Muchos me han criticado la
rudeza del epígrafe de El Recopilador de sabores entrañables, el que empieza “Estamos viviendo los TIEMPOS MODERNOS…”. (1) Me parece que el texto no es rudo y termina
siendo una alabanza de la mesa compartida con los afectos cercanos. Esta
alabanza es propicia en los tiempos que vivimos. Es por ello que quiero
subrayar la idea, llevándola al extremo con una experiencia personal.
¿Cuál es ese extremo? Vivir
solo y tener que sentarse solo a la mesa con frecuencia. Hasta que me tocó
vivir la experiencia, tuve la creencia, compartida con muchas otras personas,
de que es muy feo comer solo.
Hoy tengo la fortuna de
compartir la vida con Haydée y sentarnos a la mesa a regalarnos con una comida
es un momento de gran disfrute, hedonista pero también espiritual, que compartimos
dos veces al día. Pero no siempre fue así. Viví quince años solo, atravesando
momentos tan estresantes, en lo personal y en lo colectivo, como los que nos
tocan en estos días.
En los primeros años de ese
período, comía mal, bebía peor. El tabaco me obturaba cualquier intento de
precepción sensorial. Un problema de salud me obligó a ordenar mi alimentación
y a dejar de fumar. Apareció, entonces un mundo nuevo de aromas y sabores. Empecé
a reconocer los gustos de las hortalizas más elementales (la papa, la
zanahoria, la cebolla, etc.). Empecé a percibir que los vinos eran distintos
entre sí. En realidad, no era enteramente nuevo, era la reaparición de un mundo
que había perdido, lo que me permitió recuperar aromas y sabores olvidados y
conquistar otros nuevos.
Pero eso no fue todo, ni
siquiera lo más importante. Cuando estaba solo, no disfrutaba de la preparación
de los alimentos y comía apresuradamente para luego sumergirme en la tele,
donde veía cine, algunas veces, y güevadas las más de ellas. Sin embargo, algo
empezó a gestarse en mi interior, en paralelo con la recuperación de la salud.
Empecé a disfrutar de la preparación de una comida y de comer serenamente,
dedicando tiempo a la cena.
No quiero hacer alarde de lo
que no hice, no es que todas mis comidas siguieran un ritmo nuevo que les permitiera llegar a la
talla de grandes platos; pero si puedo valorar el descubrimiento que hice
entonces. Aunque prefiramos la comunión de una mesa compartida, como
personalmente me ocurre; también es posible el disfrute de la mesa estando
solo, pensar lo que se va a cocinar, hacerlo con esmero y cariño, destapar un
buen vino y sentarse a disfrutar de un momento único.
Sé que las experiencias
personales son difíciles de transmitir, si del otro lado no hay una vocación de
escucha. Sé que, aún escuchado, algunas cosas son difíciles de llevar a la
práctica. Pero, créame el lector que es posible tener una experiencia única en
una comida, aun si nos toca comer solos. Sólo hay que recordar los versos de
don Antonio Machado (“converso con el hombre que siempre va conmigo”). Sólo hay
que intentarlo cuando nos toca…
Notas y referencias:
(1) “Estamos viviendo los TIEMPOS MODERNOS anunciados / denunciados
por Fritz Lang, Charles Chaplin, Ray Bradbury y Roger Waters, entre otros. Veo
en ellos dos fenómenos con potencialidad de angustia que se constituyen en mí
como una preocupación: la despersonalización de las relaciones humanas y el
alejamiento de la relación fraternal con la naturaleza. Pero el deseo, sólo el
deseo que corre por un cauce adecuado puede obrar milagros... Y yo deseo que la
buena mesa ponga las cosas en su lugar: a través de una comida hecha con
ingredientes naturales, de la circulación de las palabras como herramienta de
comunicación y vínculo y del uso de unas recetas que expresen una articulación
equilibrada entre la tradición y la innovación.”
Años A, si alguien me preguntaba cuál era para mí la imagen de la soledad, la representaba con una persona comiendo sola. En el 2001, a raíz de un tropiezo importante en mi vida, tuve que hacer un cambio trascendente en mi desempeño profesional y comencé a viajar en travesías de 3 ó 4 días debiendo alimentarme cada vez en lugares diferentes. No tengo claro si me adapté o reinventé pero logré comer si sentir el vacío que imaginaba. Y, tal como describís en tu experiencia, comencé a descubrir sabores, diferenciar texturas y compenetrarme en lo que comía, talvez para aislarme del vacío que me rodeaba y al que tanto temía. esa fue la apertura a una nueva forma de encarar la alimentación.
ResponderEliminarPerdón por lo extenso pero tu relato me sirvió de válvula de escape para una experiencia traumática que me renovó.
Gracias, Oscar, por tu relato profundo, sincero y emotivo.
EliminarComo gran parte de la cocina consiste en dar amor a través de un plato de comida y siempre "la caridad empieza por casa" creo que siempre es fundamental cocinar bien y disfrutar del proceso, aún estando solos. Es una clara señal de que nos amamos a nosotros mismos.
ResponderEliminarGracias, querido amigo, por tus comentarios.
EliminarYo como sola hace 20 años, salvo , obvio, cuando me reúno con flia y amigos, que es bastante seguido, ya que me gusta compartir. Hay muchas veces que me cuesta cocinar para mí sola ya que cocinar es, para mí, dar y , como decís, te aareglás con lo que vas encontrando. Pasados 2 días, cocino con amor hacia mí, pero me lo tengo que proponer muy firmemente. Gracias por este texto!
ResponderEliminarGracias a Ud., Ritabahina, por su comentarios verdaderamente amables.
EliminarMe cuesta mucho cocinar para mí sola; de hecho, es muy fácil encontrar queso, pan y tomates en casa.Para mí, cocinar es dar; me encanta e invito mucho, pero como sola hace 30 años excepto obviamente cuando salgo con amigos y flia. Me gustó tu texto!
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