jueves, 24 de septiembre de 2020

Alabanza de la mesa tendida para la gente que está sola

 

Muchos me han criticado la rudeza del epígrafe de El Recopilador de sabores entrañables, el que empieza “Estamos viviendo los TIEMPOS MODERNOS…”. (1) Me parece que el texto no es rudo y termina siendo una alabanza de la mesa compartida con los afectos cercanos. Esta alabanza es propicia en los tiempos que vivimos. Es por ello que quiero subrayar la idea, llevándola al extremo con una experiencia personal.


La imagen pertenece al autor

¿Cuál es ese extremo? Vivir solo y tener que sentarse solo a la mesa con frecuencia. Hasta que me tocó vivir la experiencia, tuve la creencia, compartida con muchas otras personas, de que es muy feo comer solo.

Hoy tengo la fortuna de compartir la vida con Haydée y sentarnos a la mesa a regalarnos con una comida es un momento de gran disfrute, hedonista pero también espiritual, que compartimos dos veces al día. Pero no siempre fue así. Viví quince años solo, atravesando momentos tan estresantes, en lo personal y en lo colectivo, como los que nos tocan en estos días.

En los primeros años de ese período, comía mal, bebía peor. El tabaco me obturaba cualquier intento de precepción sensorial. Un problema de salud me obligó a ordenar mi alimentación y a dejar de fumar. Apareció, entonces un mundo nuevo de aromas y sabores. Empecé a reconocer los gustos de las hortalizas más elementales (la papa, la zanahoria, la cebolla, etc.). Empecé a percibir que los vinos eran distintos entre sí. En realidad, no era enteramente nuevo, era la reaparición de un mundo que había perdido, lo que me permitió recuperar aromas y sabores olvidados y conquistar otros nuevos.

Pero eso no fue todo, ni siquiera lo más importante. Cuando estaba solo, no disfrutaba de la preparación de los alimentos y comía apresuradamente para luego sumergirme en la tele, donde veía cine, algunas veces, y güevadas las más de ellas. Sin embargo, algo empezó a gestarse en mi interior, en paralelo con la recuperación de la salud. Empecé a disfrutar de la preparación de una comida y de comer serenamente, dedicando tiempo a la cena.

No quiero hacer alarde de lo que no hice, no es que todas mis comidas siguieran un ritmo nuevo que les permitiera llegar a la talla de grandes platos; pero si puedo valorar el descubrimiento que hice entonces. Aunque prefiramos la comunión de una mesa compartida, como personalmente me ocurre; también es posible el disfrute de la mesa estando solo, pensar lo que se va a cocinar, hacerlo con esmero y cariño, destapar un buen vino y sentarse a disfrutar de un momento único.

Sé que las experiencias personales son difíciles de transmitir, si del otro lado no hay una vocación de escucha. Sé que, aún escuchado, algunas cosas son difíciles de llevar a la práctica. Pero, créame el lector que es posible tener una experiencia única en una comida, aun si nos toca comer solos. Sólo hay que recordar los versos de don Antonio Machado (“converso con el hombre que siempre va conmigo”). Sólo hay que intentarlo cuando nos toca…

Notas y referencias:

(1) “Estamos viviendo los TIEMPOS MODERNOS anunciados / denunciados por Fritz Lang, Charles Chaplin, Ray Bradbury y Roger Waters, entre otros. Veo en ellos dos fenómenos con potencialidad de angustia que se constituyen en mí como una preocupación: la despersonalización de las relaciones humanas y el alejamiento de la relación fraternal con la naturaleza. Pero el deseo, sólo el deseo que corre por un cauce adecuado puede obrar milagros... Y yo deseo que la buena mesa ponga las cosas en su lugar: a través de una comida hecha con ingredientes naturales, de la circulación de las palabras como herramienta de comunicación y vínculo y del uso de unas recetas que expresen una articulación equilibrada entre la tradición y la innovación.”


7 comentarios:

  1. Años A, si alguien me preguntaba cuál era para mí la imagen de la soledad, la representaba con una persona comiendo sola. En el 2001, a raíz de un tropiezo importante en mi vida, tuve que hacer un cambio trascendente en mi desempeño profesional y comencé a viajar en travesías de 3 ó 4 días debiendo alimentarme cada vez en lugares diferentes. No tengo claro si me adapté o reinventé pero logré comer si sentir el vacío que imaginaba. Y, tal como describís en tu experiencia, comencé a descubrir sabores, diferenciar texturas y compenetrarme en lo que comía, talvez para aislarme del vacío que me rodeaba y al que tanto temía. esa fue la apertura a una nueva forma de encarar la alimentación.
    Perdón por lo extenso pero tu relato me sirvió de válvula de escape para una experiencia traumática que me renovó.

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  2. Como gran parte de la cocina consiste en dar amor a través de un plato de comida y siempre "la caridad empieza por casa" creo que siempre es fundamental cocinar bien y disfrutar del proceso, aún estando solos. Es una clara señal de que nos amamos a nosotros mismos.

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  3. Yo como sola hace 20 años, salvo , obvio, cuando me reúno con flia y amigos, que es bastante seguido, ya que me gusta compartir. Hay muchas veces que me cuesta cocinar para mí sola ya que cocinar es, para mí, dar y , como decís, te aareglás con lo que vas encontrando. Pasados 2 días, cocino con amor hacia mí, pero me lo tengo que proponer muy firmemente. Gracias por este texto!

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    1. Gracias a Ud., Ritabahina, por su comentarios verdaderamente amables.

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  4. Me cuesta mucho cocinar para mí sola; de hecho, es muy fácil encontrar queso, pan y tomates en casa.Para mí, cocinar es dar; me encanta e invito mucho, pero como sola hace 30 años excepto obviamente cuando salgo con amigos y flia. Me gustó tu texto!

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