatos de Antonio Pigafetta.
Tal
vez es que sólo estuvimos allí unas tres horas, que concentramos nuestra visita
en el almuerzo en la Taberna Cabildo, que no nos dimos tiempo para andar más y
visitar alguna de las bodegas que elaboran su manzanilla en el mismo centro de
la ciudad… lo cierto es que nuestro paso por Sanlúcar fue placentero, pero
superficial.
II Cádiz, primeras imágenes
Ansiosos
por llegar, arribamos por fin a Cádiz. Era ya media tarde y, a esta altura del
año, anochece más temprano, aún en el extremo sur de Europa. De modo que
hicimos una pequeña recorrida desde la Plaza de la Catedral hasta la del
Ayuntamiento.
La
catedral, luminosa e imponente como todas las de Andalucía, no parece ser
demasiado antigua. Tampoco lo parece el palacio municipal. El neoclasicismo
domina en ellos. Divago con la más absoluta libertad y me digo que este hecho resulta
llamativo para la ciudad más antigua de Europa; pero no lo es, si consideramos
que este puerto es la cuna de la renovación que impuso el liberalismo español…
no me hagan demasiado caso, sólo describo las primeras impresiones que tuve en
ese atardecer de sábado en el que el clima se expresaba inesperadamente
desapacible en Cádiz.
Hay
poco movimiento en la ciudad, cuando salimos a cenar, vimos muchos bares y
restaurantes cerrados, hecho que habíamos percibido también ese mediodía en Sanlúcar
de Barrameda. Nos cuentan que noviembre es el mes de menor movimiento turístico
del año en esa provincia y qué es eso lo que explica los cierres… alguien habla
también de la crisis y del cierre de los astilleros, una de las actividades
económicas más importantes en la ciudad.
Lo
cierto es que es sábado a la noche y ese sector de la ciudad está casi
desierto.
III Cádiz y el sol de Andalucía
Hicimos
un largo recorrido por la costanera que, en la mañana del domingo, estaba llena
de luz. Nos pareció que, ahora sí estábamos en Andalucía. Fuimos hasta la Plaza
de la Constitución, donde se conservan las murallas en la denominada Puerta de
la Tierra, donde el casco histórico se conecta con la ciudad más moderna.
Desde
allí hasta el Fuerte de San Sebastián (en el otro extremo del casco), anduvimos
recorriendo la monumentalidad de la capital provincial. Ingresamos en el Barrio
del Populo a través de la calle Concepción Arenal Accedimos al Centro de Interpretación
del Teatro Romano y luego ingresamos en el edificio de la catedral vieja que está
ubicada detrás del edificio que vimos la tarde anterior.
Según
leemos en las infografías, este templo fue mandado a construir por Alfonso X,
el Sabio, en la segunda mitad del siglo XIV. Luego de una larga historia que llevó
a su destrucción, el edificio fue reconstruido en el siglo XVII. Su barroquismo
es proverbial; pero un no sé qué mudéjar aún se insinúa en su interior.
Volvimos a entrar en la catedral nueva.
La luz de Andalucía se expresaba diáfana en ese domingo al mediodía, después de
la misa. Desde allí volvimos hasta la costanera y, por ella, hasta el ya
mencionado Castillo de San Sebastián. La caminata es larga y placentera, el sol
es intenso pero resulta apacible.
Volvimos por las calles interiores.
Nuestra idea era almorzar en el restaurante El Faro, como efectivamente lo
hicimos. Vemos algo más de movimiento en la calle Virgen de la Palma que anima
con colorido andaluz este barrio de restaurantes. Tal vez, ¿era por allí que
debimos buscar la noche del sábado en Cádiz? ¿Cómo saberlo?
La conservación del patrimonio parece
bien tratada. El casco histórico de esta bella ciudad barroca que recuerda más
a Barrio Alto de Lisboa o a la Ciudad Vieja de Montevideo que a la blancura
mudéjar del Albaicín en Granada.
Nos vamos este fin de semana de Cádiz con la incertidumbre de
saber si estuvimos en una ciudad azotada por la crisis o si es que no supimos
descubrirla… o las dos cosas a la vez.
Cádiz dio "La Pepa", la constitución liberal del siglo XVIII que por ese carácter llenó de sentido la aclamación "Viva La Pepa".
ResponderEliminarAlgunas veces me dio resultado la consulta a taxistas en su parada para descubrir "la movida" de alguna ciudad.
Finalmente, Cádiz fue la última residencia de nuestro primer Presidente, Bernardino Rivadavia. ¿Se habrá restaurado su casa?
Como siempre, lo leo con Placer, Mario.
Gracias, Silvio, por sus comentarios.
EliminarAgradezco la información que nos brinda acerca de la constitución gaditana. Parece que la democracia siempre fue tratada con humor corrosivo con la finalidad de desprestigiarla.
Dejaremos para otra oportunidad discutir si es verdad que Rivadavia fue el primer presidente argentino... jajajá.
El placer de que usted lea El Recopialdor es mío.
Un abrazo, Mario.
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