sábado, 27 de febrero de 2021

Comidas y bebidas para los reseros (1926) VI Dos, parejas bailando un gato

“-¿Es verdá que no soy el de siempre y que esos malditos pesos van a desmentir mi vida de paisano?

”-Mirá -dijo mi padrino, apoyando sonriente su mano en mi hombro-. Si sos gaucho en de veras, no has de mudar, porque ande quiera que vayas, irás con tu alma por delante como madrina'e tropilla.” (Güiraldes, Ricardo, Don Segundo Sombra, Cap. XXV, pág., 223)

Ricardo Güiraldes nació en Buenos Aires, en 1886, en el hogar de la alta burguesía nacional que algunos denominan “aristocracia” y otros, “oligarquía”. Fue un prolífico escritor argentino, a pesar de su muerte temprana a los 41 años de edad, que recibió múltiples influencias de sus viajes (Francia, el Lejano Oriente, México, el Caribe, etc.) y de sus largas temporadas de residencia en la localidad bonaerense San Antonio de Areco.


Referencia de la imagen: "Bailando un gato" de Juan León Palliére

De sus viajes a París, tomó elementos fundamentales de las vanguardias literarias, en especial del impresionismo. De su residencia en San Antonio, el conocimiento de la vida rural argentina de principios del siglo XX. De esta última experiencia surgen tres obras importantes Cuentos de muerte y de sangre (1915) y las novelas Raucho (1917) y Don Segundo Sombra (1926). Esta última le dio justificada trascendencia en la literatura y la cultura argentina.

Estuvo casado con Adelina del Carril, nieta de Salvador María del Carril. La muerte de Güiraldes en 1927 (acaecida en París) le impidió conocer a su concuñado Pablo Neruda quien conoció a Delia del Carril en 1935, conviviendo luego con ella por veinte años.

Los fragmentos que se presentan a continuación pertenecen, en general, a Don Segundo Sombra. Refieren a la una escena en una fiesta popular a la que asistieron unos reseros que se celebró por iniciativa de un estanciero en dependencias de su establecimiento. (1)

Este fragmento, en apariencia, nada tiene que ver con comidas y bebidas. Sin embargo, muy pocas manifestaciones populares tienen que ver con el tema alimentario como la música, en general, y la danza en particular. En este caso se trata de un gato, danza tradicional argentina. El lector que haya bailado alguna vez el gato, sabrá sentir rítmicamente en baile en cada frase expresada por el autor.

Dos parejas bailando un gato

Baile popular en una estancia. En el salón (el galpón de la estancia acondicionado como tal) los músicos apuran un gato, las parejas se aprestan al baile, y el resto de los paisanos miran con expectativa para luego regresar al baile general.

“/…/, la animación crecía y éranos casi necesario un apuro de ritmos, cuando el bastonero golpeó las manos.

”-¡Vamoh’a ver, un gato bien cantadito y bailarines que sepan floriarse!

”El acordeonista dio sitio al guitarrero que iba a cantar.

”Los cuatro bailarines se colocaron cerca de los músicos. Las mujeres miraban al suelo mientras los hombres requintaban el ala de sus chambergos.

”Empezaron a rasguear los mozos de las guitarras. Las manos de muñecas flojas pasaban sobre el encordado, con acompasado vaivén, y un golpe más fuerte marcaba el acento, cortando como un tajo el borrón rítmico del rasguido.

”El latigazo intermitente del acento iba irradiando valentías de tambor en el ambiente. Los bailarines, de pie, esperaban que aquello se hiciera alma en los descansados músculos de sus paletas bravías, en la lisura de sus hombros lentos, en las largas fibras de sus tendones potentes.

”Gradualmente, la sala iba embebiéndose de aquella música. Estaban como curadas las paredes blancas que encerraban el tumulto.

”La puerta pegaba con energía sus cuatro golpes rígidos en el muro, abriéndolo a la noche, hecha de infinito y de astros, sobre el campo que nada quería saber fuera de su reposo. Los candiles temblaban como viejas. Las baldosas preparaban sonido bajo los pies de los zapateadores. Todo se había plegado al macho imperio del rasguido.

”Y el cantor expresó ternuras en tensas notas:

”-Sólo una escalerita de amor me falta,      
sólo una escalerita de amor me falta,        
para llegar al cielo, mi vida, de tu garganta”

”Las dos mujeres, los dos hombres dieron comienzo a la danza.

”Los hombres caminaban con ágiles galanteos de gallo que arrastra el ala.

” Las mujeres tomaron la delantera en el círculo descrito y miraban coqueteando por sobre el hombro.

”El cuadro dio una vuelta, el cantor continuaba:  

”-Vuela, la infeliz, vuela, ay que me embarco       
en un barco pequeño, mi vida, pequeño barco”

”Las mujeres tomaron entre sus dedos las faldas, que abrieron en abanico, como queriendo recibir una dádiva o proteger algo. Las sombras flamearon sobre los muros, tocaron el techo, cayeron al suelo como harapos, para ser pisadas por los pasos galanos. Un apuro repentino enojó los cuerpos viriles. Tras el leve siseo de las botas de potro trabajando un escobilleo de preludio, los talones y las plantas traquetearon un ritmo, que multiplicó la impaciencia el amplio acento de las guitarras esmeradas en marcar el compás. Agitábanse como breves aguas los pliegues de los chiripeases. Las mudanzas adquirieron solturas de corcovo, comentando en sonantes contrapuntos el decir de los encorados.

”Repetíanse el paseo y la zapateada. Un rasgueo solo batió cuatro compases. Otra vez los pasos largos descansaron el baile. Volvieron a sonar talones y espuelas en una escasa sobra de agitación. Las faldas femeninas se abrieron, más suntuosas, y el percal lució como pequeños campos de trébol florido, la fina tonalidad de su lujo agreste,

”Murió el baile sobre un punto final, marcado y duro.

”Algunas mujeres hacían muecas de desagrado ante las danzas paisanas, que querían ignorar; pero una alegría involuntaria era dueña de todos nosotros, pues sentíamos que aquélla era la mímica de nuestros amores y contentos” (2)

Notas y Bibliografía: 

(1) 1926, Güiraldes, Ricardo, Don Segundo Sombra, Santiago, Editora Nacional Gabriela Mistral, 1973, También en Biblioteca Virtual Universal, https://www.biblioteca.org.ar/libros/92790.pdf, leído el 6 de abril de 2019.

(2) Ídem, Cap. XI, pp. 85-87.

 

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