Monte Grande
Es domingo y es otoño, es una tarde
espléndida de sol en Monte Grande y llegamos a casa de Rubén Cirocco para
trabajar en nuestro vino junto con Mario Wenceslao Becerra. Este otoño se ha
manifestado raro en Monte Grande con temperaturas máximas superiores a las
habituales y noches razonablemente frescas. Es probable que ello haya impactado
en la evolución de los caldos.
Las imágenes pertenecen al autor
Como ya he contado, compramos las uvas en Don Gaspar, en el barrio porteño de Liniers, el 2 de abril. Pedimos allí que
las molieran con la máquina despalilladora y la llevamos a Monte Grande. Las
dejamos depositadas en dos enormes vasijas (una para el malbec y otra para el
syrah). Esperábamos que se diera allí la primera etapa de fermentación, la que
va acompañada de la maceración del mosto en hollejos.
Según los cálculos de Rubén, al cabo de 10
días, podríamos extraer el líquido para dejar que termine su fermentación y
destinar los hollejos que aún conservarían algo azúcar y levaduras activas, a
la preparación de la vineta. Sin embargo, las cosas ocurrieron de otro modo.
Cuando llegamos, hacía ya dos días que el malbec había completado su
fermentación. Medimos la densidad del syrah y advertimos que aún tenía resto
para alcanzar dos grados más de alcohol.
Teníamos por delante una jornada de intensa
labor... debiéramos pedir perdón por trabajar un domingo; pero aquello no fue
trabajo, fue descanso, placer y meditación en el estilo en que se sugiere, en
el Eclesiatés, que debe vivirse una vida piadosa.
Antes de empezar decidimos ir a almorzar al
centro de Monte Grande, donde Rubén nos puso al tanto de lo sucedido en las
vasijas, y en especial en la del malbec. Aquí es necesario reconocerse de la
condición de mosquito parado encima del buey. El vino no se hizo sólo, ni fue
obra de nuestra intervención, Rubén lo controlaba a diario y fue el verdadero
artífice.
Es sabido que los hollejos son más livianos
que el mosto, de modo que se depositan en la superficie formando lo que se
denomina sombrero. Todos los días, Rubén separaba un poco de líquido para medir
su densidad y verificar cuanto faltaba para completar la fermentación. Luego
devolvía el líquido de la prueba al conjunto y empujaba el sombrero hacia abajo
para que todo el mosto entrara en contacto con los hollejos y mejorara la
maceración. De modo que hay que tener esto en cuenta para establecer la
dimensión exacta de nuestro trabajo y la del de Rubén, cuando afirmamos que
Wences y yo hicimos el vino con él.
Conocí la zona que se
ubica al norte de la estación de Monte Grande hace como 40 años. Era, entonces,
un apacible barrio de chalecitos y calles escasamente transitadas. Ese es el
mismo barrio en donde se crió y vive Rubén. En los últimos 40 años, fui a Monte
Grande un par de veces más, de noche hace como 30 años y de día hace unos
quince. En ambas ocasiones sólo anduve por el sector sur. En él, la avenida
Alem se expresaba en un centro comercial lleno de ferviente actividad y vida
nocturna de bares y restaurantes. Fue entonces que imaginé un deseable
equilibrio entre el barrio de los chalecitos que merecía ser conservado con su
paisaje amable y el barrio céntrico con comercios y edificios de propiedad
horizontal.
Con entusiasmo por esa condición urbana ideal
fui hasta el centro... pero tuve una gran decepción, empezaron a construirse
edificios avanzando sobre el barrio de los chalecitos. Me cuentan que el valor
de los terrenos impone un atractivo negocio para los “desarrolladores”. ¡Qué
amarga constatación, también allí, en ese barrio famoso en todo el Gran Buenos
Aires por la calidad de su clima, el bípedo depredador no para de destruir, no
sólo el medio ambiente, sino también su propia obra...!
El afecto de los amigos y de Haydée, que
también fue de la partida, me apartó de estas reflexiones y me permitió
continuar en la celebración de lo que allí estábamos haciendo. Porque hacer
vino es una actividad enteramente humana aprendida en una época en que los
homínidos aún amaban el vínculo con la naturaleza.
La evolución del malbec
La teoría señala que el
proceso de maceración concluye antes de que terminara la fermentación. Rubén la
había calculado, como ya dije, en 10 días. Ese era el término estimado para
proceder a separar los hollejos, en tanto que el mosto sin ellos seguiría
fermentando hasta bien entrado abril. La tarea que habíamos planificado
consistía, entonces, en colar los jugos y prepara la vineta con los hollejos y
dejar que todo termine su fermentación.
¿Cómo se hace la vineta? Se procede a
prensar los hollejos ya separados del mosto y se los dejan en una vasija con el
jugo obtenido y un agregado de agua. Como los hollejos y su jugo aún tienen
levaduras vivas y azúcar, un proceso corto de fermentación da, como resultado
un vino livianito de escasa graduación alcohólica (según la cantidad de agua
que se agregue puede llegar a los 5º o 6º de alcohol).
Rubén advirtió, el viernes 10, que el
malbec se había quedado sin azúcar. Fue entonces que decidió adelantarse a
nuestra visita y separar los hollejos por su cuenta. Los colocó en una tercera
vasija y le agregó agua para preparar la vineta, pero como los hollejos
carecían de azúcar también se la agregó a razón de un kg cada 10 litros de
agua. El tío Tonino cuestionó esta práctica, sosteniendo que nunca en su vida,
tiene 93 años, agregó azúcar para hacer la vineta.
De modo que cuando llegamos a Monte Grande,
nos encontramos con que el malbec ya había completado su fermentación y había
iniciado su clarificación natural. Rubén nos contó que se suele recomendar el
uso de bentonita, un precipitante que deja el vino muy claro; pero que él
prefiere la precipitación natural de los residuos sólidos. Estos restos quedan
en el fondo de la vasija y debe tenerse cuidado de no transferirlo a los envases
en que se ha de conservar el vino ya listo para el consumo.
Decidí traerme cinco botellas a casa y
dejar que la clarificación se produzca en su interior. Mi idea es traerme el
resto a mediados de mayo cuando celebremos el descube. A mediados de mayo,
tendría que trasvasar los que ya me traje a casa, cuidando de no mover el fondo
para luego descartarlo.
Prensado de hollejos
Dedicamos la tarde a prensar los hollejos.
Primero retiramos los hollejos de la vineta que hizo Rubén y los comprimimos en
una prensa. Fuimos acumulando el líquido resultante en damajuanas de 25 litros
para dejarlo terminar su fermentación.
Finalmente, separamos
los hollejos del syrah y también los depositamos en damajuanas de 25 litros que
dejamos abiertas. De modo que, el syrah completaría su fermentación en la
vasija sin los hollejos y en las damajuanas recién cargadas. Lo hollejos
prensados sirven para hacer grappa, pero Rubén carece de alambique de modo que
hubo que descartarlos.
Es curiosa la
valoración que la vineta, este vino livianito, tiene entre las familias
italianas habituadas a la producción de vinos caseros. Se me ocurre una
interpretación arbitraria, pero es especulativa. Seguramente la vineta carecía
de la acidez que los “tanos” no podían controlar en sus vinos.
También me resultó curioso el comentario
del tío Tonino. Es que, seguramente, los viejos que no podían medir la densidad
de la uva, intuían el momento en que se debían separar los hollejos en épocas
en que los vinos que se tomaban rondaban los 11°. Seguramente lo conseguían
probando los mostos. De modo que, cuando quitaban los hollejos, estos tenían
alcohol y azúcar suficientes para seguir su fermentación como para dar una bebida que, según mis cálculos,
alcanzaría los 5° o 6º grados de alcohol debido al agregado del agua.
Pero estas historias son misterios
difíciles de resolver. Tal vez el tío Tonino pueda develarnos parte del mismo,
pero el domingo estaba enfermo y no pudimos contar con él.
La tarea fue ardua y
estuvo matizada con alguna prueba de los resultados. El malbec quedó muy bien:
uvoso y con un algo de acidez que no desagrada. Ya se puede tomar, pero asegura
Rubén que es mejor dejarlo reposar por lo menos 20 días para obtener una clarificación natural razonable. Estima que,
en ese momento, la acidez va a ser menor. El syrah estaba algo más dulzón (ya
conté que tenía azúcar suficiente como para 2 grados más de alcohol). La vineta
herética estaba suave y agradable, un verdadero licorcito para las abuelas. Rubén calcula que con sus agregados puede
alcanzar unos 8° de alcohol.
El vino está para esperar los 20 días que recomendó Rubén y apurarlo en un almuerzo de domingo con pasta hecha en casa y estofado de aguja.
Recuerdo de niño...La vineta con mucha azucar residual era la destinada a las mujeres de la casa y .a los niños!
ResponderEliminarGracias, Anónimo, por su comentario.
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