Desde que
tengo recuerdos, y hasta los trece años, pasaba mis vacaciones en una chacra de
12 de Octubre. Se trata de un pequeño pueblo que está en el Partido de 9 de
Julio a unos 30 km de la ciudad del mismo nombre. Pasaba muchos días en la
chacra con mis abuelos y tíos. También íbamos algunos días a la ciudad. Allí
veíamos a los parientes y paisanos de mis abuelos riojanos. Pero, la fiesta, lo
que se dice la gran fiesta, era en aquellos fines de semana en que me
encontraba con mis primos Carlos y Luis Aiscurri, y con ese piojito que
deambulaba por ahí, mi prima Nancy, varios, por no decir unos cuantos, años más
joven que nosotros. Ellos vivían en Dudignac, un pueblo importante y bello,
también en el Partido de 9 de Julio.
Las imágenes son propiedad del autor
La recorrida
por las calles en las tardecitas de verano es, aún hoy, un recuerdo indeleble.
Es que Dudignac era, y es, un pueblo con magia. Había magia en los atardeceres;
había magia a la hora de la siesta, cuando mis primos contaban las
extraordinarias historias de rayos cayendo desde el cielo como fatídicas bolas
de fuego (relato que provocaba el asombro de este porteño que creía que los
rayos se agotaban en el cielo); había magia en las calles, cuando por la mañana
íbamos a ver las máquinas viales que habían enviado desde 9 de Julio para
llevar el pavimento a Dudignac (ahora que lo pienso, serían épocas de
elecciones porque cada tanto las máquinas eran enviadas por la Municipalidad y,
pasado un tiempo, retiradas sin que las obras se realizaran). Había magia en la
cocina cuando la familia se juntaba a comer.
Mi tía Mari
y mi tío Luis eran excelentes anfitriones. La reunión familiar en torno de la
mesa era invariablemente cálida. Detrás, en una de las paredes había un diploma
con una foto de mi tío Luis vestido de granadero de San Martín. No, no se había
disfrazado, era su diploma del servicio militar cumplido en el Regimiento N° 1
de Caballería que la familia exhibía con patriótico orgullo.
Ahora,
después de muchos años, intento reconstruir qué ponía mi tía Mari sobre la
mesa, qué era lo que cocinaba. Para hacerlo, recurro a la ayuda de su hija, mi
prima Nancy.
Veamos parte
de su relato:
“Hola Mario, vos me preguntás si recuerdo que cocinaba mi madre cuando yo
era chica, y yo te digo, ¡Cómo no recordar, si mi madre sigue cocinando y
muchas veces haciendo lo que a mí me gustó siempre! Pero te puedo contar que lo
que más recuerdo de cuando era chica es el "olorcito" a recién hecho.
¿Te das cuenta de que hablo verdad? En casa, éramos seis. Mi madre y mi padre
trabajaban duro, pero había que estirar el dinero para llegar a fin de mes. Los
tres íbamos a la escuela y, a los tres, con mucho sacrificio, nos mandaron a la
Secundaria... Las comidas eran sencillas, pero yo llegaba a casa y el olfato me
decía “pucherito”, olorcito a choclo (y era olorcito a choclo), olorcito a
guiso de arroz, olorcito a pollo criado en casa, a churrascos gruesos (muy
jugosos pero bien cocinados), las papas fritas (en grasa) y los huevos fritos
de la pre-hora (porque ese día almorzaba antes), olorcito a pastel de vitina...
todos manjares, mi padre hacía unas quintas que ni te podés imaginar: los
tomates recién cortados, los morrones que dejaban “perfumada” la heladera, las
zanahorias con gusto a zanahoria... no se te borran más de la mente esos
“olores”.”(1)
...y, al día
siguiente, agrega:
“Vos contás que
no podés recordar bien que ponía tu tía en la mesa, yo te digo que
lo más probable es que pusiera tallarines (de los que tengo una
anécdota que te contaré en la que interviene tu padre) o ravioles
hechos por sus manos, porque, si no era un asado hecho por mi padre,
la mejor manera de agasajarlos eran pastas caseras.”(2)
Yo también
recuerdo esas sensaciones... luego la vida siguió. Carlos se recibió de contador
público en Olavarría y, poco a poco, toda la familia se desplazó hacia esa
ciudad. Allí viven mi tía y mis primos; pero Dudignac y 9 de Julio siguen
siendo los lugares entrañables que Nancy frecuenta.
Estuve en
Dudignac hace poco, en 2012. Las calles están pavimentadas y la ciudad apacible
conserva su belleza casi virginal. La casa de mis tíos sigue estando allí,
frente a la cancha de fútbol... y, un poco más allá, como era entonces, las
casas se terminan y la llanura se extiende verde, limpia, apacible.
Apreciados lectores, ahora les propongo un
viaje en el tiempo y el espacio para que volvamos a sentarnos a la mesa de mi
tía Mari en Dudignac y disfrutemos de su guiso de arroz, su pollo al horno, sus
morrones rellenos, su pastel de Vitina y alguna que otra preparación dulce. Nos lleva de la mano mi prima Nancy que, además de
ser una anfitriona impecable, tiene una enorme capacidad didáctica para
explicarnos el origen de cada receta y el porqué de las modificaciones que la
familia fue introduciendo en ellas a lo largo de los años... ¡Qué más podemos
pedir!
Notas y bibliografía:
(1)
2013, Aiscurri, Nancy, correo-e del 19 de agosto de 2013.
(2)
2013, Aiscurri, Nancy, correo-e del 20 de agosto de 2013.
Querido Mario, me has hecho emocionar con tu relato, quiero agregar a lo comentado por mi hermana Nancy respecto a los olores, recuerdo el olor de las milanesas que hacia para cuando volviamos de las salidas de los sabados por la noche o los buñuelos con un poco de azucar o tortas fritas, que generalmente hacia los dias que llovia o el olor a zapallitos rellenos con carne y cocinados en una salsa suave o el olor a chicharrones recien hechos, nos hacia un sandwich y era lo mejor que se podia comer, a todo esto hay que sumar que todos los domingos al mediodia, que generalmente era la hora que nos levantabamos, nos venia desde la cocina el olorcito al tuco y sobre la mesa habia o tallarines o ravioles caseros, como no recordar todo esto.Gracias Mario.
ResponderEliminarGracias, querido Luis, por tus comentarios.
EliminarTus recuerdos completan la historia, porque se refieren a la época de nuestras vidas en que nos vimos menos.
Me parece sentir esos olores que describís.
Yo no vivía en el campo, simplemente del otro lado de la General Paz y los olorcitos que cuenta tu prima los había en todas las casas: puchero con albahaca y choclo, milanesas con puré, asado al hotno, etc, etc. Una época en que se trabajaba, sin lujos, en donde había una mamá presente y en donde la mayoría terminaba la primaria y muchos la secundaria; en donde no había que disponer de mucho dinero, siempre alcanzaba para todo.
ResponderEliminarSaludos Mario
hoy desde
http://siempreseraprimavera.blogspot.com.ar/2014/04/historia-de-la-masa-de-hojaldre.html
Gracias, Norma, pro tus comentarios y por tus acertados recuerdos sobre nuestra infancia en Mataderos.
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