Es
adecuado aclarar de entrada que las generalizaciones que aquí formulo a la
manera de conclusiones sólo tienen validez para lo que he visto y oído de los
amigos con los que he compartido la mesa hogareña en la tierra riojana. De modo
que estas notas están más vinculadas a la recopilación de recetas y prácticas
culinarias que a señalar las direcciones de un estudio social e histórico de la
gastronomía local. El concepto de las tendencias internacionales que utilizo
está vinculado con las que yo vivo en Buenos Aires (v. g., la preferencia en la
utilización de productos orgánicos), es por eso que pretendo que no requieran
desarrollo alguno en esta aclaración y que sean aceptadas como un supuesto de
los comentarios que expongo. Dicho esto, vayamos al grano.
Las imágenes son propiedad del autor
Entre
las tendencias internacionales, en La Rioja he visto la preferencia por los
buenos productos, en especial los de la industria alimentaria, como base
fundamental para cualquier preparación en la cocina. No he visto que se subrayara
la búsqueda de productos biológicos como en Francia, tal vez porque en La
Rioja, por lo menos en el ámbito rural y en los hogares que visité, se mantiene
una tradición que en el país galo no he conseguido ver: el cultivo del huerto
familiar.
Ya
en mi viaje de 2007 a Igea, cuando estuve con los hijos del tío Marcelino
Espada, hermano de mi abuelo, había tenido una primera impresión sobre el tema.
Uno de ellos me dijo: “cuidamos más el huerto que la casa”. Desde luego que
relativicé el comentario. Entonces me dije que esa sería la ocupación de dos
solterones octogenarios que de este modo le seguían dando sentido a la vida.
Pero, cómo se verá, me quedé corto con esa perspectiva.
En
Préjano, Juan Antonio y Soledad, los padres de mi amiga Sonia Ruiz Cubillos,
que son por cierto mucho más jóvenes que los hijos del tío Marcelino, tienen
una casa muy linda bien cuidada, tienen a sus hijos cerca, por lo menos los
fines de semana, y tienen un huerto que cuidan como una parte fundamental de
sus vidas. Pero las cosas no se quedan allí. Su hijo mayor, también llamado
Juan Antonio es un padre de familia joven que trabaja en oficios urbanos (es
bombero en Pamplona). Cuando llegamos a Préjano, ese domingo a la mañana, lo
encontramos regando el huerto de su casa con su hijo, un niño de once años.
Obviamente, durante la semana recibe la asistencia de su padre, pero el huerto
está allí en su casa de Préjano, en donde sólo vive los fines de semana.
Cuando
estuvimos cenando en la bodega de la peña de los Happy's, en Igea, disfrutamos
de una ensalada con lechugas y rabanitos del huerto, ¿del huerto de quién? Del
huerto de uno de las Happy's, Vicente Martínez.
Como
puede verse, la tradición del huerto riojano goza de buena salud y es la
garantía del carácter natural de los productos que se llevan a la mesa.
Para
agasajarnos, Sonia y su madre sirvieron un almuerzo pantagruélico: tostas de
cebollas caramelizadas y queso de cabra, croquetas de pescado, tortilla de
papas, bacalao a la riojana, chivito preparado en larga cocción y natillas con
suspiros. ¿Cuál es el origen de estos platos? Salvo el primero, los demás son
producto de la tradición culinaria local. Si uno se sumerge en los recetarios
tradicionales de La Rioja, los encuentra sin dificultad.
Pero,
¿de dónde salieron esas tostas con cebollas caramelizadas y queso de cabra? De
los cursos que Soledad realiza en la Federación de Asociaciones de Mujeres
Rurales, en Préjano. Como ocurría con mi madre o con mi abuela, o con tantas
otras mujeres en La Argentina, la tradición pesa a la hora de cocinar. Mejor
dicho, lo que pesa es la manera en que las cosas se aprendieron. De modo que
las técnicas básicas, en la cocina se han adquirido en el vínculo de madres a
hijas (esto incluye a Sonia a pesar de su extrema juventud); pero nada obsta
para que ese conocimiento pueda ser enriquecido por diversos medios (cursos,
recetarios impresos, programas de televisión, sitios y blogs en la Internet,
etc.), buscando nuevas ideas y combinaciones.
La
verdad es que las tostas estaban tan ricas como el bacalao.
Lástima que la vida moderna nos ha llevado a habitar complejos de departamentos sin el mínimo resquicio para plantar hortalizas.
ResponderEliminarMi escasa experiencia con los productos orgánicos me permite concluir que, al menos en Buenos Aires, son muy caros y no presentan diferencias apreciables con los industrializados ya sea desde el punto de vista organoléptico como de la certeza de su origen.
Gracias, Oscar, por tus comentarios.
Eliminar¿Pobaste comprar productos orgánicos en el Galpón Amarillo, junto a la estación Lacroze en Chacarita?
No, no tenía referencias de su existencia.
EliminarIré y te comentaré.
Gracia por el dato.