José Luis Busaniche fue
un notable historiador argentino. Nació en Santa Fe de la Veracruz, capital de
la Provincia de Santa Fe, en 1892 y falleció en San Isidro, Provincia de Buenos
Aires, en 1959. Sus obras más importantes están relacionadas con los bloqueos
franco – británicos de 1838 y 1843, el papel que jugó la Provincia de Santa Fe
en esas circunstancias, el Gobierno de Juan Manuel de Rosas y la construcción
del federalismo argentino. En 1938 publica un libro de lecturas históricas
argentinas que reedita en 1959 con el título de Estampas del Pasado. (1) Este libro ha servido de inspiración para
la sección “Rescoldos del Pasado” de El Recopilador He rescatado varios textos
de la colección, reproduciendo las prolijas referencias de Busaniche.
G. Ch. Musters. Viajero inglés. Llegó a la
Patagonia desde Malvinas, realizó una larga excursión y escribió el libro Vida
entre los Patagones. Hay una edición en castellano publicada por la Universidad
Nacional de La Plata en 1911. El texto relaciona el aprovechamiento comercial y
nutricional del avestruz patagónico por aborígenes y blancos, señalando la
preferencia de los primeros por el sabor de su carne y de sus huevos.
Los patagones y el consumo de carne de ñandú
“Los avestruces patagónicos son muy ligeros de pies y corren con
las alas apretadas, mientras que las demás especies abren invariablemente las
suyas. Los primeros siguen también una línea recta en su carrera, salvo cuando
dejan el nido, en cuya ocasión, probablemente para que no se les siga el
rastro, corren dando rodeos. Su plumaje, es decir las plumas de sus alas, son
objetos de comercio que en Buenos Aires obtiene actualmente el precio de su
peso, poco más o menos, la libra. Creo que se aprovecha también el tuétano de
los huesos de sus patas para hacer pomada, y en un tiempo, si todavía no lo es,
fue muy apreciado en Buenos Aires. Para el indio esta ave es inestimable por
muchas razones. Además de suministrarle su alimento más favorito, con los
tendones de las patas le facilita correas para boleadoras; el cuero sirve de
bolsa de sal o de tabaco, las plumas se cambian por tabaco y otros artículos;
la grasa del pecho y del lomo, una vez refinada, se guarda en sacos formados
con la piel que se saca en primavera, cuando las hembras, como todos los
animales patagónicos, excepto el puma, están flacos; la carne es más nutritiva
y más sabrosa para los indios que la de cualquier otro animal de su país, y los
huevos constituyen un artículo de consumo principal durante los meses de
setiembre, octubre y noviembre. /…/ Estas aves, aunque no son palmípedas,
pueden nadar lo bastante bien para pasar el río. En invierno no es raro que los
indios arreen a los avestruces haciéndolos entrar en el agua, donde el río les
humedece las patas y la corriente los echa a la orilla; se les captura entonces
fácilmente porque no pueden moverse. Cuando hay nevada se les toma también sin
dificultad, porque, al parecer, les perturba la vista el reflejo de la nieve
blanca, e indudablemente el plumaje saturado se les hace más pesado. /../. En
esa época (se refiere al momento posterior a la puesta de sus huevos), las
hembras empiezan a cobrar carne, lo que es una afortunada previsión de la
naturaleza para los indios, que no pueden subsistir con carne magra. Cuando la
hembras están flacas se las mata para sacarles la piel, abandonando la carne;
cosen estas pieles los indios y hacen mantas que venden en las colonias. /…/. El
pollo del Rhea (ñandú) no llega a su
plumaje o tamaño completo sino en el segundo año, y los indios no lo persiguen
nunca a menos de que el alimento esté realmente escaso. Los huevos se comen en
toda condición: frescos o pasados, porque los indios no hacen mucha diferencia
entre el pollo que no ha salido del huevo y el guanaco nonato. /…/.” (2)
Notas y Bibliografía:
(1) 1959, Busaniche,
José Luis, Estampas del pasado, lecturas
de historia argentina, Tomo II, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986.
(2) Busaniche, José
Luis, Op. Cit., Tomo II pp. 156-160.
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