sábado, 13 de julio de 2013

El camino del torrontés riojano

Apenas habíamos llegado a Vitoria Gasteiz (5 de junio de 2012) por la tardecita, después de una larga caminata por Bilbao, dejamos los bártulos en el hotel y emprendimos otra andadura urbana. Todos pensarán que nos fuimos hasta la Plaza de la Virgen Blanca; pero no, rodeamos el casco histórico sin meternos en él y nos dirigimos por la calle Domingo Beltrán hasta la Vinoteca Rubio. 
Con palabras mesuradas y agradable simpatía, nos recibió Juan, el administrador del local. Deposité en sus manos la botella de torrontés de San Pedro de Yacochuya que había prometido. Me invitó a pasar a la trastienda en donde tiene una sala acondicionada para la cata de vinos... fue entonces que descorchó una botella del torrontés que produce Abel Mendoza en San Vicente de la Sonsierra, más cerca de Briones que de Haro, en el mismísimo corazón vitivinícola de La Rioja española. Allí mantuvimos un ritual casi mágico. Es que nos propusimos, Juan y yo, ver qué tenía que ver el torrontés de La Rioja con el homónimo de Salta.
Tuve noticias de Juan, de la Vinoteca Rubio y del ahora mítico torrontés de Abel Mendoza a través de intercambios públicos en las denominadas redes sociales por la internet. Juan me anotició de que don Mendoza era un productor de vinos riojanos en una escala baja y de que está más preocupado por la honestidad de sus vinos que por las ecuaciones de mercado con que los comercializa. Lo cierto es que hay una vaga memoria en La Rioja de una cepa blanca, denominada precisamente torrontés riojano, que se perdió durante la plaga de filoxera, en el último tercio del Siglo XIX. El vitivinicultor de marras, la encontró, según su relato, en un viñedo en Galicia y, desde entonces, la cultiva en San Vicente de la Sonsierra. Estampa en sus etiquetas la expresión “T” para que el Consejo Regulador de la Denominación de Origen le permita presentar su vino como un auténtico Rioja.  
Dos teorías he escuchado sobre el origen del torrontés riojano argentino que da vinos maravillosos en los terruños de altura de la provincia de Salta. Se las comenté a Juan. Nadie exhibió documentos que permitan certificarlas, o por lo menos no he tenido conocimiento de ellos. Una se la escuché a Alberto Zuccardi quien sostiene que el origen de nuestro torronés es una evolución local de la uva moscatel. Según el bodeguero mendocino, los primeros conquistadores no traían plantines injertados de vides, pero sí traían pasas de uva. Fue así que seguramente algún monje, urgido por las necesidades rituales de la misa, plantó las semillas. Ese procedimiento no garantiza la estabilidad del viñedo y las plantas emergentes pueden seguir una evolución caprichosa. Esta evolución habría dado origen a la nueva cepa adaptada al terruño que la recibió. La otra sostiene que el torrontés riojano argentino está vinculado con una cepa de origen riojano español, de allí su especificativo, que se ha perdido en el origen a causa de la filoxera.
En los antecedentes de nuestra vitivinicultura se han dado dos casos que pueden servir como testigos de la construcción del relato. Por un lado, el del malbec, cepa emparentada con su homónima de Francia. Esta  sí se había casi perdido con la filoxera, pero fue recuperada en la localidad de Cahors. Por otro lado, tenemos el caso de la bonarda que sólo tiene un parentesco de homonimia con la que da vinos en la Toscana Italiana. La versión de Zuccardi sobre el torrontés argentino, supone que sólo hay homonimia entre ambos torronteses; pero mi ilusión se centraba en el otro relato, es decir, en haberme topado con el eslabón perdido a la manera del malbec de Cahors. De modo que le dejé la botella de Salta a Juan para que el caldo se calmara del ajetreo de nuestro viaje y la tomara con Abel Mendoza y me traje una botella del otro para tomarla en Buenos Aires con José Fernández Erro. No la traje con mucho entusiasmo porque el vino que probé en Vitoria Gasteiz, a pesar de la potencia de mi deseo, se parecía poco a los vinos de Salta.      
Con tiempo prudencial, Juan volvió a escribirme y me acercó esta nota de cata del San Pedro de Yacochuya:
Hola, amigo Mario, ya he probado el vino torrontés en compañía de Abel Mendoza, que tan amablemente nos trajiste.
Te comento la cata:

Es un vino nos recuerda a la uva moscatel, tanto en aromas como en boca.

En nariz es muy intenso, con el mismo perfil aromático que la moscatel, en boca tiene poca estructura, con un paso fácil y ligero amargor final.
Saludos y encantado de conocerte en persona y recuerdos a tu mujer.”(1)
A mediados de noviembre de 2012, finalmente nos reunimos con José, en cena familiar y pudimos probar los vinos. Como consecuencia de esa tomada de vinos blancos, escribí unas notas apuradas a Juan para que tuviera nuestro dictamen. Aquí va: 
Hemos probado el torrontés de Abel Mendoza con mi amigo José Fernández Erro. José recuerda que en el Museo del Vino de la ciudad de Cafayate, capital del torrontés argentino, en la Provincia de Salta, hay una inscripción que sostiene que el torrontés que se produce en La Argentina proviene de cepas de La Rioja española perdidas en la tierra de origen a raíz de la plaga de filoxera del siglo XIX y que, por eso, se denomina, en nuestro país, torrontés riojano a esta uva. Ya te he comentado sobre la otra teoría que existe, pero ésta asume casi un rango de teoría oficial. Sin embargo, compartimos tu parecer, nada tiene que ver el vino de Abel Mendoza con los que se producen en La Argentina, en rigor, sostiene José que entiende mucho más de vinos que yo, que el vino de San Vicente de la Sonsierra se parece mucho a los Rioja blancos que ha tomado en diversas oportunidades. Destacar las virtudes de este torrontés parece superfluo porque las tiene, y muchas, es un vino amable, frutado y muy agradable para tomar. El misterio subsiste... y el vino que me traje de manos de tu amabilidad resultó con gusto a poco.”
El origen del torrontés argentino sigue siendo un misterio, aunque unas notas queme enviara José diez días después de nuestro encuentro(2), aclaran bastante el punto... se las remití a Juan y las publico aparte.
Notas y referencias:
(1) Correo-e del autor del 15 de julio de 2012.
(2) Correo-e del autor del 26 de noviembre de 2012.


No hay comentarios:

Publicar un comentario