I Signos escrutables de una identidad
No he llegado más que a raspar
la piel de la cocina andaluza, como he hecho con otras tradiciones culinarias.
Es que hasta que uno no come en casa de una familia local, los abordajes son
muy indirectos, se limitan a la restauración y los recetarios.
Sin embargo, no es la primera
vez que ese abordaje indirecto me incita a producir una recopilación. Es que hay
algo particular que me propongo desplegar en este artículo. Sólo a veces, en
muy contadas veces, ocurre que en los restaurantes y en los recetarios se encuentra
una identidad con lo que uno ve en las calles y en los caminos… es el caso de mis
percepciones acerca de lo que comí en los restaurantes de Andalucía y en el
recetario de cocina cordobesa que pude adquirir(1).
Intentaré
explicarme. Andalucía es una tierra desbordada de sol. No es que el tiempo sea
caluroso siempre y de modo invariable en todos los rincones de su extensión;
pero el sol siempre está, o casi siempre. Imagino esta tierra como una
prolongación de la costa mediterránea del África.
Entrar en
la Mezquita Catedral de Córdoba refuerza esa sensación imaginaria que tendré
que resolver algún día cruzando ese mar de los latinos. Ver ese enjambre de
columnas que evocan las palmas de los oasis dispersos en el desierto, ver esa
sombra de tenue luminosidad que evoca la protección que da una carpa plantada
cave ese oasis imaginario permite reconocer los signos secretos de un vínculo.
Las imágenes pertenecen al autor
¿Es sólo mi imaginación? Tal vez. Pero cuando
en la Plaza Cabildo de Sanlúcar de Barrameda probé el salmorejo sentí la
frescura protectora de la cultura mediterránea como un hecho concreto,
contundente… y cuando probé las berenjenas fritas en masa orly que en la Bodega
Mezquita llaman “berenjenas califales”, la impresión se hizo muy concreta.
No es que
se trate de dos tradiciones culinarias muy semejantes, casi paralelas e inter
vinculadas por recetas comunes; pero sí podemos percibir una serie de productos,
de ideas gastronómicas y de evocaciones simbólicas que las acercan. Encuentros
sutiles, sí; pero encuentros al fin.
II Lo sentí en algunos restaurantes
El
salmorejo es una preparación densa y refrescante a la vez. Se trata de una
especie de gazpacho emulsionado, es decir, una sopa fría de tomates que ha sido
tratada casi como una mayonesa (en otros artículos, les pongo ambas recetas).
El mozo del restaurante Taberna Cabildo, en la plaza a la que ya me he referido
de Sanlúcar, me dio su propia receta. Como no tenía con que registrarla en ese
momento, la perdí en algunos trasiegos desafortunados de mi memoria. Lo único
que recuerdo muy bien es la sensación que tuve en ese momento, estaba frente a
un plato que se prepara en los hogares andaluces con habitualidad.
Cuando andábamos
con Haydée por las calles del casco histórico de Córdoba, dimos con un rincón
en que se abría la Calleja del Salmorejo Cordobés. Demás está decir que en el
inicio de esta arteria, más un capilar que una arteria, por cierto, había una
enorme placa cerámica con la receta de ese plato. Entendí entonces que, por lo
menos en Córdoba, esa preparación tiene la estatura mítica de unos sabores reconocidos
como signos de la identidad cultural local. Algo parecido a lo que ocurre con
el pan con tomate en Cataluña. Es que quizás, imagino, el tomate haya entrado
por allí a Europa y se haya combinado con la untuosidad de las salsas del
Mediterráneo occidental para dar lugar a esa maravilla, el salmorejo.
También se
percibe esa identidad en las preparaciones que llevan pasta orly. Se trata de
una masa batida para frituras muy similar a otras del sur del Mediterráneo
europeo, como las que van desde la pastella siciliana hasta la tempura que los
portugueses exportaron al Japón.
Estábamos frente a una cocina fresca y
contundente a la vez ¿Fresca? Por supuesto. Bien puedo afirmarlo yo, que me
crié en una familia en que se comía puchero tres veces por semana en invierno y
en verano… y ni hablar de las ensaladas frías con lentejas y porotos que mi
madre servía en las cálidas noches de verano en Buenos Aires.
Aunque no
estamos acostumbrados a tantos fritos y emulsiones tan grasas, nos sentimos
atraídos por esta cocina fresca, directa y amable compatible con el calor y los
vinos locales.
III El recetario de cocina cordobesa
Recorriendo
las librerías del centro comercial de Córdoba me encontré con el libro que ya he
citado. Me atrajeron algunos detalles, a saber: que no se tratara de un
recetario de cocina andaluza, que se presentara como una recopilación de
recetas auténticamente caseras y fuera escrito por dos especialistas; pero no
en cocina, sino en economía políticia.
Estaba
deslumbrado por la ciudad y un recetario tan estrictamente local me pareció lo
más apropiado para cumplir con el célebre adagio de Cavafis que nos invita a
comprar todos los perfumes que podamos en nuestros viajes (en mi caso, estos
perfumes suelen, como en esta oportunidad, estar relacionados con los aliños
locales). Claro que es imposible recortar en sentido estricto las recetas
cordobesas del resto de la tradición culinaria andaluza, española,
mediterránea; pero sí es posible, señalar los signos particulares que la hacen
distinta a las demás, aunque sólo sea en detalles nimios.
Los
cordobeses celebran el origen local del salmorejo, pero lo he comido en la
provincia de Cádiz en las circunstancias que ya he relatado. En sentido
inverso, el gazpacho no parece ser una idea gastronómica cordobesa; pero el
libro prometía una versión local.
Las recetas
que se exponen en sus páginas llevan la indicación de los términos municipales
de los que fueron tomadas. Algunas de ellas se encuentran patrocinadas por
empresas y restaurantes de la ciudad y la provincia. El resto no poseen
indicación de autor o patrocinante. De modo que, aunque no se trata de una
recopilación de cocina hogareña en sentido estricto, lleva la marca de la
búsqueda de una identidad.
Ya he
hablado de la receta de berenjenas califales de Bodegas Mezquita. Esta receta
está en el libro. Se trata de una recreación de un plato tradicional que se
conoce como berenjenas fritas con miel de caña. He tomado esta receta y las de
gazpacho y salmorejo cordobés para componer esta recopilación. La selección no
obedece a criterios de objetividad, sino a mi gusto personal.
IV La yapa
Decía que elegí las recetas cordobesas por
gusto personal. En el mismo sentido, he completado la recopilación con una
receta gaditana, la tortilla de camarones.
Esta decisión de no limitarme a las recetas
cordobesas, justifica el título del presente artículo.
Deje
afuera, ex profeso, el pescaíto frito y otras frituras de mar que son o han
sido habituales en Buenos Aires (v. g., cornalitos, rabas, etc.).
Notas y referencias:
(1) S/D, Arenas Rodríguez, Francisco
Manuel y Arenas Rodríguez, Daniel, Cocinando
en Córdoba. La cocina tradicional de los hogares cordobeses, Córdoba,
CórdobaLibros, adquirido en la ciudad de Córdoba en 2015.
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