La cocina es el mejor caldo
para entender lo histórico.
Es una creación popular cuyas notas esenciales son la
transformación permanente, el intercambio y la fusión. El origen de cada plato
se desvanece casi siempre en el fondo de los tiempos, por eso es muy difícil
que este histórico que es la gastronomía pueda reducirse con certeza al
estrecho campo de la reconstrucción historiográfica.
Es probable que podamos establecer algunas coordenadas de tiempo y
espacio, si contamos con las fuentes adecuadas. Es claro que la milanesa a la
napolitana, toma ese nombre por primera vez en los años cincuenta en el
restaurante Nápoli frente al Luna Park. Pero, ¿es un invento con nombre y
apellido? Acaso, ¿no tendrá una prehistoria sin registro? Es claro que la
polenta, tal y como la conocemos, es un plato posterior al descubrimiento de
América. Pero, siendo tan itálica, ¿no es dable pensar que en los Alpes
italianos tuviera una prehistoria con algún otro tipo de harina?
Todo lo que se escriba sobre la historia de la gastronomía es,
como casi todas las cosas humanas, y quizás más que otras cosas humana, puro
relato ajustado a fuentes casi nunca definitivas. En la cocina porteña, por
ejemplo, el olvido popular del origen de cada plato es radical. Imagino como
doña Italia le enseñó a mi tía Ñata a preparar el fileto y como mi tía le dio
una vuelta de tuerca hispánica a partir de lo que aprendió de su madre que era
riojana. Los personajes existieron y fui testigo de algunos intercambios en la materia,
pero la historia del fileto acabo de inventarla porque el que hacía mi tía era
único. Es un relato verosímil, pero, cómo saber lo que realmente ocurrió entre
esas dos mujeres en esa esquina del barrio de Mataderos.
La historia de la gastronomía argentina está llena de estos
relatos sobre el origen de tal o cual plato. Es maravillosamente bello
rescatarlos. Ellos están encerrados en imprecisiones fácticas, pero informados
de veracidad, de una veracidad profunda que es necesario distinguir. Esa verdad
que contienen es valiosa, pero hay que tener cuidado. Son muy útiles para
reconstruir los caminos culinarios, pero no debemos relajarnos en el momento de
escribir. Nuestros textos deben contener una mínima erudición que los sustente,
porque una cosa es rescatar un relato verosímil, dando cuenta del lugar y el
momento en que fue registrado o transmitido, y otra inventarlo caprichosamente.
La erudición, aunque no nos asegura el resultado, nos garantiza una base nada
despreciable para establecer la diferencia y nos pone en el lado de la búsqueda
de la verdad o en el otro, según nuestra propia opción.
En La
Argentina, los libros de gastronomía, aun los más interesantes y documentados,
descuidan este aspecto. Los relatos parecen surgir de la nada y repetirse sin
que podamos contrastarlos con otros datos. En este sentido, nuestra historia de
la gastronomía está en pañales.
Hola Mario, Feliz 25 de Mayo!! Tarde pero seguro... Leí que en Argentina los libros de gastronomía se venden en cantidad, no creo que este dato te conforme, pero al menos la gente se interesa. Un abrazo,
ResponderEliminarGracias, Mir, por tus comentarios:
EliminarMe parece fantástico que se vendan muchos libros de gastronomía. Lo que no me conforma es que esa difusión tenga, en paralelo, un incremento de las prácticas culinarias. Los programas de televisión aumentan su audiencia, pero en los hogares se cocina cada vez menos.
Feliz día de la Patria.
Estoy leyendo y releyendo, como aqui estan con la television no me concentro en la lectura, volvere y comentare cuando sepa bien y no me pierda
ResponderEliminarGracias, María Jesús, por tus comentarios.
EliminarEste artículo, está dirigido a los que escriben historia de de la gastronomía en La Argentina. En España, por lo poco que he leído, la materia tiene un desarrollo consistente y un rigor crítico adecuado.
Muy válido tu comentario, no sólo en la Argentina, aquí también se percibe la falta de fuentes verificables y acuciosidad a la hora de contarnos la historia gastronómica (la otra también). Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Pamela, por tus comentarios.
ResponderEliminarSí, claro... Sudamérica es una tierra maravillosa para vivir, pero hay unas cuantas cositas que tenemos que corregir, ¿no?