Irene es una amiga con la que compartimos
valores muy importantes en la vida, entre ellos, el sentido de entrega y amor
que supone ofrecer una buena mesa a los afectos más cercanos. Demás está decir
que cocina como cocinarían los dioses, si se dignaran a hacerlo. Muchas veces
ha comido en casa y otras hemos comido en la suya.
Referencia de imagen: (1)
Corría la tarde de un domingo de otoño.
Después de haber compartido una fuente de tallarines que Irene amasó y sirvió
con una salsa que no me atrevería a denominar bolognesa porque no lo era en un
sentido estricto, casi extasiado por la pervivencia de aromas y sabores únicos,
tan intensos como complejos, se me ocurrió preguntar por la receta. Tuve dos
respuestas, la de sus palabras que refunfuñaron un “yo nunca sigo una receta” y
la de sus manos que me acercaron su recetario personal.
Explicó que tanto su abuela Olga como la
señorita Josefina, una institutriz oriunda del Piemonte italiano que tuvo un
papel importantísimo en su educación, le habían enseñado a cocinar. Ambas
usaban una expresión que para ella fue señera: cocina bien quien ejerce el arte
de la cocinera. ¿Qué significa ejercer ese arte? La buena cocinera practica el
plato que va a cocinar aplicando las técnicas correctas en cada paso, pero sin
reflexionar acerca de ellas. Las aplica sólo porque las tiene internalizadas.
Pero Irene, da un paso más. Reflexiona,
conoce y puede explicar cómo y por qué suceden las cosas en una cacerola que
está sobre el fuego. Explica entonces el arte de la cocinera por el arte de la
cocina, es decir por los principios básicos que rigen el métier.
Referencia de imagen: (1)
Subraya que, cuando cocina, no sigue las
recetas por dos razones. La primera es porque las recetas no explican los
secretos del arte de la cocina. Por
ejemplo, nos dicen para hacer un puré hierba las papas, pero no nos dicen nada
más. La segunda razón es que una receta contiene, en su opinión, un
procedimiento rígido que le quita creatividad al cocinero. Se enoja, por
ejemplo, cuando ve la obsesión de muchos cocineros y reposteros que actúan en
televisión por dar detalles de medidas y estructuras rígidas de cómo debe
hacerse un plato. Por eso no sigue recetas, pero tiene un recetario en el que
viene reuniendo distintas piezas desde hace unos 30 años.
Hojeo el recetario, y no deja de
sorprenderme. La primera imagen que da es que se trata de una colección caótica.
Físicamente es una carpeta de colegial con hojas cuadriculadas que pueden
intercalarse. Sobre esas hojas hay textos escritos en su prolija caligrafía y recortes
pegados. La mayoría de las veces hay una combinación de ambos recursos o una
breve colección de recortes a los que ha antepuesto un título o interpuesto un
epígrafe o, incluso, algún comentario valorativo.
Hay primero unos papeles sueltos y luego una
hojas que parecen introducirnos en un desorden, o de devolvernos de él. Pero si
se tiene paciencia, poco a poco el contenido se acomoda a partir de unas
separaciones que se distinguen mediante carátulas. Irene me explica que el
recetario lo va completando cotidianamente y que las hojas sueltas son aquéllas
que aún no ha ordenado en el conjunto.
Muchas de las páginas manuscritas, no
todas, llevan la indicación de una persona que fue la que suministró la receta.
Aparecen recetas de Loly, cuñada de Irene, y de Lola, suegra de su hermano. Hay
recetas de Margot, Mónica, Laura, Yolanda y Alicia. Hay recetas de su madre
(muchas más que las que están indicadas como tales) y apuntes tomados de la
televisión a partir de programas de Donato De Santis. También hay recetas
manuscritas, en una caligrafía diferente, pero están pegadas sobre las hojas
cuadriculadas a la manera de los recortes de las revistas... Incluso hay una
receta que dice “mío” (el énfasis es el de quien reivindica una invención que
considera propia).
La colección es ecléctica como suele
ocurrir con todos los recetarios personales. ¿Está completo? Evidentemente, no.
Es evidente de que no porque Irene sigue incluyendo hojas... además, ¿cuándo un
recetario como éste está completo? Si bien predominan las recetas de origen
italiano, hay una buena cantidad de recetas españolas que le han suministrado
Lola y Loly y una compacta colección de recetas de panes y repostería judía.
Comenzó a reunir estas recetas en oportunidad de una prolongada convivencia con su pareja de entonces. El hombre gustaba de la buena mesa e Irene asumía su papel de ama de casa. Esta es una de las razones más frecuentes por las que las mujeres desarrollan un recetario personal. Si se me permite la digresión, diré que aún asumiendo ese papel, Irene jamás dejó de trabajar en la docencia, ni de ejercer su profesión de psicóloga y la vida del recetario perduró mucho tiempo más que su pareja.
Comenzó a reunir estas recetas en oportunidad de una prolongada convivencia con su pareja de entonces. El hombre gustaba de la buena mesa e Irene asumía su papel de ama de casa. Esta es una de las razones más frecuentes por las que las mujeres desarrollan un recetario personal. Si se me permite la digresión, diré que aún asumiendo ese papel, Irene jamás dejó de trabajar en la docencia, ni de ejercer su profesión de psicóloga y la vida del recetario perduró mucho tiempo más que su pareja.
Irene no sigue recetas, pero no puede
ponerse a cocinar, si no cuenta con su recetario a mano. ¿Cómo se explica esta
aparente contradicción? Lo que ocurre es que un recetario es mucho más que una
colección de piezas individuales. Irene recurre a su recetario cada vez que
tiene que cocinar porque busca ideas fundamentales en él. Busca las piezas que compondrán
un menú o busca aquella receta cuya idea, en el arte de la cocina, aún no
distingue completamente de otras o no recuerda en su estructura. Recurre a su
recetario cada vez que tiene que reproducir alguna receta que no practica con
asiduidad (v. g., las recetas de la cocina judía askenazi).
Antes de profundizar en su cocina, me voy
a detener en tres recetas de esta colección que no son las que habitualmente
comemos cuando ella nos invita: rositas de salame, saltimboca y jalá.
Referencias de imágenes:
(1) Leída en http://huellasdeargentina.com/es/huellas/2012/12/13/parque-rivadavia/
el 20 de diciembre de 2014.
(2) Leída en http://luisalberto941.wordpress.com/2012/03/02/nostalgias-del-parque-rivadavia/ el 20 de diciembre de 2014.
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