Sumario
Parte III: Artículo de Oscar Traversa – Agro industria y supermercadismo
producen una deflación del discurso gastronómico tradicional: el vendedor es
reemplazado por la publicidad – Paradoja:
expansión del discurso gastronómico por la mass media y reducción de las
prácticas culinarias hogareñas – Nuevo papel de la mujer en la sociedad –
Deshumanización de la satisfacción de las necesidades alimentarias // Artículo
de Víctor Ego Ducrot – Cocina del poder y cocina cocoliche – Difusión mediática
de la cocina del poder – Vindicación de la cocina cocoliche, auténtica cocina
porteña.
Modalidades discursivas de lo alimentario (Oscar Traversa)(2)
El texto pone el dedo en la llaga a partir de la percepción de un
fenómeno de nuestro tiempo: la profusión discursiva gastronómica, a través de
la mass media, y la reducción del tiempo dedicado a la preparación de los
alimentos en el hogar. Veamos como lo expone.
Aportes y argumentos: La pregunta inicial
que se formula es ¿qué está ocurriendo con las prácticas culinarias hoy en día?
Y en su consecuencia, si se admite la existencia de un discurso con
características específicas en materia alimentaria, ¿cuáles son sus modos de
operar en relación con el conjunto de las prácticas alimentarias?
Centra su análisis en el tránsito de las modalidades culinarias
tradicionales a las modernas. No se trata de un cambio abrupto. El sistema de
alimentación moderno sólo incorpora fragmentos del sistema tradicional; sin
embargo, no lo excluye y, en el imaginario, ambos términos se encuentran en
tensión en los siguientes campos: la selección de los productos, los modos de
prepararlos y las modalidades de provisión de alimentos (de la feria de frutos
de estación al supermercado de productos de la agro industria).
El desarrollo de la agro industria supone que algunas
características de la producción industrial en general impacten sobre la
producción y consumo de alimentos. El autor tomó dos aspectos y los despliega
para su análisis del discurso
alimentario: la marca y la comunicación a través de la publicidad. Con relación a la marca que consiste en dar
un nombre a los productos, sostiene que provoca una renovación de los sistemas
clasificatorios en los individuos. Por otra parte, la centralización
productiva, asociada a la distributiva, necesita de una modalidad discursiva
que no es nueva (se desarrolló en Occidente desde mediados del siglo XIX), pero
que es tardía con relación a otras ramas industriales: la publicidad. Ella es
la que se hará cargo de asociar la marca a las propiedades de los productos.
En materia alimentaria, aún hay espacio para productos sin marca.
Muchos productos frescos, aún se venden
sin marca y en espacios tradicionales como las ferias y los mercados. Las
virtudes de estos productos se palpan por la percepción sensorial y la
capacidad discursiva del marchante. El supermercado tiene un lugar para ellos,
pero ha eliminado al último. En todos estos fenómenos hay un distanciamiento,
una pérdida de la relación inmediata con el producto cuando se lo adquiere.
Los productos de la agro industria, entonces, son indicadores de
una distancia insalvable entre las personas y los alimentos (agrego que la
cocina tradicional se caracterizaba por la inmediatez en esa relación, en las casa
familiares había quintas, árboles frutales y gallineros). Esta tendencia supone
una deflación discursiva por la lógica de la homogeneización de los productos.
La reducción de lo decible se origina en sus condiciones de existencia: que los
productos sean iguales en sus diferencias es una cualidad fundante de la
producción industrial. El marchante no tiene nada que decir (agrego que la
figura del puestero es reemplazada por el repositor, el cajero y el
despachante). El cliente, si tematiza sobre el producto, ya no lo tiene como
interlocutor. Su interlocutor es, ahora, la estructura comercial y sus
instituciones.
Pero el punto central del distanciamiento no se sitúa en la
compra, sino en la preparación, donde el punto extremo está en la compra de
alimentos preparados y en el delivery.
Sin embargo, todos estos silencios no acallan el discurso sobre la
alimentación que tiene una expansión mediática extraordinaria (me formulo una
pregunta personal que agrego: el espectáculo que supone la expansión del
discurso alimentario por las mass media, ¿no representa una sublimación
perversa de la angustia que el distanciamiento y el silencio provocan?). La
pregunta que cabe, para el autor, es si esta expansión se corresponde con
alguna práctica alimentaria contemporánea. Lo que no deja de asombrar, concluye
es que esta expansión no se refleja en las prácticas: indicadores nacionales e
internacionales muestran un fuerte decremento de las prácticas culinarias
hogareñas. En la cocina tradicional, el exceso de actividad doméstica se
correspondía con un desarrollo exiguo de
los discursos públicos acerca de la cocina; en la actualidad, ocurre lo
contrario.
El autor concluye: “Es posible entonces construir la hipótesis del
rol supletorio de lo discursivo en relación con la actividad efectiva, del
universo de lo necesario se está cursando hacia el mundo de lo lúdico, de lo
que suma y agrega otro tipo de goces más asociados con el gesto estético que
con la obligación irrenunciable de las urgencias cotidianas. /.../ La disminución
a sus posibilidades de participación en otros universos de actividad (se
refiere a las mujeres que poseían casi toda la carga en las actividades
domésticas). Pienso que no es demasiado arriesgar que en cierto momento los
discursos públicos acerca de lo alimentario, comparo con los primeros treinta
años del siglo XX, en nuestro medio por supuesto,fueron el síntoma de ciertos
modos de consagración de los roles familiares.”
Apoyatura erudita: no se puede
reconstruir el soporte erudito de la ponencia. Nombra los siguiente autores:
Igor de Garine (pp. 47), Bajtin (pp. 49), Suntor (pp. 51) y Mary Douglas
(pp.51). En ningún caso hace referencias a las obras consultadas, coordenadas
de tiempos y espacio en que ellas fueron dadas a publicidad o al punto de vista
profesional que ejerce el autor mencionado.
Crítica: En “Aportes y argumentos”
expuse la reseña de contenido de la ponencia. Básicamente comparto sus puntos
de vista sobre la pérdida de la comunicación interpersonal en materia
culinaria, la paradójica expansión mediática de la gastronomía y el nuevo papel
de la mujer en la sociedad; pero había que dar un paso más. Pienso que la
pérdida de la comunicación interpersonal no se da sólo en la gastronomía y que
esa pérdida conlleva a una deshumanización de los humanos. Pienso que el nuevo
papel de la mujer en la sociedad no es la causa de esa deshumanización, sí del
abandono del gran refugio de la humanidad que siempre fue en la intimidad del
hogar. Pienso, además, que algo hay que hacer, que algo hay que proponer frente
a todo esto, no en orden a una reacción conservadora, sino a una voluntad
creadora que mire hacia un futuro humanizado. El autor no lo hace.
Fuentes citadas por mí en la crítica:
(1) 2005 AAVV, La cocina como patrimonio (in)tangible, Primeras
jornadas de patrimonio gastronómico, Buenos Aires, Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
(2) 2005 Traversa, Oscar, “Modalidades discursivas de lo
alimentario” en idem, pp. 47-51.
La cocina del poder y la cocina cocoliche (Víctor Ego Ducrot)(1)
Ya he publicado la reseña del libro Los sabores de la Patria
de Víctor Ego Ducrot.(2) Por esta razón ni sus
aportes señeros, ni sus citas desleídas resultarán novedosos. Sin embargo, la
vehemencia con que defiende la cocina cocoliche merece que se preste atención a
esta ponencia.
Aportes y argumentos: Toma los parámetros
de Jean Francois Revel, un sociólogo francés contemporáneo, para exponer el
sentido de la historia de la gastronomía. Revel sostiene que hay dos cocinas:
la cocina popular (en sus dos versiones: campesina y marinera) y la cocina
burguesa. Ducrot prefiere hablar de cocina del poder (cocina de palacio, cocina
de las cortes, cocina burguesa, cocina de las grandes corporaciones mediáticas,
turísticas y alimentarias), porque la cocina burguesa está históricamente
circunscrita. Los primeros historiadores de la gastronomía que nacen con la
Revolución Francesa, sostienen que la cocina del poder se nutre en la cocina
popular. Con la cocina burguesa aparece el cocinero, pero en la base la cocina
sigue siendo popular, anónima.
La gran difusión mediática de la cocina es un fenómeno de nuestros
días. Este fenómeno excluye la otra cara del comer, el hambre. La cocina que se
difunde mediáticamente es la cocina del poder. Se trata de una exhibición
obscena porque está dirigida a una sociedad en la que todos o casi todos
podrían apreciar las delicias de la buena mesa, pero ésta está reservada a muy
pocas personas. El ideal de la Revolución Francesa, el derecho del pueblo a los
goces de la buena mesa, se ha cristalizado frente al espectáculo del aumento de
la pobreza y del disfrute elitista de esos goces.
El autor declara estar cansado de escuchar el sonsonete que
repiten cocineros y periodistas emblemáticos que sostiene que la cocina
argentina no existe. La cocina argentina existe como existe La Argentina. Traza
un mapa somero de la cocina argentina. En el noroeste argentino están las
últimas estribaciones del sur de la cultura del maíz y los apéndices
fundamentales de la cultura de la papa. En el noreste argentino pervive la
cultura de cazadores y pescadores del río. Pero el epicentro fundamental de la
cocina argentina es la gran ciudad. Allí aparece la cultura cocoliche (no usa
el término en sentido despectivos, sino en el vindicatorio). La cocina que
nació en los conventillos, producto del intercambio entre inmigrantes pobres de
diversas procedencias (cita el ejemplo de la salsa de pomodoro, típicamente
italiana, condimentada con comino, típicamente sirio). La milanesa a la
napolitana es quizás la creación más auténtica de la cocina cocoliche. Concluye
con enojo que “los gastrónomos italianos, los cocineros de catálogo italianos
se ofenden cuando llegan a Buenos Aires, pero acá vamos a comer ravioles (con
salsa de pomodoro condimentada con comino) y esto en Italia no se hace, lo
mismo que los españoles, es decir a todos aquellos representantes de culturas
que en su momento fueron culturas fundacionales del conventillo, del cocoliche
urbano argentino, hoy les llama la atención y coadyuvan, colaboran con sus
ideas el haber creado la idea de que la cocina argentina no existe.”
Apoyatura erudita: Los defectos de
siempre en las citas, aunque esta vez no no es tan importante debido a que el
texto sólo pretende la defensa de la identidad de la cocina cocoliche y, en ese
caso, basta con la experiencia personal del autor. Lo de siempre es que
menciona autores y lee textos sin precisar la fuente (v. g., Faustino Cordón y
Jean Francois Revel, pp. 53), cita libros sin indicar el autor (v. g., Un
banquete para los dioses, pp. 58), etc.
Crítica: Interpreta mi pensamiento
al respecto, basta con mirar los programas de la señal El Gourmet para
confirmar el aserto. El español Mikel Alonso y el italiano Donato De Santis no
hacen más que pontificar sobre lo mal que hacemos los platos originario de sus
países. Ahora bien, si con nuestra
adaptación los hemos mejorado, ya descubrirán ellos que en España e Italia hay
alguien que los hacía así. Los casos más contundentes son el de la tortilla de
papas con chorizo y la milanesa a la napolitana. No saben decir papa que es un
vos quechua, esgrimen el vocablo “patata” que se origina en la confucíon entre
la papa y la batata y pretenden que las ideas culinarias no existían en América
antes de 1492. Me pregunto, sin profundizar demasiado, si la técnica boliviana
de conservar la papas congeladas es posterior a la invención del freazer o si
el tomatican cuyano fue ideado en España o Italia. Por fortuna la prédica de
Víctor Ego tiene un campo fértil por delante. Hay críticos italianos como
Pietro Sorba que reivindican esa cocina argentina (hay, para éste periodista,
argentinidad en la cocina de los bodegones, recreación de las tradiciones
culinarias españolas e italianas, y una enorme originalidad en la pizza
porteña).
Fuentes
citadas por mí en la crítica:
(1) 2005 Ducrot, Víctor Ego, “La cocina del poder y la cocina
cocoliche” en AAVV, La cocina como patrimonio (in)tangible, Primeras
jornadas de patrimonio gastronómico, Buenos Aires, Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, pp. 53-59.
(2) 1998, Ducrot, Víctor Ego, Los sabores de la patria,
Buenos Aires, Grupo Editorial Norma. 2008, 2° edición corregida y aumentada.
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