4 de
septiembre de 2009
UNO
Ya estamos en Igea.
El
Hotel Rural en Cervera del Río Alhama está ubicado sobre una ladera de serranías en uno de los dos barrios de la
ciudad. Le llaman el “Barrio Bajo”, según escuché, o el Barrio de San Gil por
estar presidido por esta Iglesia. El otro barrio, donde están los edificios
públicos y la iglesia de Santa Ana, se despliega a unas cuatro o cinco cuadras
de aquí. He dejado el auto en la placita que está frente al templo, formando su
atrio.
Luego hay que subir una cuesta empinada por unos cincuenta metros y allí
está. La presencia de la Iglesia de San Gil es permanente en la habitación que
nos asignaron. Si te asomás al balcón, parece que la torre está al alcance de
la mano; además las campanas suenan a cada hora y a sus medias. La habitación
es grande y cómoda. No tiene teléfono, pero la tele y el WIFI te mantienen
conectado con el mundo.
Me
he sentado en un sillón cómodo frente a la ventana. Desde aquí veo el mirador
que está frente a la ciudad. Recuerdo que me había sorprendido, en mi viaje
anterior, ver, desde allí, sobre la ladera en la que se apoya este barrio el
despliegue de una serie de cuevas antiquísimas que supuse paleolíticas, pero
que aún presentan alguna utilidad para las viviendas que allí se ubican.
El hotel mismo está construido sobre una de esas cuevas. Según
testimonio de la encargada de la residencia, el sitio que ocupa el restaurante
era el asentamiento de una mezquita en el siglo XII. El restaurante está
abierto al público en general (el hotel sólo tiene ocho habitaciones) y se
llama San Gil como no podía ser de otro modo.
DOS
Estuvimos con la tía Carmen. No anda bien de salud. El reuma la
tiene un poco mal. La tía siente que las fiestas no tiene el brillo de antes,
cuando vivía su marido. Antes, dice, las cuadrillas recorrían las calles en
charanga alegrando el pueblo. Ahora que las cuadrillas se han transformado en
peñas y que cada peña tiene su bodega, la pasan entre ellos en locales
cerrados, quitando clima a las fiestas en las calles. La visión es algo
diferente de la que me ha trasmitido Manolo Sáez-Benito en una carta que me
escribió antes de partir de Buenos Aires. Veremos, veremos, veremos y después
lo sabremos... me dije.
TRES
Estoy conmovido por estar en este lugar y en este momento. Estoy
conmovido y confundido. La tía me dio un programa de las fiestas, pero no sé
por dónde empezar. No debo apresurarme, debo dejar que las cosas fluyan... pero
es que la emoción es tan fuerte que me atolondra... no sé como ponerlo en
palabras.
5 de
septiembre de 2009
Aquí
la tierra es roja, aunque no tanto como en Rioja Alta. Igea es un pueblo de
serranías que se despliega sobre una ladera, casi como el pueblo blanco que
canta Serrat.
Reviví
lo que ya sentí hace unos pocos días en la ciudad de 9 de Julio, en la
Provincia de Buenos Aires. El pueblo es un lugar mítico al que siempre se
vuelve, como a un altar propiciatorio; pero difícilmente contenga, en sus
calles, el horizonte del futuro, del mío por lo menos.
La
tía Carmen da muchas explicaciones construidas con fragmentos de sabiduría...
todas ellas dan cuenta de por qué las cosas son como son, de por qué los
jóvenes no tiene su futuro aquí, todas ellas son válidas, pero,
lamentablemente, ninguna tiene capacidad para modificar ese destino.
“Hay
tradiciones que están más muertas que un faraón, pero hay otras que están
vivas.” Eso no sólo ocurre en el Montevideo de Jaime Ross, parece ocurrir en la
aldea global, es más, temo que esa sea la condición de su existencia. Sin
embargo, en Igea, los muchachos las recogen y las disfrutan a su manera (eso
vi, por lo menos, en mi visita a la bodega de Los Guarros), e intentan acortar
la distancia entre lo mítico y lo real. ¿Lo logran plenamente o sólo a medias o
casi nada?
Manolo Sáez-Benito acaba de llegar de Irlanda donde está forjando
su futuro que es ya su presente, y dentro de diez días volverá a partir... pero
esos diez días habrán sido fantásticos para él y su familia, incluso para su
cuñado irlandés que anda por las calles del pueblo disfrutando de las afinidades
del universo celta que descubre a cada paso.
6 de septiembre de 2009
UNO
Hoy
estuvimos con mi primo Manolo en la casa de la tía. Allí conocí a su hija Marta
y a Joaquín, su yerno.
Estuvimos
en la procesión de la virgen por el pueblo y en la misa. Los vecinos estaban
vestidos de punta en blanco, como para ir a una boda. La marcha era acompañada
por una banda musical. En un momento se detuvo y un vecino dedicó una jota a la
Virgen. Emotiva y pintoresca, extraña y sensiblemente propia para mis sentimientos...
así estoy viviendo Igea aquí y ahora.
La
misa estaba muy concurrida y los feligreses estaban tan preocupados por mostrarse
ante los demás como por participar del culto. Con todo, entre el bullicio,
pudimos disfrutar bastante del coro y del órgano que fue reparado
recientemente. Concluida la ceremonia volvimos a la casa de la tía a través de
la Calle Mayor. Todos los bares (alrededor de 10 bares en un pueblo de 700
habitantes) dispusieron terrazas para vivir mejor las fiestas. Allí, los
vecinos, en número acrecido por los visitantes (estimo que hay cerca de 5000
personas en Igea), toman café y juegan al mus... a muchos no se los ha visto en
todo el año, pero ahora están allí.
Cuando
llegamos a la calle de la casa de la tía (Arrabal de Solanas), alguien toca una
guitarra en la puerta de su propia casa... es la guitarra, siempre la
guitarra con su clarividente aporte del
caldo de las afinidades que busco, y parcialmente encuentro, a cada paso que
doy por la península.
Latía cocinó cosas exquisitas que acompañamos con un vinito de Ribera del Duero
que trajo Joaquín.
En
la sobremesa charlamos de Cervera del Río Alhama. Manolo habla del sustrato
musulmán que aún se percibe en el barrio de San Gil, en los genotipos que
expresan en los rostros de los vecinos y en una manera de aspirar algunas
letras que recuerdan a la hache del idioma árabe. En la cumbre de la sierra, en
donde se encuentra el hotel en el que paramos, hay restos de un alcázar
musulmán. Cervera pertenecía a los musulmanes y Cornago a los cristianos, el
Río Linares era la frontera.
El trajín de los días nos ha devuelto al hotel a descansar un poco
y nos hemos perdido, por hoy, el costado pagano de la fiesta: el encierro y la
plaza con vaquillas.
DOS
¿Hay
dos celebraciones, la de los viejos en la calle y la de los jóvenes en las
bodegas de las peñas? ¿Son, estas bodegas, el anclaje con el pueblo, con el
lugar de pertenencia, que conservan los que ya no viven allí? ¿Hay tal divorcio
como sostiene la tía o hay un lugar en donde estas dos maneras de vivir la
fiesta se encuentran?
7 de septiembre de 2009
UNO
Hemos
vuelto a Igea. Esto es para mí un territorio de emociones fuertes. Hoy es
nuestro último día aquí. Hoy es la procesión y romería con todos los vecinos
(los residentes y los que vienen a vivir las fiestas) que suben en andas la
imagen de la virgen hasta la ermita. La llevan desde la iglesia por la Calle
Mayor hasta la carretera y por ésta recorren los cuatro kilómetros que median
con la sierra en que se encuentra la ermita y hasta allí la cargan.
Estaban
todos, jóvenes y viejos, todas las peñas y las viejas cuadrillas de hace más de
cuarenta años con sus camisas y blusones de aquella época. Hay misa y romería:
un bocadillo y un vasito de vino. Llaman preñadito al bocadillo porque
consistía en un pan horneado con un chorizo adentro, lo sirvieron caliente, y
el vino en una vasijitas que quedaban como souvenir con la imagen de la Virgen
del Villar.
Luego
de la misa bajamos y asistimos a la fiesta pagana. Encierro en la Calle Mayor y
plaza con vaquillas.
En
la misa en la ermita pude conocer, al fin, a mi amigo y corresponsal de tantos
años, Manolo Sáez Benito. Luego de la plaza fui al negocio de su madre, la
Villarina, y compré unos pañuelos de los que se usan en las fiestas a lo largo
de toda La Rioja y también del País Vasco y Navarra.
Estos
tienen bordado el escudo de Igea. El color borravino es, según me he enterado
posteriormente, el color de los pañuelos riojanos.
Luego comimos un conejo exquisito que mi tía preparó de una manera
muy sencilla. Primero enharinó y selló el conejo cortado en presas. Luego le
agregó tomate y cebollas picados (más tomate que cebolla) y una hoja de laurel.
Dejó cocinar a fuego lento y casi al final, le agregó un majadito de ajo y
perejil. A pesar de los problemas de salud, sigue usando la mano izquierda como
tabla para picar la cebolla y el tomate directamente sobre la cazuela.
DOS
En
estos días hemos recorrido algunos lugares de interés. Fuimos hasta el
yacimiento de huellas de dinosaurios de La Era del Peladillo (a uno 3 kilómetros de Igea, saliendo por el nuevo
frontón). Intentamos subir hasta los restos del alcázar musulmán de Cervera,
pero no llegamos porque el camino se
puso muy difícil. Hicimos un paseo hasta Valdeperillo y Cornago. Lo que nos
llamó la atención es lo bien cuidado y
presentado que está este castillo y lo descuidado que está el Alcázar en
Cervera del Río Alhama.
8 de
setiembre de 2009
Las fiestas de Igea
no han terminado, aún tienen seis días más, pero nosotros debemos partir porque
el viaje que tenemos por delante es demasiado largo. Partimos por la mañana
temprano, casi en puntilla, todos descansan y no quisimos perturbarlos. Pensar
que desde 1913 mi abuelo Sebastián dejó de asistir a las fiestas de su
pueblo... para achicar su nostalgia, invariablemente hacíamos una reunión
familiar el primer domingo de setiembre por ser el día de la Virgen del Villar.
Me emociona reconocer el por qué de aquellas reuniones familiares a la que concurríamos, como lo hacíamos a todos los cumpleaños y fiestas, por el único beneficio que pretendíamos cual era el encontrarnos todos los primos porque, como chicos que éramos, aún no conocíamos el valor de los recuerdos ni el peso de la nostalgia.
ResponderEliminarGracias, primo querido, por tus comentarios...
EliminarQUÉ PRECIOSO VIAJE MARIO. LA HISTORIA DE LA FAMILIA ES LA MEJOR DE LAS HISTORIAS. UN GRAN ABRAZO
ResponderEliminarGracias, Pamela, por tus comentarios.
EliminarBien sé que compartimos dos pasiones, la cocina y los viajes y que, en el caso de la cocina, nos atrae aquello que tenga que ver con el hogar en el que nos hemos criado.
¡Ah! Te cuento que ayer comimos un asado argentino adobado con merquén chileno.
Me vino muy bien leer estas reseñas tan sentidas de las fiestas patronales en Igea. Yo estaré este año por ahi por primera vez y me preparo para vivir intensas emociones. Gracias.
ResponderEliminarGracias, mare, por el comentario.
EliminarLos igeanos viven esa fiesta con intensidad.
Pero, para nosotros, los descendientes que tenemos la oportunidad de estar por lo menos una vez en ellas, la vivencia adquiere dimensiones legendarias.
No puedo desearte otra cosa que el más pleno disfrute.
Hola, estoy estudiando las riadas del Linares, años, anécdotas, alturas, etc.etc, agradeceria comentarios, Salud, J. Costa
ResponderEliminarGracias, J Costa, por su comentario.
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