Ir a Parte VI (Final)
Después de un prolijo,
aunque no exhaustico, recorrido por los recetarios argentino publicados entre
1880 y 2020, me permito exponer algunas conclusiones sobre la evolución
registrada en esos repositorios documentales. Son provisorias, sobre todo
porque son escasas las colecciones que poseo publicadas entre 1950 y 1990.
El resto de las imágenes pertenecen al autor a a su biblioteca.
Haré algunas reflexiones a
vuelapluma sobre lo que, a simple vista, parecen constantes y variables en las
empanadas criollas y sobre cómo algunas de ellas acompañaron el resto de la
cocina argentina.
Evolución en el uso de la
materia grasa
La primera consideración va
para el uso de la materia grasa con que se cocina. Allí podemos ensayar la
existencia de tres períodos recortando los siguientes términos aproximados: antes
de 1880-1935, 1935-1975 y 1975 en adelante. Esta periodización no está asociada
al consumo de los productos, sino a su presencia dominante en los recetarios.
En el primer período se
cocinaba con grasa fina de vaca, y a veces también de cerdo. En el segundo, esas
grasas son reemplazadas por el aceite y, cuando se buscaba un mayor
refinamiento culinario, la manteca. Este período coincide con el auge de la
producción aceitera de girasol, y láctea en nuestro país. El predominio del
aceite de girasol es indiscutible, aunque hay que reconocer que hubo un lapso
de tiempo dentro de este período en el que se alentó el consumo del aceite de
oliva (años cuarenta y principios de los cincuenta del siglo pasado), pero éste
fue desalentado y no se consolidó como dominante. Finalmente, alrededor de 1975,
aparece la margarina, en las propuestas para el consumo masivo, como
alternativa barata y “saludable” a la manteca.
Unos veinte años después, hace
su re entrada el aceite de oliva, ahora como estrella rutilante de comidas y
ensaladas, aportando su aire de refinamiento “gourmet”. En líneas generales, algunos
consideran que la margarina (aceite vegetal hidrogenado) carece de las mejores propiedades
nutricionales, en tanto, que el aceite de oliva tiene la reputación de contener
una fuerte concentración de grasas saludables. Comparto estas últimas consideraciones
y, quienes impulsaron su cultivo y producción a mediados del siglo pasado,
también las compartieron. (1)
Marta da cuenta del primer
cambio. (2) Su libro La cocinera criolla
vio la luz de la estampa en 1914 y 1915 en dos tomos. La autora reestructura su
obra y la publica en un solo volumen a principios de los años cuarenta, exponiendo
entonces la idea de que se ha operado un cambio significativo, la manteca ha ido
reemplazando a la grasa en la cocina hogareña moderna. Ello la llevó a
rectificar algunos aspectos de su obra. Por su parte, doña Petrona que acompañó
este cambio fue, desde un principio, fue la reina de la manteca. (3) Esta
preeminencia proviene de su formación académica en la cocina francesa (cursos
realizados, alrededor de 1928, en la escuela Cordon Blue que dirigía Antonio
Baldi). Intuyo que ese uso central de la manteca fue la causa más importante de
que se considerara que, la suya, era una cocina cara. Por su parte, doña Lola,
la cocinera preferida por nuestra burguesía pastoril (si se me permite la
aparente contradicción de términos), comienza su libro enseñando a refinar
grasa, en un aparente retroceso. (4)
La grasa de pella y las
empanadas criollas de todos los tiempos
Lo curioso es que Marta y
Petrona siguen usando grasa para hacer empanadas criollas (en la masa, en el
recado y en la fritura). Para sus “Empanadas santafesinas”, en la edición de
1957, Marta aún usa la grasa en el sofrito del relleno y en la masa y, si bien
se cocinan al horno, agrega una puntita de grasa sobre cada empanada antes de
cocinarlas. (ver nota (2)) Doña Petrona, por ejemplo, usa grasa para el recado
y la masa de sus “Empanadas santiagueñas”, tal y como puede observarse en la 2°
edición (1935, pp. 195-196). Ese uso se conserva en la 102° edición póstuma
(2011, pp. 398-399). (ver nota (3))
Hay, en todos los recetarios
relevados, dos tipos de masa de hojaldre. Las denomino arbitrariamente a una
como “tradicional” y a la otra, como “académica”. En la primera, el proceso
consiste en que la masa, ya descansada, se estira y se pincela con la materia
grasa utilizada (grasa, manteca, aceite o margarina), se espolvorea con harina,
se pliega y se vuelve a estirar, repitiéndose el procedimiento una vez más.
La “académica” consiste en
preparar una especie de “pan de manteca” (así llama doña Petrona al
procedimiento técnico conocido como “empaste”) y un poco de harina, y tenerlo
reservado en un lugar frío. Cuando de hace la masa, y ya está descansada, se la
estira bien, se coloca el empaste en el centro, se la cierra la masa sobre él y
se estira. Finalmente, se pliega y se deja descansar. La masa vuelve a
estirarse y plegarse dos o tres veces más, con sus correspondientes intervalos
de descanso. Doña Petrona usa, hojaldre tradicional (hecho con manteca) para
los pastelitos de dulce y hojaldre académico para las empanadas que no tienen
atributo de identidad provincial (ejemplos de la edición de 1935: “Empanadas de
hojaldre fritas”, pp. 194-195, y “Empanaditas de carne”, pp. 197-198). Sin
embargo, para las empanadas que tienen atributo de identidad provincial, sólo
utiliza grasa en el bollo y no la somete a procedimiento adicional alguno.
No es un caso curioso y
singular. Veremos que, hasta en los recetarios más recientes, esta preferencia
por la grasa en las empanadas de identidad provincial, sigue manteniéndose de
manera significativa, casi como si se tratara de un ritual.
Así como la
reina de la manteca fue doña Petrona, la reina de la margarina fue Choly
Berreteaga. En materia de empanadas de mano, la última gran ecónoma argentina,
promovía el uso de tapas para empanadas de origen industrial que usan margarina
como materia grasa preferente. Sin embargo, la edición de 1976 de su famoso
libro Cocina fácil para la mujer moderna
expone una fórmula de “Empanadas santiagueñas” que lleva grasa de pella tanto
en el relleno como en la masa. Esta receta es incluida, años después, en la
edición de 2010 con escasas modificaciones. (5) Cuando consideré esta última en
la parte V de estas notas, expuse lo siguiente:
“Ahora, vayamos a la receta de “Empanadas Santiagueñas”. Llamativamente esta receta antigua que ya me había parecido descontextualizada en 1977, persiste en el libro, con algunas modificaciones en la materia grasa que la modifican un tanto, pero no de manera radical. En la elaboración de la masa sigue proponiendo el uso de grasa de pella (200 g por 1 kg de harina). En tanto que en el relleno cambia la grasa por manteca o margarina, reduciendo considerablemente la cantidad a poco más de un tercio. (pp. 162)” (6)
Si eso no alcanza para
delinear una constante, les propongo ver, cómo funciona el tema en una línea
conceptual más reciente de la cocina. En su libro Producto argentino de 2014, Dolli Irigoyen incluye una receta de
“Empanadas con yasgua” que lleva grasa en la masa y en el recado. En Siete Fuegos (2010), Francis Mallmann
dedica varias páginas a las empanadas. Expone allí una receta de “Masa para
empanadas” que, obviamente lleva grasa en su composición. Completa con dos
recetas para recados bajo los nombres de “Mis empanadas mendocinas” y “Mis
empanadas salteñas”. En ambos, se comienza con un sofrito de cebollas que se
hace con una mezcla de manteca y grasa de cerdo. (7) (8)
De modo que, a pesar de que
la grasa se dejó de usar en la cocina diaria, en la elaboración de las empanadas
criollas con atributo de identidad provincial, casi como en un ritual, la grasa
siguió apareciendo hasta nuestros días en las recetas publicadas aún por
cocineros de gran prestigio académico. En los hogares, son muy pocos quienes
sigue usando esta materia grasa. Tía Chocha, por ejemplo, ha reemplazado la
grasa por el aceite a fines del siglo pasado, por prescripción médica. Yo
mismo, cuando sigo su receta de tapas, uso aceite de oliva, y en el recado
también. (9)
Ir a Parte II
Notas
y referencias:
(1) 2019,
Zuccardi, Miguel, Oliva, Buenos
Aires, Catapulta Editores, pp. 64-65.
(2) 2021, Volterri, Sebastián,
“Publicó un best seller de cocina y cedió sus derechos a una
capilla: la historia de una argentina de alta sociedad que escribió el primer
libro de recetas criollas”, en Infobae,
leído el 20 de enero de 2025 en https://www.infobae.com/tendencias/2021/07/01/la-cocinera-criolla-el-best-seller-de-1914-y-el-misterio-de-su-autora/.
1957(c),
Cocina tradicional argentina por Marta, Buenos Aires, Distal, nueva
edición de La cocinera criolla, facsímil de una edición más moderna (no
indica fecha), 2010 (1° edición en dos tomos de 1914 y 1915).
(3) 1935, Gandulfo, Petrona C. de, El libro de doña Petrona,
Buenos Aires, Segunda edición corregida y aumentada (1° edición de 1934).
2011, Gandulfo, Petrona C. de, El gran libro de doña Petrona, Buenos
Aires, Distal, 2011, edición 102°, s/año de edición original (1° edición de
1934)
(4) 1944, L. P. de P., El arte
de la mesa. Recetario de doña Lola,
Buenos Aires, Guillermo Kraft LTDA.
(5) 1977,
Berreteaga, Choly, Cocina fácil para la mujer moderna, Buenos Aires,
Para Ti (Editorial Atlántida), 4° edición, pag. 9 (1° edición 1976).
2010,
Berreteaga, Choly, Cocina fácil para la mujer moderna -edición aniversario
35°-, Buenos Aires, Editorial Atlántida, 1° edición 1976.
(6) 2024, Aiscurri, Mario,
“Las empanadas en los recetarios argentinos Parte V Recetarios 1991-2020”, en El Recopilador de sabores entrañables,
leído en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2024/08/las-empanadas-en-los-recetarios.html
el 23 de enero de 2025.
(7) 2014, Irigoyen, Dolli, Producto argentino, Buenos Aires,
Planeta.
(8) 2010, Mallmann, Francis, Siete fuegos, mi cocina argentina,
Buenos Aires, V&R, 2010.
(9) 2024, Aiscurri, Mario,
“La tía Chocha y la receta de mis empanadas – Revisión”, en El Recopilador de sabores entrañables,
leído el 23 de enero de 2025 en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2021/10/la-tia-chocha-y-la-receta-de-mis.html.
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