sábado, 30 de agosto de 2025

Las empanadas en los recetarios argentinos - ÍNDICE

Las notas cuyos enlaces se listan aquí intentan pasar revista al registro publicado y a la evolución del mismo acerca de un bocado típico de la República Argentina, las “empanadas criollas”, o “empanadillas argentinas” como se la conoce en España. Para ello he tomado como fuente exclusiva los recetarios de cocina argentinas publicados desde el último tercio del siglo XIX.

Las imágenes pertenecen al autor o a su biblioteca 

Los artículos están ordenados cronológicamente según su composición y publicación. Adicionalmente, tomé la decisión de completar cada uno de ellos con algunas reflexiones generales o notas de color que permita desarrollar un contexto en el que la materia de que se tratan resulte más comprensible. Por ello, cada enlace se encuentra acompañado con un sumario de su contenido.

Como los artículos fueron redactados a partir del correr de la lectura, el lector encontrará varios intentos de arribar a conclusiones más o menos generales. Es por ello que, si se toma el corpus de lo escrito de manera completa, aparecerán un sinnúmero de reiteraciones. Para eludirlas, también resultarán de utilidad los sumarios expuestos de cada texto.

Buen viaje por el tiempo estimado lector.

I Lista cronológica de artículos

·        Parte I: siglo XIX. Enlace (17/06/23)        
Sumario: I Empanadas y pasteles / II Las empanadas en Buenos Aires según Lucio V. Mansilla / III Emilio Daireaux: el negro de los pasteles / IV Los recetarios: Almanaque de la cocinera argentina para 1881; Recetario de María Varela de Beccar; Cocina Ecléctica de Juana Manuela Gorriti y La perfecta cocinera argentina (1895) de Teófila Benavento (pseudónimo Susan Torres de Castex).

 


·        Parte II Recetarios 1900-1940 XIX. Enlace (23/09/23)
Sumario: I ¿Qué tan importante es remontarse al origen de las empanadas? / II Sobre dos tradiciones en España / III Los recetarios argentinos del período: El arte culinario de francisco de Figueredo (1914 1º edición de 1988); La cocinera criolla de Marta (pseudónimo de Mercedes Cullen de Aldao) y La perfecta cocinera argentina de Teófila Benavento (1940) / Algunas conclusiones sobre el período.

·        Parte III El libro de doña Petrona de 1935 (2º edición). Enlace (23/03/24)       
Sumario: I Comer con las manos vs. cuchillo y tenedor / II Doña Petrona 1935. Una incitación a comer pescado / III Doña Petrona, empanadas y pasteles (1935) / IV Doña Petrona, empanadas provinciales (1935) / V Algunas conclusiones.

·        Parte III (Cont.) Los recetarios de doña Petrona 1935-2011. Enlace (18/05/24)  
Sumario: VI El libro de doña Petrona (1942) / VII El libro de doña Petrona (1950) / VIII El libro de doña Petrona (1958) / IX El gran libro de doña Petrona (2011) /X Doña Petrona, algunas conclusiones.

 


·        Parte IV: Recetarios 1941-1990. Enlace (01/06/24)     
Sumario: I Sobre las empanadas criollas y las cornish pasties / II Las empanadas criollas en los recetarios argentinos: El arte de la mesa. El recetario de doña Lola (1944), El libro del buen comer de José Eyzaguirre (1945).

·        Parte IV: Recetarios 1941-1990 (cont.). Enlace (14/06/24)    
Sumario: II Las empanadas criollas en los recetarios argentinos (cont.): La cocinera criolla de Marta (1957); El arte de cocinar de la Congragación Hijas de María y Santa Filomena de Tucumán (1974); Cocina fácil para la mujer moderna de Choly Berreteaga (1977) / III Sobre la identidad de las empanadas tucumanas y las recetas canónicas.

·        Parte V Recetarios 1991-2020. Enlace (10/08/24)        
Sumario: I Algunas empanadas diferentes, cercanas y reconocibles, las empanadas gallegas y los calzones / II Los recetarios (1991-2020): Cocina fácil para la mujer moderna de Choly Berreteaga, edición 35º aniversario (2010); Comer y pasarla bien de Narda Lepes (2010).

 


·        Parte V Recetarios 1991-2020 (cont.). Enlace (05/10/24)      
Sumario: II Los recetarios (cont.): Dolli Irigoyen en su cocina (2009); Producto argentino por Dolli Irigoyen (2014); Siete fuegos, mi cocina argentina de Francis Mallmann (2010); Tierra de fuegos, mi cocina irreverente por Francis Mallmann (2012).

·        Parte V Recetarios 1991-2020 (final). Enlace (19/10/24)       
Sumario: II Los recetarios (cont.): Nueva cocina argentina de Pietro Sorba (2012); Recetas de bodegones de Pietro Sorba (2015) / Lo que quedó afuera.

·        Parte VI: Recetarios regionales. Enlace (04/01/25)       
Sumario: I Entre “comidas para llevar” y “envíos a domicilio” / II Recetarios y recetas: La cocina criolla de Margarita Elichondo (2008, 1º edición 1990).


·        Parte VI: Recetarios regionales (Cont.). Enlace (15/02/25)     
Sumario: III Sobre los recetarios de cocina regional, criolla y tradicional / IV Recetarios y recetas (cont.): El libro de la cocina criolla por Juan Carlos Martelli y Beatriz Spinoza (2009, 1º de 1991); La cocina de nuestra tierra de Choly Berreteaga (2025); La cocina de Emma, recetas de una familia mendocina de Julieta Zuccardi (2020).

·        Parte VI: Recetarios regionales (Ter). Enlace (15/03/25)        
Sumario: V Los recetarios y las celebraciones del bicentenario: Las mejores recetas de la cocina regional salteña de Luisa Angélica Pozzi de Hinojosa (2009); Platos con historia (200 años de cocina argentina) de Agustina Arias (2010); Sabores con sapucay, Saberes y sabores norteños y Sabores cuyanos de Presidencia de la Nación, Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, Proyecto Recetarios Regionales, coordinadora María Liliana Gamarra (2010 c).

 


·        Parte VI: Recetarios regionales (Final). Enlace (07/06/25)      
Sumario: V Los recetarios y las celebraciones del bicentenario (cont.): Desde el centro del país, Sabores de Buenos Aires, de las sierras al puerto y Sabores del sur, de la cordillera al mar de Presidencia de la Nación, Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, Proyecto Recetarios Regionales, coordinadora María Liliana Gamarra (2010 c) / VI Algunas variables que se perciben a lo largo de más de un siglo y medio.

II Conclusiones

·        ALGUNAS COCNLUSIONES Parte I. Enlace (05/07/25)    
Sumario: Evolución del uso de la materia grasa; La grasa de pella y las empanadas criollas de todos los tiempos.

 


·        ALGUNAS COCNLUSIONES Parte II. Enlace (02/08/25)  
Sumario: Aceitunas, huevos duros… y pasas de uva; …y el azúcar; La papa y la cebolla de verdeo y Lo que dejé afuera.

III Recetas personales

·        Empanadas criollas. Enlace (09/12/11) (1)

·        Tapas para empanadas (recetas para horno y fritas). Enlace (05/05/12).

IV Revisiones

·        Sobre las empanadas en la primera edición de La cocinera Criolla de Marta (1914) – Revisión. Enlace (09/03/24).  
Sumario: I La cocinera criolla, una visión integral / II Primeras reflexiones sobre la edición de 1957 (c) / III Una recorrida somera sobre el tomo I (1914) / IV Las empanadas provinciales de Marta.

 


·        La tía Chocha y la receta de mis empanadas – Revisión. Enlace (09/10/21)        
Sumario: I Las empanadas criollas y yo / II Los secretos del relleno (incluye receta) / III Las tapas de la tía Chocha (incluye receta) (1)

Notas y referencias:

(1) 2022, Aiscurri, Mario, Sabores entrañables (Recetas y reflexiones sobre una cocina neocriolla crepuscular en Buenos Aires), Buenos Aires, Puntoaparte Ediciones Independientes, pp. 37-41, 103-106.


sábado, 16 de agosto de 2025

Paltos, mameyes y guayabos, frutos indianos (1590)

José Acosta s.j. nació en Medina del Campo (Valladolid) en 1540 y falleció en Salamanca en 1600. Ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en 1561, ordenándose sacerdote en 1567. Pasó 17 años en Perú y México. En 1590 se publicó en Sevilla su obra más importante, Historia Natural y Moral de las Indias. Se trata de una síntesis natural y antropológica de los territorios ocupados por los españoles en el siglo XVI. “Sus ideas se adelantan en 250 años a algunas de las hipótesis de Darwin. La vida de Acosta fue muy discutida dentro del contexto social y político de la España de Felipe II, de la Iglesia de Roma y de la Compañía de Jesús” (1)


Los fragmentos que se transcriben a continuación están tomados del “Libro Cuarto” de la obra citada. La misma se compone de siete libros. Los cuatro primeros están dedicados a la historia natural, los tres siguientes poseen un carácter “antropológico”. En los tres primeros libros, las referencias sobre la vida y las costumbres alimentarias de los indios americanos son escasas y escuetas. El Libro cuarto expone sobre los frutos de la tierra, primero los minerales y luego los vegetales y animales que son aptos para la alimentación humana. En este fragmento seleccionado, describe los productos de algunos árboles y arbustos, comparándolos con otros europeos similares. Así ve en la palta, por ejemplo, una pera indiana. (2)

Paltos, mameyes y guayabos (siglo XVI)

Éstas que hemos dicho son las plantas de más granjería y vivienda en Indias. Hay también otras muchas para comer: entre ellas, los mameyes son preciados, del tamaño de grandes melocotones y mayores; tienen uno o dos huesos dentro; es la carne algo recia. Unos hay dulces y otros un poco agrios. La cáscara también es recia. De la carne de éstos hacen conserva, y parece carne de membrillo; son de buen comer, y su conserva mejor. Dánse en las islas; no los he visto en el Perú; es árbol grande, bien hecho y de buena copa.

”Los guayabos son otros árboles que comúnmente dan una fruta ruin, llena de pepitas recias, del tamaño de manzanas pequeñas. En Tierra Firme y en las islas es árbol y fruta de mala fama; dicen que huelen a chinches, y su sabor es muy grosero, y el efecto poco sano. En Santo Domingo y en aquellas islas hay montañas espesas de guayabos, y afirman que no había tal árbol cuando españoles arribaron allá, sino que llevado de no sé dónde ha multiplicado infinitamente. Porque las pepitas ningún animal las gasta, y vueltas, como la tierra es húmeda y cálida, dicen que han multiplicado lo que se ve. En el Perú es este árbol diferente, porque la fruta no es colorada, sino blanca, y no tiene ningún mal olor, y el sabor es bueno; y de algunos géneros de guayabos es tan buena la fruta como la muy buena de España, en especial los que llaman guayabos de Matos, y otras guayabillas chicas blancas. Es fruta para estómagos de buena digestión y sanos, porque es recia de digerir y fría, asaz.

”Las paltas al revés son calientes y delicadas. Es el palto árbol grande, y bien hecho, y de buena copa, y su fruta de la figura de peras grandes; tiene dentro un hueso grandecillo; lo demás es carne blanda, y cuando están bien maduras es como manteca, y el gusto delicado y mantecoso. En el Perú son grandes las paltas, y tienen cáscara dura, que toda entera se quita. En Méjico por la mayor parte son pequeñas, y la cáscara delgada, que se monda como de manzanas; tiénenla por comida sana, y que algo declina a cálida, como he dicho.

”Estos son los melocotones, manzanas y peras de Indias, mameyes, guayabas y paltas, aunque yo antes escogería las de Europa; otros por el uso o afición quizá tendrán por buena o mejor aquella fruta de Indias. Una cosa es cierta, que los que no han visto y probado estas frutas les hará poco concepto leer esto, y aun les cansará el oírlo, y a mí también me va cansando; y así abreviaré con referir otras pocas de diferencias de frutas, porque todas es imposible.” (3)

Notas y Bibliografía: 

(1) Leído en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=140428#, el 3 de julio de 2023.

(2) 1590, Acosta, José de s.j., Historia natural y moral de Las Indias, Sevilla, San Juan de León. Leído el 3 de julio de 2023 en https://www.google.com.ar/books/edition/Historia_natural_y_moral_de_las_Indias/JA4rAQAAIAAJ?hl=es-419&gbpv=1&pg=PA2&printsec=frontcover

(3) Ídem, pp. 386-388.


Usos alimentarios y textiles del maguey, las tunas y el algodón (1590)

José Acosta s.j. nació en Medina del Campo (Valladolid) en 1540 y falleció en Salamanca en 1600. Ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en 1561, ordenándose sacerdote en 1567. Pasó 17 años en Perú y México. En 1590 se publicó en Sevilla su obra más importante, Historia Natural y Moral de las Indias. Se trata de una síntesis natural y antropológica de los territorios ocupados por los españoles en el siglo XVI. “Sus ideas se adelantan en 250 años a algunas de las hipótesis de Darwin. La vida de Acosta fue muy discutida dentro del contexto social y político de la España de Felipe II, de la Iglesia de Roma y de la Compañía de Jesús” (1)


Los fragmentos que se transcriben a continuación están tomados del “Libro Cuarto” de la obra citada. La misma se compone de siete libros. Los cuatro primeros están dedicados a la historia natural, los tres siguientes poseen un carácter “antropológico”. En los tres primeros libros, las referencias sobre la vida y las costumbres alimentarias de los indios americanos son escasas y escuetas. El Libro cuarto expone sobre los frutos de la tierra, primero los minerales y luego los vegetales y animales que son aptos para la alimentación humana y para otros usos. En este fragmento describe plantas de uso alimentario y textil. (2)

Maguey, tunas y algodón (siglo XVI)

El árbol de las maravillas es el maguey, de que los nuevos o chapetones (como en Indias los llaman) suelen escribir milagros, de que da agua y vino y aceite y vinagre y miel y arrope y hilo y aguja y otras cien cosas. El es un árbol que en la Nueva España estiman mucho los indios, y de ordinario tienen en su habitación alguno o algunos de este género para ayuda a su vida; y en los campos se da y le cultivan. Tiene unas hojas anchas y groseras, y el cabo de ellas es una punta aguda y recia que sirve para prender o asir como alfileres, o para coser, y ésta es el aguja: sacan de la hoja cierta hebra o hilo. El tronco, que es grueso, cuando está tierno, le cortan y queda una concavidad grande, donde sube la sustancia de la raíz, y es un licor que se bebe como agua, y es fresco y dulce; este mismo, cocido, se hace como vino, y dejándolo acedar se vuelve vinagre; y apurándolo el más al fuego es como miel; y a medio cocer sirve de arrope, y es de buen sabor y sano, y a mi parecer es mejor que arrope de uvas. Así van cociendo estas y otras diferencias de aquel jugo o licor, el cual se da en mucha cantidad; porque por algún tiempo cada día sacan algunas azumbres de ello. Hay este árbol también en el Perú, mas no le aprovechan como en la Nueva España. El palo de este árbol es fofo, y sirve para conservar el fuego, porque como mecha de arcabuz tiene el fuego, y le guarda mucho tiempo, y de esto he visto servirse de él los indios en el Perú.

El tunal es otro árbol célebre de la Nueva España, si árbol se debe llamar un montón de hojas o pencas unas sobre otras, y en esto es de la más extraña hechura que hay árbol porque nace una hoja, y de aquélla otra, y de ésta otra, y así va hasta el cabo; salvo que, como van saliendo hojas arriba o a los lados, las de abajo se van engrosando, y llegan cuasi a perder la figura de hoja, y hacer tronco y ramos, y todo él espinoso, áspero y feo, que por eso le llaman en algunas partes cardón. Hay cardones o tunales silvestres, y éstos, o no dan fruta o es muy espinosa y sin provecho. Hay tunales domésticos, y dan una fruta en Indias muy estimada que llaman tunas, y son mayores que ciruelas de fraile buen rato, y así rollizas abren la cáscara, que es gruesa, y dentro hay carne y granillos como de higos, que tienen muy buen gusto, y son muy dulces, especialmente las blancas, y tienen cierto olor suave; las coloradas no son tan buenas de ordinario.

Hay otros tunales que, aunque no dan ese fruto, los estiman mucho más y los cultivan con gran cuidado, porque aunque no dan fruta de tunas, dan empero el beneficio de la grana. Porque en las hojas de este árbol, cuando es bien cultivado, nacen unos gusanillos pegados a ella y cubiertos de cierta telilla delgada, los cuales delicadamente cogen y son la cochinilla tan afamada de Indias, con que tiñen la grana fina; déjanlos secar, y así secos los traen a España, que es una rica y gruesa mercadería; vale la arroba de esta cochinilla o grana muchos ducados. En la flota del año de ochenta y siete vinieron cinco mil seiscientas setenta y siete arrobas de grana, que montaron doscientos ochenta y tres mil setecientos y cincuenta pesos; y de ordinario viene cada año semejante riqueza.

Danse estos tunales en tierras templadas, que declinan a frío; en el Perú no se han dado hasta agora; y en España, aunque he visto alguna planta de éstas; pero no de suerte que haya que hacer caso de ella. Y aunque no es árbol, sino yerba de la que se saca el añil, que es para tinte de paños, por ser mercadería que viene con la grana, diré que también se da en cuantidad en la Nueva España, y vino en la flota que he dicho, obra de veinte y cinco mil y doscientas y sesenta y tres arrobas, que montaron otros tantos pesos.

El algodón también se da en árboles pequeños y en grandes, que tienen unos como capullos, los cuales se abren y dan aquella hilaza o vello, que cogido hilan y tejen, y hacen ropa de ello. Es uno de los mayores beneficios que tienen las Indias, porque les sirve en lugar de lino y de lana para ropa; dáse en tierras calientes en los valles y costa del Perú mucho, y en la Nueva España, y en Filipinas y China, y mucho más que en parte que yo sepa, en la provincia de Tucumán, y en la de Santa Cruz de la Sierra, y en el Paraguay; y en estas partes es el principal caudal. De las islas de Santo Domingo se trae algodón a España; y el año que he dicho se trajeron sesenta y cuatro arrobas. En las partes de Indias donde hay algodón es la tela de que más ordinariamente visten hombres y mujeres, y hacen ropa de mesa, y aun lonas o velas de naos. Hay uno vasto y grosero; otro delicado y sutil, y con diversos colores lo tiñen y hacen las diferencias que en paños de Europa vemos en las lanas.” (3)

Notas y Bibliografía: 

(1) Leído en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=140428#, el 3 de julio de 2023.

(2) 1590, Acosta, José de s.j., Historia natural y moral de Las Indias, Sevilla, San Juan de León. Leído el 3 de julio de 2023 en https://www.google.com.ar/books/edition/Historia_natural_y_moral_de_las_Indias/JA4rAQAAIAAJ?hl=es-419&gbpv=1&pg=PA2&printsec=frontcover

(3) Ídem, pp. 382-385.


sábado, 2 de agosto de 2025

Las empanadas en los recetarios argentinos - ALGUNAS CONCLUSIONES Parte II

Ir a Parte I

Sigo exponiendo algunas conclusiones provisorias sobre las empanadas criollas con atribución de identidad provincial. Lo hago después de un prolijo recorrido por los recetarios argentinos publicados entre 1880 y 2020, como ya dije me he permitido exponer algunas conclusiones sobre la evolución registrada en esos repositorios documentales. La primera parte de estas conclusiones se refieren a la evolución de la materia grasa en la cocina argentina en general y en las empanadas en particular.

Las imágenes pertenecen al autor a o a su biblioteca

Ahora toca revisar los ingredientes que acompañaron a la carne en los recados de esas empanadas.

Aceitunas, huevos duros… y pasas de uva

En el recado de casi todas las buenas empanadas criollas de todos los tiempos, se agregan aceitunas descarozadas y huevo duro picado, salvo preferencias personales en contrario que, por lo general, no se registran en los recetarios. Durante mucho tiempo, las pasas de uva sin semillas completaban una trilogía infaltable con esos ingredientes, pero, luego, éstas últimas entraron en decadencia y hoy casi ni aparecen en las recetas y en las prácticas comerciales y hogareñas. Han sido excluidas de los recados de las empanadas e, incluso, de otros tipos de picadillos de carne como el que lleva el pastel de papas.

Históricamente las pasas de uva, en estas preparaciones, se presentan como un resabio del agregado de azúcar, de frutas y condimentos de repostería (v. g., canela) en los rellenos más antiguos de nuestro recorrido.


Estas combinaciones de dulce y salado, que los porteños llamamos “agridulce”, ha sido una de las características de la cocina palaciega desde por lo menos el Renacimiento. El hecho lo he verificado en la cocina española, pero juzgo que era propio de la cocina europea desde antes incluso de ese período histórico. Lo que ocurre es que los recetarios más antiguos que suelo consultar son los españoles del Siglo XVI y XVII y, en ellos, el fenómeno se verifica.

Lo cierto es que esta combinación se encuentra muy presente en las empanadas expuestas en los recetarios argentinos de fines del siglo XIX y de la primera década del XX, como el lector puede comprobar en los primeros artículos de esta serie. (10)

El tema ha sido muy estudiado por varios científicos sociales, como Carina Perticone y María Marschoff. (11) De la última recomiendo un texto excelente sobre la relación en entre el manjar blanco y el arroz con leche. De la primera, rescataré ideas que expuso en un par de conferencias que dictó en el patio del Museo Histórico Nacional en 2022 y 2024. En esta última conferencia, mi amiga Carina hizo un repaso muy pulcro de esta evolución, ensayando la dialéctica imposición de un nuevo gusto – resistencia de la costumbre. Escuchándola advertí que estamos viviendo los últimos estertores de esa resistencia (y, tal vez, en los comienzos de una nueva). Escuchaba atentamente, pero no pude evitar que se me escapara un “¡aguante la carbonada!” Expresión que Carina celebró replicando con un “¡aguante la carbonada!” y una sonrisa cómplice. (12) En la conferencia de 2022, convidó a los asistentes con empanadas hechas por un cocinero de San Telmo, utilizando la receta de Francisco Figueredo de fines del siglo XIX (ver nota (10)).

En mi experiencia personal, recuerdo que mi madre, hace sesenta años, le agregaba pasas de uva, tanto al relleno de las empanadas como al picadillo del pastel de papas. De niño, detestaba esa presencia. Hace unos diez años, tía Chocha me contó la historia de amor que había detrás de esa inclusión que hacía mi madre. (13) En la actualidad, mi gusto las ha aceptado. Suelo comer, cada tanto, unas denominada “Eulogia” que lleva carne con pasas de uva. Las ofrecen en el local de “Empanadas Salteñas” (Zárraga y Superí), mi proveedor habitual de empanadas con envíos a domicilio (suelo alternarlas con las mías en el consumo en casa).


Creo que las empanadas mejoran con pasas de uva, pero no hay que cometer el error de hidratarlas y ponerlas enteras con las semilla. Hay que sacarles las pepitas como proponía doña Petrona, hidratarlas y, en mi modesta opinión, picarlas. (14) El resultado, unas empanadas sublimes que enorgullecerían al propio Martínez Montiño, el cocinero de los tres Felipes.

Amo esos platos de resistencia como la carbonada y la suprema maryland. Ahora que lo pienso bien, la clase media con aspiraciones de ascenso y gusto afrancesado, también participaba, inconscientemente claro está, de esta resistencia. Era frecuente ver, en sus mesas familiares, una comida de regalo, de gran reputación académica francesa, que te ofrecían en las grandes ocasiones, el carré de cerdo mechado con ciruelas con guarnición de puré de manzanas… ¡Ah! Y también esos calentitos de copetín que, que te servían en las confitería finas, que consistían en una ciruela pasa  descarozadas envuelta en panceta.

…y el azúcar

En los primeros tiempos de mi recorrido, se agregaba azúcar a la masa y al recado y a los momentos de horneado y de consumo de nuestras empanadas. Como la grasa, no se trata de una variable aislada y singular de las empanadas y el pastel de papas; sino una constante en un estilo histórico de cocinar en castellano como ya lo he dicho arriba.


La evolución de nuestro plato criollo reconoce dos vertientes, a saber: 1) La progresiva reducción de azúcar en las empanadas en general y 2) La temprana ausencia del azúcar en las empanadas con atributo de identidad provincial.

En los recetarios publicados en Buenos Aires en las dos últimas décadas del siglo XIX, la presencia del azúcar (a veces, acompañada de canela) en la elaboración de la masa es casi unánime. Otro tanto ocurre con su presencia en los rellenos de carne. Incluso, cuando no llevaban azúcar, llevaban fruta, y no solo pasas de uva. Por poner un ejemplo, en una receta de 1880, el “Recado de empanadas” lleva, además de carne, grasa, cebolla, tomates, pimientos, huevos duros y aceitunas, y también membrillo y pera o manzana; se condimenta con pimentón comino y vinagre. (15)

El azúcar se fue reduciendo primero y desapareciendo después de estas fórmulas de masa y relleno; conservándose un tiempo más la costumbre de espolvorear azúcar sobre las empanadas cuando son llevadas al horno o en el momento de comerlas. (16) He visto, en algunas familias, que la costumbre de comerlas con un agregado de azúcar se conservó hasta épocas muy recientes.


Un párrafo para un libro notable, La perfecta cocinera argentina de Teófila Benavento. Publicado originalmente en 1888, recientemente fue recuperada, y llevada a la estampa, la 11° edición de 1895. La obra contiene tres recetas de interés. Dos de ellas, sin atributos a su condición simples de “empanadas”. Exponen únicamente la receta de la masa que, en ambos casos, lleva una proporción significativa de azúcar.

La tercera es la receta de “Empanadas santiagueñas”. En ella, ni la masa, ni el relleno llevan azúcar. Es la primera receta que vi publicada con atributo de identidad provincial que, adicionalmente, inaugura la tradición de empanadas sin azúcar en los recetarios impresos.


En síntesis, las empanadas en general fueron perdiendo el azúcar en su composición y las empanadas de identidad provincial nacieron sin ella… y aún se conservan así, compartiendo el ritual de identidad, esta ausencia de azúcar y la presencia de la grasa.

En lo personal, no me gustan las empanadas con azúcar, salvo en un caso particular, las “salteñas potosinas” que consisten en un relleno que es un tuco de pollo, jugoso y picante, encerrado en una masa algo más que dulzona.

La papa y la cebolla de verdeo

Finalmente debo decir que hay dos ingredientes que forman parte habitual de muchas empanadas actuales que aparecieron en tiempos más recientes.


La papa aparece en algunas fórmulas en los años treinta. Sólo por poner un ejemplo de doña Petrona, está presente en la receta de “Empandas cordobesas” (ya desde por lo menos en la segunda edición de 1935). En la misma obra, las “Empanadas tucumanas” son las primeras que registré que llevan cebolla de verdeo. (18)

La primera receta de “empanadas salteñas” que encontré está expuesta en el recetario de doña Lola de 1944. El relleno lleva papa y puerro en lugar de cebolla de verdeo. (19)

Lo que dejé afuera, por ahora

Siempre queda algo más para decir en materia de empanadas criollas. Y sabe el lector que, por ahora, he dejado pendientes los recetarios posteriores a 2020, en especial esa magnífica recopilación que Pietro Sorba publicó bajo el título de Santa empanada. (20)


Pero estas obras tendrán que esperar porque pienso completar estas reflexiones sobre la evolución temporal a través de un siglo y medio, con un relevamiento espacial. Sí, buscaré entre las empanadas con atribución de localía provincial, las recetas canónicas de cada una de ellas. ¿Las encontraré? Muy probablemente, no en todos los casos.

Notas y referencias:

(10) 2024, Aiscurri, Mario, “Las empanadas en los recetarios argentinos Parte I; Siglo XIX”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2023/06/las-empanadas-en-los-recetarios.html el 23 de enero de 2025.     
2024, Aiscurri, Mario, “Las empanadas en los recetarios argentinos Parte II; Recetarios 1890- 1940”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2023/09/las-empanadas-en-los-recetarios.html el 23 de enero de 2025.

(11) 2017, Marschoff, María, “El ingrediente secreto: la memoria en el cocinar y en el comer”, en Pellini, José Roberto et al. (Editores), Sentidos indisciplinados. Arqueología, sensorialidad y narrativas alternativas, Madrid, JAS Arqueología S.L.U., pp. 373-406.   
El texto de Marchoff es muy bueno y se puede bajar en un PDF; pero si ven anunciada una charla de Carina Perticone, no se la pierdan, su exposición didáctica es insustituible. 

(12) Carina reflexionaba sobre la evolución de los gustos y sobre el gusto argentino y el gusto globalizado y globalizante. Hace algunos años, ensayé la idea de que el gusto porteño se resume en la preferencia por lo dulce, lo suave y lo cocido. Hoy se nos invita, porque la globalización manda, a preferir lo ácido, lo picante y lo crudo o escasamente cocido. ¿Habrá una nueva resistencia?
2022, Aiscurri, Mario, “El gusto de la cocina porteña. Lo dulce, lo suave, lo cocido”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído el 24 de enero de 2025 en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2022/03/el-gusto-de-la-cocina-portena-lo-dulce.html.

(13) 2022, Aiscurri, Mario, Sabores entrañables (Recetas y reflexiones sobre una cocina neocriolla crepuscular en Buenos Aires), Buenos Aires, Puntoaparte Ediciones Independientes.

(14) Doña Petrona lo indica así en varios sitios de su obra. Consultar, por ejemplo, la receta de “Empandas santiagueñas” en   
1935, Gandulfo, Petrona C. de, El libro de doña Petrona, Buenos Aires, Segunda edición corregida y aumentada (1° edición de 1934), pp. 195-196.      
2011, Gandulfo, Petrona C. de, El gran libro de doña Petrona, Buenos Aires, Distal, 2011, edición 102°, s/año de edición original (1° edición de 1934), pp. 398.

(15) 1880, V. P. de P., Almanaque de la Cocinera Argentina para 1881, Buenos Aires, Imprenta y Librería de Mayo, transcripto íntegramente en 2020, Fugardo, Marcela y Caldo, Paula, La cocinera Argentina. Un recetario del siglo XIX de enigmática autoría, Buenos Aires, Maizal Ediciones, pp. 97

(16) Por ejemplo, “Empanaditas de carne” en 1935, Gandulfo, Petrona C. de, El libro de doña Petrona, Buenos Aires, Segunda edición corregida y aumentada (1° edición de 1934), pp. 197. También “masa para empavadas al horno” en 1944, L. P. de P., El arte de la mesa. Recetario de doña Lola, Buenos Aires, Guillermo Kraft LTDA, pp. 202.

(17) 1895, Benavento, Teófila, La perfecta cocinera argentina, duodécima edición, Buenos Aires, Tusquets, 2020, 1° edición de 1888, 72-73.

(18) 1935, Gandulfo, Petrona C. de, Cit, pp. 193-194, 196-197.

(19) 1944, L. P. de P., Op. Cit., pp. 210.

(20) 2021, Sorba, Pietro, Santa Empanada, Buenos Aires, Grupo Editorial Planeta.


viernes, 1 de agosto de 2025

DE ALGECIRAS A ESTAMBUL, GUISO DE LENTEJAS CON CHORIZO

8 de agosto de 2025 a las 20 hs
en el Centro Riojano Español de Buenos Aires
Av. Belgrano 952
Receta, historia, demostración práctica y degustación

Los invito a participar de esta actividad que exhibe una versión española de este guiso que tiene una presencia diversificada a lo largo y a lo ancho del mediterráneo, donde se lo conoce desde los tiempos bíblicos.

Se requiere reserva previa.

El volante que sigue a contiene toda la in formación sobre que el que quiera asistir necesita.


 


sábado, 19 de julio de 2025

Viaje al Siglo XVIII por las calles estrechas del bajo de Monserrat (Parte II) (2024/noviembre)

San Domingo, Los siete ríos de La Rioja Española y algo más…

Ir a Parte I

A Corpus Martínez y Fran López

Encandilados, yo por lo menos, por la luz rutilante que inunda las naves de San Ignacio y San Francisco, los viajeros (Marta, Haydée, José y yo) salimos de este último templo con la clara intención de seguir aprovechando la intensa luz del mediodía en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de los dominicos, donde completaríamos el circuito, o eso por lo menos, creí en ese momento, por el siglo XVIII en el bajo de Monserrat.

Las imágenes pertenecen al autor, salvo indicación en contrario 

Personalmente, había hecho el recorrido por estas iglesias hace varios años. Fue cuando llevé Corpus Martínez y a Fran López, su marido, mis paisanos de la Villa de Igea en la Rioja Española, a recorrer Monserrat y San Telmo. Mi pretensión, en esa oportunidad, no fue mostrarle estos templos, sino el entorno patrimonial urbano de esos barrios de Buenos Aires.

En ese recorrido tuvimos poca suerte. San Ignacio estaba abierto, pero se veía a los artesanos que cuidadosamente restauraban todavía algunos de los altares de las capillas laterales. En San francisco no pudimos entrar, el templo se hallaba cerrado por un intenso trabajo de restauración integral cuyos resultados pudimos celebrar ahora, como ya lo expuse en la primera parte del recorrido que llevo comentando en estas notas.


Pero, en Santo Domingo, es donde peor nos fue en aquella oportunidad. Las naves oscuras y deterioradas se mostraban desnudas de obras de restauración y, lo peor, mi ignorancia me impidió mostrarles el Camarín de la Virgen y su portentoso tesoro… Ahora tenía la oportunidad de una revancha. Por eso los invito a entrar en esta Iglesia… A los lectores, en general y a Corpus y Fran, en especial.

III Santo Domingo, en vías de recuperación

Caminamos por la calle Defensa las dos cuadras que separan San Francisco de Santo Domingo bajo el sol intenso de una primavera que ya se probaba los trajes del verano.

Los porteños de hoy, llamamos Santo Domingo a este templo; pero, en realidad, se trata de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, anexa el convento de los dominicos.


El atrio es impactante. Gobernado centralmente por el mausoleo de Manuel Belgrano, devoto de la Virgen del Rosario; acompañado por la torre del este impactada por la artillería de las milicias porteñas durante las jornadas de la Defensa de Buenos Aires, en 1807, y por el estilo que yo llamaría ecléctico de la fachada principal.

Allí se ve un tímpano neoclásico, pero también se ven, como observó Marta, algunos rastros de estilo italianizante, similares a los que se se pueden observar en las iglesias de San Francisco en las ciudades de Salta y San Miguel de Tucumán, especialmente en las torres.

En realidad, la fachada no fue concebida en su eclecticismo, sino en el estilo colonial barroco del siglo XVIII. José halló su descripción original en un artículo de Mario Buschiazzo, publicado en 1951 por el Instituto de Arte americano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. La Fachada actual se debe a una refacción llevada a cabo por “los constructores Plon y Oliver en 1894” (así los trata Buschiazzo). (3)

Santo Domingo en la primera mitad del siglo XIX
Imagen de Carlos Pellegrini (padre)
Referencia en (a) 

José comenta el artículo diciendo: “Me quedó el sabor de un pasado tergiversado, más por cuestiones ideológicas que por evoluciones arquitectónicas: “La segunda mitad del siglo pasado fue un período que se distinguió en toda América por el ímpetu con que los llamados espíritus progresistas arremetieron contra los monumentos que habíamos heredado del período hispánico””. (4)

Afortunadamente, una litografía del ingeniero Carlos Pellegrini, rescata la fachada, tal y como se la veía en 1830.

El templo está mucho más oscuro que los otros, tal vez tenga una estructura con menor acceso lumínico que San Ignacio y San Francisco. Digo tal vez, porque las naves laterales estaban invadidas por andamios, hecho que, obviamente, me puso feliz… Me dije, por fin le tocó a Santo Domingo.


De modo que la recorrida fue escueta, andando por donde pudimos… Terminamos concentrándonos en el camarín de la Virgen que, para mí, resultó todo un descubrimiento.

Allí se conservan las banderas y estandartes tomados por los porteños (por todos ellos, hayan sido peninsulares, criollos o extranjeros) a las tropas británicas invasoras de 1806 y 1807.

Según un relato que lleva las trazas de legendario, ocurrió que, cuando los británicos ocuparon Buenos Aires en 1806, Santiago de Liniers, también devoto de la Virgen del Santo Rosario, prometió allí trabajar por la reconquista de la Ciudad y que, si tenía éxito en la empresa, depositaría los trofeos obtenidos en ese templo. Efectivamente, se siguen conservando allí desde 1807, cuando se rindieron las tropas británicas que se acantonaron en el convento ante el ataque de las milicias porteñas. Episodio que también recuerdan el impacto de las balas de cañón sobre la torre del este (la única que tenía el templo por entonces).

Esas balas fueron reemplazadas por tacos de madera durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, y siguen dando testimonio de los hechos que nos enorgullecen a los porteños de todos los tiempos.

Salí de ese templo totalmente conmovido… recordando haber pasado por esa esquina y haber ingresado por primera vez hace más de cincuenta y cinco años sin saber entonces del tesoro que se escondía en el camarín de la Virgen. Sí, se cumplieron ya cincuenta y cinco años desde que entré en la iglesia para escuchar un concierto de órgano, en 1970.


Bajo ese mismo sol radiante, caminamos algunas cuadras por la avenida Belgrano hasta llegar al número 958, donde queda el restaurante Siete Ríos del Centro Riojano Español de Buenos Aires… iba yo con el corazón inflamado de emociones.

IV Un intermedio por los Siete Ríos de La Rioja Española

Entramos en el restaurante. Nos sentamos a una mesa y disfrutamos de delicias varias de la cocina de raigambre hispana en La Argentina. En el momento de componer estas notas, había olvidado qué comió cada uno, pero me empeñé en reconstruir aquella tenida gastronómica.

Sí recordaba que compartimos una tortilla muy buena. Hecha a la moda española actual con las papas y la cebolla confitadas y los huevos poco cuajados. Esta novedosa preparación, que ya lleva algunos años en nuestros lares, pocos por cierto, se constituye, en este caso, en una nueva síntesis de la comida hispano argentina de Buenos Aires. No sólo estaba babé, como dije, es decir, al gusto porteño mayoritario; sino que, además, llevaba chorizo colorado, al estilo de la tortilla que los porteños llamamos siempre “a la española”.

Con todo, para completar el cuadro, recurrí a la notable memoria de Marta que me ayudó a componer la exposición del surtido de viandas que tuvimos sobre la mesa. Marta comió pimientos del piquillo rellenos de pescado; José, unos chipirones a la plancha y Haydée y yo compartimos unos canelones rellenos de pescado. Finalmente, todos compartimos unas gambas al ajillo. (6)

Las fotos de 7 Ríos pertenecen de Marta Gallegos

El restaurante del Centro Riojano Español de Buenos Aires se ha renovado en nombre y estilo. Siete Ríos alude a los cursos de agua de la Rioja Española que llevan su caudal hasta el Ebro (Tirón, Oja, Najerilla, Iregua, Leza, Cidacos y Alhama-Linares). El estilo de la cocina que, si bien sigue la línea de la tradición de restaurante “españoles” de Buenos Aires, ha sido renovado con las modas, estilos, técnicas e, incluso, recetas tomadas de la restauración española actual.

Ya describí la tortilla y su novedoso estilo a la moda actual de España. Agrego que la presencia de los pimientos del piquillo rellenos aporta su novedad en producto y receta, presente en la cocina hispano porteña desde hace relativamente pocos años.


Tomamos buenos vinos, un torrontés (Marta, especialista en esta cepa, y Haydée también, siempre manifiestan su preferencia por los vinos blancos) y un excelente tinto mendocino.

La charla amable y distendida estaba coronando una recorrida que a mí ya me había resultado maravillosa. Hablamos de temas diversos. Destaco, sobre todo, un breve intercambio sobre la identidad de la cocina italiana. En ese intercambio, yo sostenía que la mayoría de las creaciones actuales de la cocina italiana no provenían de la Península, sino de las colectividades degli italiani all’estero. Puse por ejemplo la creación neoyorquina de la pasta con albóndigas. A lo que Marta respondió que Goyo Branca, un amigo en común que todos tenemos, preparaba una receta de su abuelo que lleva albondiguitas. Insistí en mi idea y pronto cambiamos de tema hacia tópico vinculado con nuestra aventura dieciochesca.

Sin embargo, el tema de la cocina italiana no quedó allí. Se desplegó en apasionado debate con José en los días siguientes. Concluyó con la consulta a nuestro amigo Goyo y con la publicación de las recetas de su abuelo que este Recopilador acaba de editar (en el texto central de esa recopilación, expuse en extenso el sentido y el contenido del debate). (7)


Terminé satisfecho y creí que allí casi que terminaría nuestro viaje. Pensé que sólo restaba entrar en predio de la Procuraduría de los Jesuitas y volver a la Plaza de Mayo para ver donde estaban las estatuas que yo siempre había visto en la plazoleta de San Francisco…

…Pero José que conoce bien el barrio (es egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires), aún tenía un as en la manga y, más que un as, un póker de ases…

V Dejamos algo pendiente por voluntad ajena, los túneles de Buenos Aires

El sol intenso del mediodía porteño parecía iniciar su declinación cuando salimos del restaurante a eso de las cuatro y media de la tarde. Tal vez quería decirnos que aún faltaban algunas semanas para el verano y que ese atardecer sería amable.

Todos los que han recorrido la Manzana de la Luces conocen buena parte de su historia y han visitado algunos de los locales en donde se ha ido construyendo parte la porteñidad moderna, desde la expulsión de los jesuitas hasta la noche de los bastones largos, ocurrida casi exactamente dos siglos después.


Efectivamente, en el patio de la ex procuraduría de la Compañía de Jesús hasta 1767, funcionó la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires. Fue principal objetivo del desalojo de la casa de Altos Estudios ordenada por el Gobierno de Facto de 1966, en la jornada conocida como la Noche de los Bastones Largos. Entre ambas fechas, la manzana fue sede del cuartel de los Patricios, durante la Revolución de Mayo, sede de la Universidad creada durante el Gobierno de Martín Rodríguez y de la Sala de Representantes de la Provincia de Buenos Aires por varias décadas, en la primera mitad del siglo XIX.

El predio conserva buena parte de la historia de esa congregación religiosa en el Río de la Plata del siglo XVIII. Esa misma mañana, habíamos iniciado nuestro viaje por la iglesia de San Ignacio y, como ya conté en la Parte I, a Marta le llamó la atención la roseta por la que entraba la luz sobre el altar mayor. ¿De dónde viene esa luz? Precisamente del patio de la procuraduría, le dije sin tener certeza hasta que estuvimos allí y pudimos verificarlo.

De modo que entramos y vimos la roseta desde el otro lado; pero hay muchas cosas más en ese patio o plaza seca interior. Hace algunos años, por ejemplo, había una excursión que hacía bajar a los visitantes al subsuelo y recorrer los misteriosos túneles que la arqueología urbana de los últimos años ha puesto al descubierto. Pero las visitas guiadas estaban suspendidas en noviembre de 2024 y nos informaron que no se sabía, si se iban a reanudar.


Me pregunté si, quien decidió esa suspensión, quería clausurar la historia que nos identifica, en su área de responsabilidad específica por lo menos… pero surgió en mi mente una negativa casi inmediata. Es muy difícil que la historia se deje clausurar, siempre, por algún lado, los testimonios afloran y vuelven a la superficie con encomiable obstinación. El problema suele ser que, muchas veces, nos cuesta mirarlos de frente y nos dejamos obnubilar por sombrías neblinas o por destellos de apariencia iridiscente.

Cuando salimos de allí, José que vino preparado para rodear la Manzana hasta llegar el frente del Colegio Nacional de Buenos Aires (cronológicamente el último edificio levantado en ella), nos incitó a seguir nuestro camino, mostrándonos que lo visto no era todo lo que podíamos llegar a contemplar en nuestro viaje.

Habíamos comenzado nuestra andadura, esa misma mañana, casi desde la puerta de la procuraduría, caminando por la calle Alsina hacia la iglesia de San Ignacio. Ahora nos invitaba a recorrer el perímetro de la manzana por la calle Moreno… Llevaba en sus bolsillos una copia de un bello poema de Baldomero Fernández Moreno dedicado al colegio en dónde el poeta había estudiado cuando todavía era el Colegio Central. (8)

…y eso no era todo. Él mismo sabía que, dando esa vuelta, llegaríamos a otro rincón de la ciudad, en el que los restos arqueológicos de un edificio civil nos iban a mostrar el rostro cotidiano de la ciudad dieciochesca. Allí nomás está el Paseo de la Cisterna.

Ir a parte III

Notas y referencias

(4) 1951, Buschiazzo, Mario, “Templo y convento de Santo Domingo de Buenos Aires, en Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas N° 4, Buenos Aires, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, pp. 62-75.

(5) 2025, José Fernández a Mario Aiscurri, correo-e del 31 de marzo.

(6) 2024, Marta Gallegos a Mario Aiscurri, correo-e del 20 de diciembre.

(7) 2025, Aiscurri, Mario, “Las recetas del abuelo Cayetano”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído el 19 de julio de 2025 en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2025/04/las-recetas-del-abuelo-cayetano.html

(8) 2024, José Fernández Erro a Mario Aiscurri, correo-e del 26 de noviembre

Elegía al viejo Nacional Central

La Ciudad terrible mueve su piqueta...

¿Dónde está mi viejo Nacional Central?

Este gran palacio no me dice nada,

muchos parecidos tiene la Ciudad.

¡Dios mío, Dios mío, si apenas me acuerdo!

Quince años, lo menos, transcurrieron ya...

Era un portal ancho, húmedo y oscuro,

portal de convento, de casa feudal.

Y unos corredores, sonoros y largos,

de bóvedas altas, blanqueadas de cal,

pavimento de blancas y negras baldosas,

y un aroma de años y de santidad.

Largos corredores para lentos monjes;

rosarios, sandalias y pardo sayal...

Muros, hornacinas para las imágenes,

vidrios emplomados en el ventanal.

Aulas frías y anchas como refectorios,

aulas subterráneas, llenas de humedad;

maestros y alumnos con algo de brujos

como cuando era crimen estudiar.

¡Oh clase de Química! Frotado alambique,

cerrando los ojos te veo brillar,,,

¡Oh clase de Química! Antaño bodega

de los buenos vinos del señor abad...

¡Oh claustros sombríos del viejo colegio!

¡Conventuales claustros! ¡Claustro colonial!

Bajo nuestra bóveda, acaso en mi alma

dio su primer rosa, místico rosal.

La Ciudad terrible mueve su piqueta...

¿Dónde está mi viejo Nacional Central?

Baldomero Fernández Moreno

(a) Vista el 7 de abril de 2025 en  https://ilustracionargentina.wordpress.com/2016/11/02/ilustrador-carlos-e-pellegrini/