sábado, 11 de julio de 2020

Afrodisíacos en tiempos de pandemia


Por Alejandro Maglione
(publicado en Cucinare) (1)
Parece que una de las consecuencias no deseadas de la cuarentena sería el de cierta pérdida de la libido entre las parejas debido a la extendida convivencia, según dicen.
El tema no es nuevo, como veremos, pero uno pensaría que desde la irrupción de la afamada pastillita celeste este tema estaría superado. Pero no, la pastillita, según explican, potencia la pulsión, pero no la genera.

Existen jeroglíficos donde los antiguos egipcios le rendían homenaje al dios de la fertilidad, en los que se ve a la deidad con una suerte de candelabro con una llama prendida aplicándola en la punta del pene del faraón (es de esperar por el pobre faraón que esto no sea más que una de las tantas fantasías generadas por la mitología).
Se ha llegado casi a la extinción del rinoceronte negro en África, por la fantasía de ciertos ciudadanos del Lejano Oriente que creen firmemente en que el polvo hecho con su cuerno hace maravillas a la hora de dejarse arrastrar por el furor de las pasiones locas. Por lo que trasciende, no es que los muchachos tiendan a la frigidez en aquellos lares. No, parece ser que, desde siempre, comenzando por los chinos, el tema de la potencia del varón se mostraba teniendo muchos hijos, como prueba de que un marido cumplía en tiempo y forma con sus obligaciones.
En fin, a través de los tiempos, tanto príncipes como mendigos, han encontrado un estímulo a su autoestima por su capacidad amatoria. A la mujer el papel que se le reservaba era un dejar hacer (cosa que nunca fue cierto). El hombre, en caso de un estrepitoso fracaso, no dudaba en culpar a la mujer de no haberlo sabido estimular adecuadamente. Hoy, es de sospechar, que el que se atreva a realizar esta transferencia de culpa, seguramente termine golpeado…
Lo real es que la gastronomía ha sido una ayuda fundamental a los fines de convocar a Afrodita –que le dio el nombre de afrodisíacos a estos mágicos productos- a la hora del combate. Lo interesante es que es la denominación griega la que ha primado, porque en Roma a la diosa del amor, recordemos, la denominaban Venus.
Vamos merodeando por los productos. El poeta romano Ovidio escribió su Ars amatoria donde recomienda las cebollas, la miel, los huevos, la ajedrea, el repollo silvestre y el ananá.
Los franceses son afectos a beber absenta que se elabora a partir de una planta que se conoce como Artemisa, que es, a su vez uno de los nombres que se le daba la diosa Diana. Ellos desde siempre le reconocieron virtudes al ajo cocido, los langostinos y los órganos sexuales de diversos animales. (Cabe preguntarse por la costumbre de nuestros paisanos de comer las criadillas).
En la India coinciden con las virtudes del ajo, pero también confían en la cebolla, los puerros y las chauchas. También apuestan al arroz mezclado con miel. Los británicos son más austeros y confían en el arroz solo.
En 1132, un tal Pedro El Venerable prohibió que los monjes del monasterio de Cluny, en Francia, consumieran ajíes o pimientos, porque, al parecer, estos santos varones se desacataban luego de consumirlos.
La albahaca aparece en muchos escritos como una planta de gran eficiencia. Así, que luego de esos tallarines al pesto, lo mejor es dormir una siesta acompañado.
El azafrán ocupa un destacado lugar entre los árabes, que sofistican su consumo en un preparado que lo presenta junto con dátiles, anís, flores de naranjo, zanahorias silvestres, huevos y miel, el que deberá ser hervido antes de beber.
Parece ser que las alcaparras tienen tal contundencia que la Biblia en el Libro del Eclesiástico 12, 53 desaconseja expresamente su consumo. Claro, en aquellos años no se conocía aún el carpaccio, plato inimaginable sin unas deliciosas alcaparras.
Las trufas tienen una bien ganada fama. Uno de los grandes promotores fue el sibarita francés Brillat-Savarin, que en su Fisiología del Gusto asegura que “hacen a las mujeres más amigables y a los hombres más amorosos”. Siendo que son deliciosas, el premio de comerlas debería ser más que suficiente, pero esta añadidura no es nada despreciable.
La Biblia en otro pasaje gastronómico, dice en el Cantar de los Cantares 4, 14: Tus brotes, un paraíso de granados. Nardo y azafrán, caña aromática y canela. Por lo que sumamos la canela a nuestro escueto listado.
Otra vez Ovidio rinde culto a la cebolla: Si tu esposa está vieja y tu miembro exhausto, come cebollas hasta hartarte. (Por ahí, finalmente, el problema no era “la esposa vieja”…).
Muchos textos honran al Champagne como un vehículo que lleva al amor ardoroso. También grabados de los siglos XVIII y XIX muestran a encantadoras cortesanas con sus copas en las manos. (Muchos toman el dato como excusa para beber un Veuve Cliquot Rosé)
El chocolate fue indirectamente honrado cuando el siglo XVII se prohibía el consumo a los monjes franceses por su capacidad como excitante. Fue la señal para que se pasara a incluir en muchos platos de la cocina de Francia, al fin y al cabo, no todos eran monjes en aquella época.
Es raro que una buena empanada argentina no incluya el comino, también reconocido afrodisíaco. Si bien su consumo no parece venir recomendado desde el siglo XIII como sí lo ha sido el coriandro.
Sigamos sumando productos, esta vez, todos con la E: endivia, enebro y eneldo. Se dice que algunas doncellas alemanas suelen tener una endivia entre sus ropas como amuleto para el amor. Sin comentarios.
Los recetarios italianos son un manantial de productos afrodisíacos: la albahaca, la sopa especiada con clavo, el laurel, las trufas, el apio, el tomillo, el perejil, el hinojo, los alcauciles o el chocolate, entre muchos otros, permiten imaginar el origen de la afamada voluptuosidad de los habitantes de la península itálica.
Los garbanzos, según los expertos en el tema, tienen lo suyo, y el consumo popular en España se le suele atribuir a los infaltables árabes o moros, a la hora de historiar algunas de las virtudes de la cocina hispana. El hummus de garbanzos siempre pareció un gran plato de la cocina mediterránea, con esta información ahora existe una razón más para consumirlo.
La manteca de cerdo, tan útil para ciertas preparaciones como bizcochos o galletas, resulta que a algunos trasnochados aseguran que es un ungüento mágico para ayudar en el desempeño amatorio. Da para pensar que la cosa suena medio a enchastre.
No pocas recetas infalibles aconsejan el consumo del caracú. Para los cultores de las peleas a la hora de comer puchero por establecer quién se queda con los caracúes circundantes en la fuente, ahora hay un doble motivo para la disputa.
Todos recordamos a Galeno, aquel médico griego que ejercía en la corte del emperador Marco Aurelio. Fue él que el que aseguraba que un vaso de miel espesa entibiada y bebida al momento de yacer en el lecho era una garantía de éxito. ¿Habría diabéticos en aquellos años?
La nuez moscada suele ser muy apreciada por las mujeres de China, así que a la hora de agregarla en un puré de papas o la preparación que sea, suelte la mano, que son todos beneficios.
No podía faltar, porque seguro que de inmediato aparecería un reclamo: nos referimos al querido orégano, muy apreciado desde los tiempos de la Antigua Roma.
Sobre las ostras se ha escrito mucho. Simplemente incorpórela al listado, si es que le gustan. Otro tanto podemos decir de la pimienta, sea negra o blanca. O los quesos en sus distintas variantes.  Muchas literaturas avalan las virtudes de todos ellos.
En el Medio Oriente se aprecian los piñones y los pistachos.
Se dice que los alemanes miran con simpatía a los rábanos, las arvejas, los porotos y las lentejas. Quizás de éstos, el único que mereció una oda fue el rábano, al que un tal Claude Bigothier le dedicó su Raporum encomiun (Oda a los rábanos).
También con la R vemos que la remolacha, los riñones de ternera, el romero y la ruda, pueden ser puntales de un buen himeneo.
En esta suerte de diccionario vemos que la S está representada por la sal, la salvia, la sopa de tortuga y hasta por el vino Sauternes (muchos prefieren el Château d’Yquem).
Imagine que esto es una pequeñísima reseña de lo que la literatura ha ofrecido a través de los siglos en distintas partes del mundo. Lo que sí demuestra es que si una pequeña parte de todo esto fuera cierto viviríamos erotizados.
Aunque, siendo días de cuarentena y de cocinar en familia o con o para su pareja, pruebe, seguro que en su alacena hay al menos 10 de estos productos aquí sugeridos. El tema es siempre el mismo: potencian no generan. Así que, si no hay una suerte de empeño previo, no pierda su tiempo y su dinero, los afrodisíacos no son mágicos, la magia siempre debe surgir de la pareja.
Notas y referencias:

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