Si seguimos algunos relatos en
boga, los ñoquis de papa son un ejemplo muy claro de tradiciones
culinarias bifurcadas y un motivo para sostener nuestra identidad.
Pero, para ello, es necesario tener más confianza en la evolución
propia, aunque se haya distanciado de su origen remoto. Es que
precisamente es en esa evolución propia, y no en la de su lugar de
origen, en donde vamos a encontrar la identidad.
He escuchado al señor Donato De
Santis proferir un relato sobre la evolución, en Italia, de la
especie de pasta a que dedicamos el presente parágrafo. De Santis
expuso, en una emisión de su programa “Villa della pasta”
(2010), la receta de las cazzarilles. En esa oportunidad, sostuvo que
estas eran producto de una evolución de los ñoquis de papa y dio
una explicación plausible: este último plato se había desarrollado
en una época de carestía, entonces el consumo popular se inclinó
hacia la papa porque era mucho más barata que la harina.
Efectivamente, la proporción de harina y papa en la receta de las
cazzarilles es inversa a la de los ñoquis.
El relato me incitó a una
búsqueda en los recetarios de que dispongo para ver como se
presentan ambos.
En mi libro de cabecera de cocina
italiana (Alberti, Miranda, Italia
(Cocinas del mundo),
León, Editorial Everest, 1993) encontré una receta de “gnocchi di
patate” que la autora juzga originarios de la región de
Trentino-Alto Adige, en el extremo norte de Italia. En sus páginas
no se menciona la existencia de las cazzarilles. Por su parte, Donato
no señaló el origen de estos últimos, dato que podría tener
alguna importancia para enlazar ambos platos en una tradición única.
En el libro Encyclopedia of pasta
de Oreta Zanini (leído en
http://es.scribd.com/doc/42066238/Encyclopedia-of-Pasta-Univ-of-Calif-Press
el 20 de mayo de 2010), se
expone una receta de las cazzarilles, se le atribuyen nombres
diversos y asegura que su origen está en el sur de Italia (entre
Abruzzos y Sicilia), incluso el nombre cazzarille es el aplicado en
Molise, al sur de Abruzzos. ¿Es concluyente la referencia para
señalar una ruptura de la continuidad? De ninguna manera, sobre todo
si consideramos los nombres que les dan en Sicilia: gnocculi o
gnucchitti. La autora extiende el área de origen de los ñoquis a la
Lombardía, el Piamonte y el Veneto, siempre en el norte de la
península.
La difusión de los ñoquis es tan
amplia y sus variantes tan diversas que su evolución puede
perfectamente haberse sostenido desde otros sitios distintos del que
les dio origen. Esto configura un panorama extremadamente complejo y
permite sostener la idea de una evolución autónoma que es necesario
respetar si no se quiere incurrir en un gesto decididamente tilingo,
porque ¿en qué se diferencia, a los efecto de valorar una evolución
descentrada del origen, en este caso el norte de Italia, que las
nuevas formas se hayan expresado en el sur de esa península o en la
Argentina? ¿en qué se diferencian, desde el punto de vista de la
identidad de cada plato con el lugar en que se cocinan, los gnocculi
sicilianos y los ñoquis argentinos?
Recorriendo brevemente los
recetarios de que dispongo, encuentro algunas cosas interesantes. En
los que están dedicados a la cocina criolla, no hay referencias a
ningún tipo de pastas (v. g., 1991 (primera edición), Martelli,
Juan Carlos y Spinosa, Betriz, El
libro de la cocina criolla,
Buenos Aires, Caleuche). En cambio, en el libro de Juan Manuela
Gorriti (1890), ya aparecen recetas de preparaciones con pasta
asciutta (macarrones). Finalmente, en los recetarios de José
Eyzaguirre (1946, El
libro del buen comer)
y doña Petrona (1958) aparecen los ñoquis, con la salvedad, claro
está que el primero los denomina “gnocchis de papa”, en tanto
que la señora de Gandulfo, prefiriendo la ortografía castellana,
usando la denominación “ñoquis de papa”.
Estimo que no sólo las
condiciones económicas influyen sobre las recetas, sino también, la
disponibilidad de ciertos elementos. ¿Alguna de estas ecuaciones
explicaran la siguiente diferencia? La receta de Miranda Alberti
lleva estas proporciones de ingredientes: para 1 kg de papas, 150 g
de harina y 200 g de ricotta ahumada. Por su parte, la receta de doña
Petrona no lleva ricotta (tampoco la de Eyzaguirre), es más, en La
Argentina, la incorporación de la ricotta a la masa genera una sub
especie: los ñoquis de ricotta.
No he comido ñoquis fuera de La
Argentina, por lo que no sé cómo se los prepara; pero me parece que
los “ñoquis con tuco”, son un plato tan rioplatense como las
facturas para el desayuno... y qué decir de los ñoquis tuco y pesto
de Pippo. Es más, hay una tradición que juzgo bastante reciente en
Buenos Aires que es la de comer ñoquis los días 29 de cada mes. El
comensal debe poner un billete debajo del planto, en ritual que nos
da la certeza mágica de una inevitable prosperidad económica.
Desconozco el origen de esa tradición, para mi buscarlo carece de
sentido, sólo lo asumo como parte de mis tics vitales.
Qué interesante el post. Una señora judía una vez me comentaba de la relación de los gnocchi italianos con los judíos (spaetzle???). De Blanca Cotta aprendí y es infalible: ponés el puré en la mesada y la misma cantidad de harina, en volumen, al lado. Y por supuesto, las papas se cocinan con cáscara, porque a más agua, más harina absorben y ahí es cuando se tornan pesados y se pegotean.
ResponderEliminarComo dato ilustrativo, un arqueólogo compatriota me contó que los primeros ravioli que los inmigrantes hacían en La Boca se rellenaban con moluscos del Riachuelo. Feliz fin de semana!
Una delicia los ñoquis, en casa somos todos fan de ellos.
ResponderEliminarAquí en Madrid los he comido en lugares italianos y son igualitos a nuestros ñoquis.
Yo he preparado para mi blog una versión diferente que quizás quieras ver, estaban de re chupete!!!
BESITOs buen finde!
Gracias, Miriam, por tus comentarios.
ResponderEliminarLo de la influencia judía en la cocina occidental es algo muy interesante que incita a una exploración (se sabe, por ejemplo, que el puchero proviene de una comida de que los judíos españoles preparaban para el sabath, se llamaba adafina).
Con relación a los ravioles y el Riachuelo, te cuento que he recogido testimonios de pescadores en ese curso de agua que ofrecían los peces capturados en Puente de la Noria en el barrio de Mataderos en los años veinte del siglo pasado (ya lo voy a publicar).
Gracias, Loeran, por tu comentario.
ResponderEliminarIré por ellos.
Querido Mario, este tema me resulta por demás interesante dado que Lilia, desde hace más de 30 años, hace los ñoquis con queso port salut, harina y huevo.
ResponderEliminarEl detalle adicional es que los sirve acompañados por un estofado de carnaza de garrón cocida más de una hora y media y me pierdooooooooo.
Además, debo decirte que:
ResponderEliminar¡¡¡ ME ENCANTA LA FOTO DE LA TIA CHOCHA !!!
La historia de los 29 que conozco se le adjudica a san Francisco de Asís quien, en su peregrinar, cierta noche pidió un trozo de pan en una casa muy humilde. Sus habitantes conmovidos por la apariencia del fraile, lo invitaron a su mesa y compartieron con él los escasos ñoquis que habían preparado para su cena.
ResponderEliminarCuando el santo hubo de irse, quienes lo alimentaron recogieron los platos y, debajo de estos, encontraron varias monedas de oro con los que el visitante los recompensó por tal gesto de caridad.
Gracias, Oscar, por tus comentarios
EliminarEl domingo hice un estofado con carnaza y salchichas... dos horas y media a fuego lentísimo. Resultó una delicia.