sábado, 22 de abril de 2017

La Rioja, la dimensión terrenal de lo entrañable

20 a 23 de noviembre de 2015
I Otra vez por aquí
Bajar por la Calle del Matadero, rodear la Villa de Igea y volver a subir por la de la Iglesia. Mirar, entre tanto, de soslayo, la casa del Marqués de Casa Torre, allí arriba, detrás de los huertos. Andar a pie por la Calle de la Acequia hasta el número 11, donde, según me dicen, vivió mi abuela su infancia… ¡Qué difícil es transmitir esta sensación! Este lugar debiera ser extraño para mí. Al fin de cuentas, es la cuarta vez que vengo, y sólo por unos días… y, sin embargo, cada pedacito del suelo que piso me resulta tremendamente familiar. Estoy otra vez en Igea y me parece haber estado siempre en estas veredas, como si me hubiera criado en ellas.
 
 Las imágenes pertenecen al autor 
Estamos aquí para participar de las XIII Jornadas Micológicas, disfrutando la invitación de la Peña de los Happy’s. Llegamos con las promesa de encuentros amigables y afectuosos para vivir actividades culturales y culinarias que nos permitan penetrar un poco más en el sabor de la tierra… el programa bueno, tan bueno como cualquier otro que me permita vivir Igea que es lo único que quiero en estos días.
Las Jornadas comienzan con usa sesión de Stand Up a cargo de la talentosa Aroa Berrozpe en el Centro Social del Ayuntamiento. Pero antes, nos encontramos con Javier Jiménez Jiménez de la Peña los Happy’s.
Recorremos la Calle Mayor. Atisbo en los interiores de los bares. Veo hombres y mujeres de pie tomando una copa de vino o de cerveza, charlando afablemente sobre la ventura de haber llegado nuevamente a un viernes o sobre divagaciones locales. No lo sé todavía, pero veré luego esas mismas caras repetir el gesto en El Bolero. Entro en el mítico bar, Javier nos está esperando, con otras gentes que luego se fueron por otra copa al Avenida o a algún otro bar del pueblo.
Javier es un gran anfitrión, nos recibe con afecto único. Nos aloja en una mesa, nos dice que lo esperemos unos minutos que aún debe hacer algo. Entre tanto, ha encargado lo que habremos de comer para a su regreso. Haydée y yo nos tomamos unas cañas y disfrutamos del espectáculo que dan, sin siquiera intuirlo, los parroquianos que están allí en ese momento.
La comida es sencilla y apetitosa. Una tortilla hecha con maestría y un pollo delicioso, preparados por una verdadera ama de casa, la encargada del local. Ella es afable y se esmera en el servicio. Tanto que poco menos que nos obliga a comer un postre sin nombre, hecho por sus manos. Llevé un bocado casi sin apetito a mi boca y… me pareció sublime. Siempre me pregunté por qué, las mujeres, en tren de mostrase como expertas cocineras, prefieren la repostería a la comida nutricia que los hombres amamos. Si este era su propósito, lo alcanzó con creces.
La noche termina con el espectáculo que presenciamos con Javier. Ese viernes, recorrimos más de 500 kilómetros desde Ciudad Real para llegar hasta aquí. Debiéramos estar cansados, pero disfrutamos de la fresca vitalidad que nos brinda cada instante que estamos viviendo en esta tierra entrañable.
II Entre Contrebia y los Happy’s, los pelendones
En la noche, mientras comíamos con Javier, llamó por teléfono José Antonio Campos, otro integrante de los Happy’s… estas gentes se han empeñado en que lo pasemos muy bien… y lo han logrado.
Quería saber cómo estábamos, qué programa teníamos. Se aseguró que recordáramos que el sábado, al medio día, teníamos la esperada cita en la bodega de los Happy’s y me propuso que, si salía temprano del hotel, me llegara hasta Aguilar del Río Alhama, donde está el yacimiento arqueológico celtíbero de Contrebia Leucade. Es el más importante de toda España y tiene un centro de interpretación que nos permitiría una introducción en la cultura y la historia de ese pueblo que es el que seguramente llevamos en la sangre (fueron más o menos los dichos de José Antonio, o al menos, el sentido de sus palabras)(1)… y le hicimos caso.
El Centro de Interpretación es verdaderamente ilustrativo de lo que puede rescatarse de la vida de los pueblos celtíberos a partir de las excavaciones que se realizan en el yacimiento que se encuentra a 2 km del pequeño municipio de Aguilar. Su didáctica responde a dos enfoques distintos y se dispone en dos áreas diferenciadas del edificio.
El primero, se corresponde con un museo tradicional. Los objetos que se exhiben y las infografías se ordenan en una reconstrucción científica de la historia de los celtíberos, en general, y de la importante ciudad amurallada de Contrebia, en particular. Logramos saber allí que llegaron a vivir alrededor de quince mil personas en la época celtíbera. También pudimos instruirnos en cuáles fueron los sentidos que dieron a la urbanización los romanos y los godos en el tiempo que ocuparon el asentamiento.
El segundo recorrido, quizás el más interesante, se organiza en torno de una apelación sentimental, de un deseo de los organizadores por mostrar al visitante, en especial al público local, la pervivencia de las costumbres celtas en el presente. Me quedé impactado con el uso de cuevas en las montañas para la protección del ganado y de la planta baja de las casa como bodega y depósito de alimentos, e incluso como corral alternativo.
Siempre me he preguntado por el origen de las cuevas usadas como corrales que se ven en toda La Rioja Baja, en especial en el barrio de San Gil en Cervera del río Alhama. La guía del museo me ha dicho que son construcciones modernas, que por ello no han despertado el interés de los arqueólogos. Pero de ver ese segundo recorrido por el museo, me he convencido de que, si bien las piedras no son las mismas, las costumbres sí y se han mantenido constantes por mucho más de dos milenios. Otro tanto ocurría hasta hace muy poco tiempo con las casa de dos plantas en los pueblos de la zona (en 2007, he visto corrales en uso en Valdeperillo, a pocos kilómetro de Igea, en la planta baja de una vivienda).
Finalmente, nos informaron que el domingo habría una visita guiada por la mañana y acordamos reservar lugares en ella.
La visita al yacimiento confirmó lo que habíamos visto ya, pero agregó el atractivo de observar los problemas que deben enfrentar los arqueólogos para desarrollar sus tareas.
Entre las primeras construcciones celtíberas y las construcciones visigóticas pasaron mil años. Ambos pueblos usaron la ciudad fortificada como habitación para sus familias. Aparentemente, los romanos sólo usaron el recinto como cuartel militar y su mayor intervención se concentra en las murallas defensivas. Los musulmanes, a su vez, parecen haber dado poca importancia al asentamiento, concentrando sus edificaciones defensivas en la vecina Cervera del Río Alhama, donde se conservan las ruinas de un alcázar.
De modo que, en el interior del recinto, sólo se conservan construcciones celtíberas y visigóticas, las segundas levantadas sobre las primeras. Estas construcciones no barrieron el pasado, aprovecharon las construcciones milenarias para adaptarlas a su propia manera de concebir la ciudad. En los últimos años, el trabajo de los arqueólogos consistió en remover un amplio sector de construcciones visigodas con la finalidad de hacer visibles las construcciones originales de los celtas.
El resultado configura una verdadera paradoja y un dilema difícil de resolver. Es obvio que, en ese sitio, para poner a la luz una parte del pasado de 2500 años de antigüedad, hay que destruir otra que sólo tiene 1500 años… caramba, sólo 1500 años. Mi pregunta sin respuesta es ¿quién toma la decisión, qué principio científico la rige?... De todos modos, para no entrar a discutir sobre algo que no conozco en profundidad, me limité a proferir un “¡qué difícil es tomar esa decisión!” La guía, sin entrar en debate, contó que hace un par de años, un visitante se quejo por la destrucción del patrimonio visigótico. Ella misma se lamentó concluyendo: “¿Qué me diría ahora, si volviera? En los últimos dos años, el proceso de excavación, en esa dirección, fue particularmente intenso”.
El yacimiento tiene un área perimetral de acceso restringido. Un joven cerverano que compartió la visita con nosotros, comentó que estaba allí porque, después de muchos años, quiso volver al sitio de sus juegos infantiles. Contó también que muchos vecinos se quejan por la restricción; pero que él la considera necesaria para evitar la depredación del patrimonio. Nos puso por ejemplo un mosaico romano que se veía a simple vista 15 años atrás y que no pudo encontrar. Seguramente fue presa de los visitantes que siempre se llevaban algo de recuerdo. Concluyó diciendo que esos suvenires no eran nada al lado de los saqueos de los coleccionistas profesionales que recorrían el predio con detectores de metal.
Nos vamos de Contrebia Leucade con diversos sentimientos. Haydée maravillada con la recorrida por un lugar inesperado. Yo conmovido por haberme topado con algo que siempre es sentido como un hilo conductor de identidad. Pero llevo también una sensación mezclada. En parte, voy angustiado por la complejidad del alma humana y la dificultad de tomar una decisión científica neutra en el momento de conservar los restos de un pasado que, de todas formas, como especie, nos pertenece a todos… pero, por lo demás, muy satisfecho por haber dado vida una vez más a la ciudad con nuestra presencia. Siguiendo con las apelaciones del Centro de Interpretación, nos fuimos sabiendo que un solo encuentro no agota la búsqueda.(2)
Notas y referencias:
(1) El 8 de enero de 2016, José Antonio Campos, publicó lo siguiente por la Internet:
“Igea, 200 años antes de Cristo. Dentro de los celtíberos había diferentes tribus y poblaciones. Es difícil concretar sus límites en aquella época y las luchas entre ellos debieron ser frecuentes. Igea está situada en la zona clave de encuentro entre pueblos.
”Pero llegaron los romanos con su dominio y romanización. Café para todos… y a callar.
”Para ir “povocando” con la jornada que haremos en nuestro Castillejo (¿antigua Igea?) en el verano, te propongo que escuches este himno de los pelendones porque puede ser que también nosotros lo fuéramos (…o no…) y como verás nos incluyen en la lista de pueblos.”
El himno se encuentra en (leído el 8 de febrero de 2016) https://www.youtube.com/watch?v=LrM0wZEA5tk&feature=youtu.be.  

(2) El almuerzo (dicho en porteño, es la comida del mediodía, no la de la media mañana) y la cena del sábado en la bodega de lo Happy’s y la otras actividades de las Jornadas Micológicas, en especial nuestra recorrida por la Ruta de los pinchos del domingo, los expongo en sendos artículo publicados aparte.


6 comentarios:

  1. Maravillosa descripción del sentimiento que te surge al recorrer el lugar de niñez de nuestro abuelo.
    Leo tu descripción y me estremezco percibiendo como más de 100 años no son nada en los genes.
    Ello me permite apreciar verdaderamente el tema de los 1.500 ó 2.500 años de los visigodos y celtas.
    Entiendo que tu inclinación por la historia te permite valorar lugares y hechos de manera fuera de lo común para los demás mortales pero tu manera de describirlo hace que yo pueda recibirlo como si estuviera ahí.
    Gracias por este mimo al alma.

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    1. Gracias, querido primo, por tus comentarios... son muy emocionantes.

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  2. Sentí las mismas sensaciones cuando visité Varsovia hace 10 años. EN Uliza DZIKA

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    1. Como te darás cuenta, puedo entender de qué hablás, Pablo.

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  3. Sentí las mismas sensaciones cuando visité Varsovia hace 10 años. En Uliza DZIKA en el barrio judío, mis ancestros vivieron durante mas de 500 años.En esa ciudad que en 1939 contaba con 300.000 personas de la colectividad judía, desaparecieron con la Shoa en 1943 todos.en los campos de Maidanek y Auschwitz, Permanecí en silencio durante media hora, ante la mirada incrédula de los habitantes que no podían entender.Fue un viaje reparador. Pude pisar el mismo sitio que mis mayores.

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