Buenos
Aires, 13 de febrero de 2011
Un
viaje empieza cuando empieza. Preveo que crucemos, con Haydée, a Montevideo
para el 24 de febrero.
Las imágenes son propiedad del autor
¿Dónde
empezó el viaje? Primero fue una prolongada charla sobre los carnavales del
mundo. José Fernández Erro describió su orden de importancia.
Su enumeración dio el siguiente resultado: Venecia, New Orleans, Río de
Janeiro, Bahía del Salvador, Cádiz y, asociado a este último, Montevideo. Yo
expliqué la diferencia que para mí hay entre el carnaval
blanco y el carnaval negro en Montevideo y el contraste con Buenos Aires debido
a la desaparición del carnaval negro después de Caseros. Fue entonces cuando las
gentes de color que fueran protagonistas de la gesta del Restaurador, asumieron
la derrota y se sumergieron en el crisol de
razas que estaba configurando la nueva sociedad porteña, desapareciendo para
siempre como identidad étnica diferenciada. José explicó
el parentesco tan directo entre el carnaval de Cádiz y el de Montevideo y nos incitó
a mirar videos en Youtube para comprobarlos. Entonces conté de mi viaje
programado y Osvaldo me dijo que me iba a conectar con el director del Museo
del Carnaval en Montevideo y con Alejandro Giménez que es funcionario del
Ministerio de Deportes y Turismo de la República Oriental... y empecé a sentir
como golpeaban las olas sobre el casco del catamarán en que realizaríamos días
después el recorrido de la carrera.
Buenos
Aires, 16 de febrero de 2011
Osvaldo
me mandó la dirección de correo-e del director del Museo y de Alejandro, escribiéndoles
a su vez y anunciando nuestro viaje. Me apuré a escribirles.
Entre
tanto, estuve mirando videos de las comparsas de Cádiz... y, la verdad
es que ambos carnavales se parecen, pero no tanto. Me gustó mucho lo
de Cádiz, pero sigo sintiendo el de Montevideo como algo más próximo, más
entrañable.
Buenos
Aires, 24 de febrero de 2011
UNO
Hemos
embarcado y estamos prontos para el viaje. Siempre suelo sentirme extraño en
estos momentos. Cada partida, aunque esté preñada de una alegría auspiciosa, es
también un desgarramiento. Es atravesar una frontera entre lo cotidiano que nos
protege con su rutina y lo que nos espera del otro lado que nos excita con su
promesa de asombro...
...y
del otro lado, Montevideo, una ciudad tan extraña como familiar, ajena y casi
propia, tan únicamente parecida a Buenos Aires como diferente... tan lejos y
tan cerca como el río y el árbol de la orilla (linda metáfora, ¿no?, bueno, es
afanada).
Es
la cuarta vez que voy a esta ciudad esencial. El carnaval espera; pero también
las calles reconocibles que atesoran rincones aún inexplorados... y los sabores
y aromas que espero encontrar y los nuevos que tenga para darme. Llegar a
Montevideo y comer un chivito canadiense con cerveza tirada sutura rápidamente
las heridas provocadas por el desgarramiento de la partida.
Llevo
los datos para encontrarme con los amigos de Osvaldo. Seguramente ellos me
ayudarán a aguzar el foco para poder ver... para reducir la distancia
entre lo que creo que la ciudad es y lo que realmente es. ¿Quiero realmente
reducir esa distancia? Bueno, sí... siempre y cuando sigan quedando recovecos
para el misterio.
¿Qué
se me perdió en esta ciudad como para que desee tanto el encuentro con ella?
Nada que valga más que el asombro de encontrarme con algo mío, algo muy íntimo
que creía perdido...
...pero
qué puede pasar con el asombro, con tantas expectativas y preconceptos,
¿quedará un lugar para mi asombro en Montevideo?
DOS
Atrás
mío, en el buque, unos hombres hablan fuerte. Uno que lleva la voz cantante,
relata la experiencia de un viaje maravilloso que realizó por Colombia. Lo
malo, dice, lo que todos conocemos de ese país no se nota en las calles de las
ciudades. Lo otro (se me ocurre que es lo visible) es maravilloso... paisajes
exóticos (¿serán tan exóticos, me pregunto mientras escucho distraídamente,
como para un hombre habituado a las serranías, recorrer la llanura pampeana y
tener la sensación de que nunca encontrará el
final?). Habla también de una cocina de vanguardia exquisita y de los platos que comió y de las bebidas
que disfrutó.
¿Por qué será que cuando viajamos, el lugar por el que transitamos
nos parece
maravilloso y sin mancha? ¿Será porque apenas si rosamos la vida del lugar y casi ni nos enteramos de
las angustias y esperanzas de los hombres que lo habitan?
Me
aburre seguir escuchando... recuesto el respaldo de la butaca e intento
dormir... lo logro por un breve lapso.
Montevideo,
24 de febrero de 2011
TRES
Suelo
planificar mucho los viajes, ¿será para reducir el impacto movilizador de lo
que se encuentra? No lo sé, pero por las dudas, ni bien llegamos, la arrastré a Haydée y nos
sumergimos en La Pasiva de la Plaza Matriz... pedimos lo obvio (chivito canadiense y cerveza Pilsen de
barril)... después del rito compensador, vino todo lo demás con debido
desorden, con
saludable desorden, por cierto.
Entramos
en el museo del Cabildo. El edificio (neoclásico español) está bastante bien
conservado, pero la exposición es muy pobre. Saliendo, caminamos por la
peatonal Sarandí en busca de la Plaza Zabala, uno de mis lugares predilectos en el mundo para
tomar mate. Finalmente, volvimos a andar y llegamos al Mercado del Puerto, aún con agua en
el termo.
Montevideo
es una ciudad de contrastes: la Plaza de la Independencia con pretensiones de
solemne modernidad se contrasta con aquellas calles de la Ciudad Vieja que están más alejadas
de los corredores turísticos.
Antes
de llegar a la Rambla 25 de Agosto de 1825, dimos con un local del Mercado de los Artesanos (yo conocía
el local que está en el Mercado de la Abundancia, San José y Aquiles Lanza, a una cuadra de la
municipalidad). La
calidad, e identidad, de las artesanías que allí se ofrecen es verdaderamente notable. Sin embargo,
hay algo curioso que fuimos descubriendo con los días: existen unos motivos en la iconografía
de los objetos
que se repiten y que inconscientemente yo identifico con la República Oriental del Uruguay. Preguntando descubrimos que las
imágenes estaban inspiradas, cuando no directamente copiadas, de la obra del pintor Torres García.
Después
de recorrer brevemente el Mercado del Puerto y su profusa exposición de restaurantes, llegamos
al Museo del Carnaval. Excelente. Dos exposiciones. Una permanente con objetos
(vestuarios, instrumentos,
etc.) pertenecientes a murgas y comparsas. Allí hay varias infografías que explican el sentido
y las características del carnaval montevideano y fotografías y videos que ilustran su historia. Dos
sectores se
destacaban: en la entrada al auditorio, una reseña histórica de los treinta años de la murga Falta y Resto que
actuaría esa noche y una notable colección de máscaras de todo el mundo y de toda época que incluía ejemplares de máscaras del carnaval
local y del carnaval de Venecia, además de máscaras primitivas de diversos países africanos y
asiáticos, incluyendo
las correspondientes al teatro japonés.
La
otra, era una exposición temática con elementos de indumentaria y utilería que usaron distintas murgas
en sus espectáculos de los últimos diez años. El patrimonio del Museo es muy
interesante. Eduardo
Rabelino, el director del Museo y amigo de Osvaldo, no estaba disponible.
Estaba, nos dijeron, como
luego verificamos, muy ocupado con la organización de distintas actividades propias del carnaval.
Sería muy interesante realizar una recorrida
por ese patrimonio fuera de la temporada del carnaval y aprovechar su conocimiento sobre el
tema para disfrutar de la exposición con una mirada más profunda.
Allí
terminó nuestra primera mañana...
CUATRO
...pero
ese día terminó tarde.
Por
la tarde pasó Alejandro Giménez a buscarnos por el hotel y, volviendo a
recorrer la Ciudad Vieja, pero esta vez con su guía inapreciable. Nos fue mostrando algunos sitios de interés: el bar
Fun Fun, el Teatro Solís, el Museo de Arte Decorativo que esta frente a la
Plaza Zavala, el Museo Histórico Nacional, etc.. Terminamos tomando café en uno
de los restaurantes del Mercado del Puerto (fuimos hasta allí porque teníamos entradas para esa noche
en el tablado
del Museo del Carnaval).
Ya
dije que Alejandro trabaja en el Ministerio de Deportes y Turismo. Esta
repartición tiene sus oficinas en unos de los viejos doques del puerto que ha
sido reciclado frente a la Rambla 25 de agosto de 1825 (junto a la entrada para
los pasajeros
que hacen la carrera a Buenos Aires y casi frente al Mercado del Puerto).
Hablamos
en general de política y de cultura; de cómo los afectó la crisis argentina de
2001/2002; de cómo está la situación de los derechos humanos en el Uruguay; de cómo los medios de
prensa no tienen tanto poder en la República como en La Argentina y de cómo los uruguayos prioritan
la estabilidad
institucional por sobre cualquier demanda de la sociedad. Nos contó que había asistido a un
seminario sobre temas vinculados a la museología en Buenos Aires y que tenía una idea bastante clara de Mataderos porque conocía a Zulema
Cañas (la autora del texto referido a Justo Suárez que aparecerá en el libro
del centenario del Club Atlético Nueva Chicago) y ella le había mostrado el barrio. En fin, muchos
temas para poco tiempo... aunque suficiente para conocernos un poco y plantear
una relación afable, grávida de afinidades.
CINCO
Nos
dimos a un intervalo gastronómico en el restaurante El Palenque. Allí disfrutamos de unos mariscos y de
una botella de vino blanco de la bodega Bouza hecho con uvas albariño. La
bodega está ubicada a 15 km de Montevideo. Tiene todas las trazas de una bodega boutique y el
vino que tomamos
nos trajo un aire, y por qué no decirlo así, nos trajo saudades, del vinho verde que tomamos en Lisboa.
SEIS
El
cierre de la jornada atravesó la medianoche en el Tablado del Museo del Carnaval, donde actuaron las murgas
La Clave, A Contramano, Diablos Verdes y Falta y Resto.
Vivimos
toda la potencia expresiva de las murgas uruguayas que explota en cada cuplé y
se desmadra con cada bajada. Nos fuimos cuando Falta y Resto aún no había terminado su
actuación, pero nos fuimos con las pilas cargadas con todo lo que vimos y
vivimos en ese retazo del carnaval blanco de los uruguayos.
La
estructura dramática del espectáculo de La Clave y la interpretación de A Contramano fueron verdaderamente
notables, por lo menos para dos neófitos que de todos modos tenemos algún sentido de apreciación
musical desarrollado.
Alguna mofa de los Diablos Verdes con relación al Éxodo Oriental me produjo un leve
disgusto.
25
de febrero de 2011
UNO
El
tiempo no nos acompañó demasiado en el día de ayer (algunas lloviznas leves cuando recorrimos la Ciudad
Vieja y una lluvia persistente cuando salimos del tablado) y hoy se presentaba amenazador con intensas
lluvias durante
el desayuno. Pero cuando salimos del hotel, ya había parado y el tiempo comenzó a componerse.
Volvimos
a la Plaza de la Independencia. Descendimos al mausoleo de Artigas, el clima
que en él se vive es a la vez austero y sobrecogedor, el sitio ideal para pronunciar una
oración laica en homenaje a ese libertador de América, padre del federalismo
argentino.
Luego
nos sumamos a una visita guiada por el Teatro Solís. Las comparaciones con el teatro Colón
son improcedentes. El teatro Solís fue construido cincuenta años antes y está preparado para sumar a las especialidades musicales (ópera,
balet y música instrumental), el teatro... incluso ahora, el cine. Sus
dimensiones en términos de localidades, representan sólo un 40% de la
disposición total del Colón.
El
edificio fue reconstruido recientemente (2004) con fuertes intervenciones sobre los accesos que
impactan significativamente sobre el aspecto del hall de entrada y el foyer. No sé en qué estado
estaría cuando se encararon
las obras, por lo que no puedo evaluar si ese impacto modernizador se justificaba
o no.
En
un lateral hay una sala de teatro más pequeña con la forma de una caja negra.
Se trata de la sala Zavala Muñiz. Cuenta con instalaciones desnudas y el escenario en el centro. Las
gradas que lo rodean cuya disposición puede modificarse, semejan un ring side, incluso los espectadores
de la primera
fila apoyan sus pies sobre el escenario. Me recuerda muchas salas de teatro de Buenos Aires que están
pensadas así, pero nunca he visto una como ésta con la posibilidad de disponer de gradas en los cuatro
laterales.
DOS
Cuando
salimos del teatro dedicamos un buen rato a recorrer la Avenida 18 de Julio desde la Plaza de la
Independencia hasta la calle Ejido, frente a la Municipalidad.
Recorrimos
los locales del Mercado de los Artesanos de Plaza Cagancha y el Mercado de la Abundancia (en la
calle San José a una cuadra de Ejido). Reitero que es notable la calidad de las
artesanías y la identidad local que expone la iconografía utilizada con la notable
influencia de la obra de los creadores Torres García y Paéz Vilaró (sobre todo del primero en el que se
inspiran, cuando
no se copian, muchos de los diseños).
Luego
llegamos hasta el Congreso Nacional, caminando primero por la Avenida Rondeau y
después por la Avenida del Libertador General Lavalleja.
Montevideo
es una ciudad de fuertes contrastes. La Avenida 18 de Julio conserva una
identidad más parecida a la Gran Vía de Madrid que a cualquier avenida de Buenos Aires
(dicho esto a pesar de ese edificio gemelo del Palacio Barolo, que es el
Palacio Salvo); la Avenida del Libertador es apacible y clara; el Congreso es
majestuoso (elevado y rodeado de espacios verdes); pero el regreso hacia el hotel fue
diferente.
La
verdad es que el sector de la ciudad comprendido entre el puerto y el ángulo formado por las Avenidas
Rondeau y Uruguay está muy degradado: casas abandonadas y frentes desconchados y una gran estación de ferrocarril, antaño majestuosa, que
ahora está cerrada. El edificio está tapiado, desaprovechado, sin que se le haya asignado un nuevo
propósito.
Me
explican que es porque se trata de una zona que tiene muchas áreas de equipamiento urbano destinadas a
depósitos. Lo
llamativo es que en la esquina de la Avenida Uruguay con la calle Andes, en una vieja casona, se
encuentra la Embajada de Francia. El estado de esta zona me hizo acordar al
barrio del Once en Buenos Aires, también dedicado a equipamiento urbano, en
este caso de comercio mayorista, donde entre los frentes deteriorados pueden
entreverse construcciones de refinada elaboración arquitectónica pensadas para la habitación de
una clase
media acomodada. ¿Cómo se retorció el destino de estos espacios urbanos? ¿Cómo podrían recuperarse?
Un
ejemplo, tal vez sea la Ciudad Vieja, donde se perciben áreas con deterioro
similar que van siendo recuperadas con el avance de la peatonalización y el turismo. En
este caso, la ciudad debiera mejorar sus condiciones de seguridad.
TRES
Luego
de una siesta reparadora, fuimos caminando hasta el Parque Rodó. Bajamos
por la calle Convención hasta las ramblas. Queríamos pasar por la mítica
esquina de Durazno y Convención y evocar el espacio vital que nutrió la música
y la poesía de Jaime Ross en el barrio de los negros y los judíos pobres. Es
maravilloso ese paseo, a Haydée le encantó.
Montevideo,
ciudad de contrastes, muestra su cara más limpia y luminosa sobre el Río de la
Plata. Buenos Aires ha tomado la decisión a fines del siglo XIX de poner una separación
entre ella y el río con la construcción de grandes obras de infraestructura:
Primero el Puerto Madero, luego el Puerto Nuevo, el Aeroparque y la Ciudad
Universitaria. Montevideo, después del primer tercio del siglo XX, decidió mirar al río... ya casi es
mar.
26
de febrero de 2011
UNO
Volvimos
al Mercado de la Abundancia por unas sandalias con un diseño muy bello que a
Haydée le encantaron... y a mí también. Volver a caminar la 18 de Julio para arriba y para
abajo un día sábado es una experiencia interesante. Es una avenida enteramente céntrica, despoblada los
fines de semana
(por la tarde veríamos a dónde van los montevideanos en esos días). En ese sentido se parece más
a la Avenida de Mayo que a Corrientes.
De
regreso, pasamos por la vinería Los Domínguez donde conseguimos el vino
albariño de la bodega Bouza. Me recordó a la vinería de Santa Fe y Libertad en Buenos Aires. Todo lo
que se te antoje de buen gusto, allí está. Vinos de Rioja, de Portugal y de
Burdeos y, por supuesto, chilenos, argentinos y uruguayos y muchas exquisiteces de la industria
alimentaria para
el segmento de mercado que suele denominarse gourmet.
Dejamos
los vinos en el hotel y para concluir con la mañana de refinamiento fuimos al museo Torres
García. Quedé muy impresionado porque hasta este viaje asociaba la iconografía identificatoria
del Uruguay sólo
con los cuadros de Figari. Pero ahora veo, y lo reitero de modo de generar un énfasis que es casi una
necesidad de establecer una medida de impresión que el descubrimiento me produjo.
El
sitio oficial del museo es http://www.torresgarcia.org.uy/index_1.html.
Allí, en el museo digo, encontré todo un despliegue de creatividad que me costó retener. Sé que impulsó una
corriente artística denominada Universalismo Constructivo. Hice una recorrida
sensible por las instalaciones y lo que vi me pareció excelente. Pero ocurrió
que la descripción de la poética del autor es demasiado racional y abstracta para aprenderla de ese
modo. En mi próximo
viaje a Montevideo, me prometo investigar un poco antes de partir para poder aprovechar mejor la
visita a este rincón destacado de la Ciudad (está ubicado a poco de empezar la
peatonal Sarandí en la Ciudad Vieja) que derrama su creatividad por todos los
rincones de la urbe del mismo modo que los tablados hacen con el arte magistral de las murgas.
El
almuerzo fue frugal, aunque calórico, una pequeña pizza y mucha cerveza Pilsen
porque el calor había comenzado a apretar un poco.
Volvimos
al hotel y un rato después vino a buscarnos Alejandro que nos condujo a un
recorrido diferente por la Ciudad.
DOS
Tuvimos,
por un rato, el Museo Zorrilla de San Martín a nuestra disposición, casi no había visitantes. Juan
Zorrilla de San Martín es el poeta nacional uruguayo. A diferencia de La Argentina en que el gran poema es
un canto al pueblo derrotado, mientras que el gran relato de la épica nacional estaba en los
capítulos e historia
de los manuales utilizados en la educación formal; en el Uruguay la historia oficial está vinculada con
el poeta oficial y sus poemas patrióticos (el más famoso, quizás sea Tabaré).
Pienso
que el gaucho oriental fue derrotado políticamente en Masoller en 1904, pero su vindicación poética,
junto a la de los charrúas, estuvo siempre garantizada (es más, José Luis zorrilla de San Martín, el
hijo escultor
del poeta, produjo esa maravillosa escultura denomina El Gaucho que preside con orgullo y solemnidad
el trazado de la Avenida 18 de Julio).
En
cambio, la Argentina prefirió otros íconos (el negro Falucho, el sargento Cabral que, antes que negro o
gaucho, eran soldados). El gaucho derrotado, después de un gran esfuerzo, y de un
exilio prolongado, regresa con espíritu conciliador en la segunda parte del poema hernandiano. La
conciliación se logra,
claro está, pero al costo de fundar la pertinaz rebeldía en los argentinos.
Por
eso, creo que es más fácil para los uruguayos construir un Estado que funcione
que para los argentinos. De hecho he escuchado comentarios laudatorios para el estado batllista
(desarrollado a partir de las presidencias José Batlle y Ordóñez a fines del
siglo XIX y principios del XX) de parte de un integrante del Frente Amplio..
Borges
se lamenta de todo esto en su capítulo de “Historia del Tango” de su libro
Evaristo Carriego. Allí intenta explicar por qué para el criollo argentino el Estado es una grosera
abstracción en una línea de argumentos que reconozco como fuente del análisis
que hago aquí.
En
la entrada del museo están las tres banderas orientales. La bandera de la República, la bandera de Artigas
(hoy utilizada como bandera oficial de la Provincia de Entre Ríos en La
Argentina) que también flamea en el Congreso y la bandera de Lavalleja. Aproveché para sacarme una foto allí con Alejandro.
El
edificio donde se encuentra el Museo, era una propiedad de Juan Zorrilla de San
Martín sobre la que construyó una casa de estilo muy hispánico que utilizaba
como sitio de descanso lejos de la Ciudad. La casa comenzó a construirse hacia
1904, cuando la Rambla que hoy llega hasta allí no existía. La casa está a poca
distancia del faro de Punta Brava, pero como a ese lugar sólo se llegaba en
carretas, empezó a recibir el nombre de Punta Carretas con el que se lo conoce
hoy.
Es
una delicia ver las fotos del lugar, donde se ve al poeta retozar con sus hijos (entre ellos, el escultor José
Luis) y sus nietos (entre ellos, la actriz China Zorrilla, hija a su vez de
José Luis). En el recorrido por las instalaciones nos acompañó Carlos Yáñez, funcionario del Museo y acuarelista refinado, como pudimos
observar en una obra suya que allí está exhibida. Su presencia duplicó la amable disposición de
Alejandro para
guiarnos por ese rincón de Montevideo.
Junto
a la casa del Museo, medianera por medio, se encuentra el atellier de José Luis
Zorrilla de San Martín. Pero no pudimos acceder allí porque no está habilitado para el acceso al
público. A diferencia de la casa del Museo que es propiedad del Estado, el
predio en donde está el atellier es propiedad de los descendientes de Juan Zorrilla y ellos no han logrado
unificar una decisión acerca de qué hacer con el sitio. Tampoco el Estado ha tomado la decisión de
expropiarlo.
Después
del museo fuimos hasta el faro de Punta Brava al que se puede acceder (la vista de la Ciudad desde
allí es maravillosa).
Finalmente,
fuimos hasta el shopping de Punta Carretas. Es impresionante ver como se han
preservado restos de la construcción del penal (famoso en los
años setenta porque desde allí se llevó a cabo una fuga de militantes tupamaros
entre los que se encontraba José Mugica, el actual presidente de la República Oriental del Uruguay)
en una edificación moderna. La construcción del shopping, transformó a Punta Carretas en uno de
los barrios
más caros de la ciudad.
Luego volvimos al hotel en un recorrido que nos llevó por el
Boulevard Artigas,
hasta el estadio Centenario y la cancha de Miramar Misiones que está muy cerca. No llegamos con
tiempo para visitar el Museo del Fútbol que se encuentra en las
instalaciones del estadio que fue construido hace más ochenta años y sigue siendo una obra
monumental.
Agotados,
esa noche templada, salimos a buscar en donde comer por la 18 de Julio.
Terminamos en La Pasiva que está sobre la Plaza del Entrevero. Allí, en el
sector seco de la Plaza, se había improvisado una milonga, en donde varias parejas bailaban tango.
27 de febrero de 2011
UNO
Es
el último día en Montevideo. Volvimos a trepar la 18 de Julio hasta la Universidad
de la República y nos internamos en la Feria de Tristán Narvaja.
El ambiente es bastante discepoliano. No he visto en ninguna parte una feria que combine
antigüedades sin clasificar, librería de viejo, ropa y comestibles frescos y, ahora
también, mascotas.
Como
no íbamos en plan de compras, hicimos una recorrida que valió la pena porque el
sitio es pintoresco. Tan pintoresco como ascender al colectivo para ir hasta el Mercado
del Puerto, donde finalmente almorzamos. El sistema de expedición de pasajes es muy moderno, se
hace a
través de una pequeña computadora. Pero, ¿quién la opera? Sí, un guarda, los colectivos de Montevideo siguen
teniendo guarda.
Nuestro
destino final, nuestro último hito en el recorrido por la ciudad, fue volver al Mercado del Puerto. Al
atractivo de los restaurantes, el lugar ofrece una serie de negocios de
indumentaria y artesanías en las cuadras aledañas, por las calles Pérez
Castellano y Yacaré. Este pequeño recorrido de tres cuadras, parece ser el
embrión de un desarrollo turístico que recupere definitivamente la zona
DOS
Estoy
de nuevo en el barco de la carrera esperando que ponga proa a Buenos Aires. Medito. Montevideo es
una ciudad de contrastes como Buenos Aires. En ambas conviven modernidad e historia, en ambas se
encuentran en territorios insólitos donde convergen la riqueza y la miseria, en ambas la expresión artística es
dueña de las calles, de las noches y de la pasión por vivir la vida.
Aunque
debiéramos comparar Montevideo con Rosario por su dimensión, por su inserción
en un territorio similar y por su vocación de río. La siento más
hermana de Buenos Aires, más propia. ¿Por qué? ¿Por qué siempre quiero volver a Montevideo? Un poema
que Borges publicó en 1925, nos puede dar una pista. El texto se llama
“Montevideo”, pertenece al libro Luna de enfrente y dice:
“Resbalo por tu tarde como el
cansancio por la piedad de un declive.
La noche
nueva es como un ala sobre tus azoteas.
Eres
el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente.
Eres nuestra
y fiestera, como la estrella que duplican las aguas.
Puerta falsa
en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve.
Claror de
donde la mañana nos llega, sobre las dulces aguas turbias.
Antes de
iluminar mi celosía tu bajo sol bienaventura tus quintas.
Ciudad que
se oye como un verso.
Calles con
luz de patio.”
Gracias Mario!! He pasado unos momentos muy agradables paseando contido mentalmente por mi querido Montevideo, en dos semanas voy para allá y espero visitar varios de esos sitios entrañables para mí . Un abrazo
ResponderEliminarGracias, querida amiga, por tus comentarios
EliminarMontevideo es una ciudad maravillosa a pesar de los esfuerzo que hago para afearla aun poco... ¡Qué envidia que me da que vayas próximamente!
Que linda Ciudad, que lindo pais, que gente tan linda. Gracias Mario por tu articulo.
ResponderEliminarGracias, Osvaldo, por tus comentarios.
EliminarEfectivamente, Montevideo es una ciudad lindísima. Es como estar en una Buenos Aires de hace treinta años.
Espero que la tendencia global de hacer que todas las ciudades sean de cemento y vidrio y se parezcan entre sí no le llegue nunca.
Estoy asombrado por la riqueza de tu relato que me ha demostrado qué cada vez que fui a Montevideo estaba mirando para otro lado ya que no me percaté ni del 10% de lo que mencionás.
ResponderEliminarLa próxima deberá ser una visita más extensa y guiada por tu libro de viaje.
Muchas gracias por el servicio.
Preciosa descripción de mi ciudad! Se ve que aprovecharon al máximo. En lo personal me sucede lo mismo cuando voy a Buenos Aires.... me siento como en casa. Tenemos nuestras diferencias pero son más las cosas que nos unen. Pd: crítica constructiva ( se escribe Mujica y no Mugica) Abrazo!
ResponderEliminarGracias, querido amigo, por sus comentarios.
EliminarExcelente crónica. Estamos ahora en Montevideo y la disfrute mucho.
ResponderEliminarGracias, Anónimo, por su comentario.
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