sábado, 21 de diciembre de 2024

Gabriel cocina para el cumpleaños de Danilo, su hijo

A Carlos Gabriel Osre, le encanta la buena comida y compartir la mesa con sus afectos cercanos. Es, en suma, un destacado anfitrión porque parece tomar el hecho de agasajar a las personas que quiere casi como una misión en la vida. Es el marido de mi sobrina y ahijada Florencia Aiscurri, con quien tiene dos hijos, Danilo y Lisandro. Muchas veces he comido asados memorables en su casa, pero la comida que preparó para el festejar los ocho años de su hijo mayor llevó a un punto más alto su manera de cocinar… fue mucho más que ofrecer un “simple” asado.

Las imágenes pertenecen a Gabriel Osre y Florencia Aiscurri

Para mí fue una revelación ver, en Gabriel, a un excelente cocinero de familia. Pero no debiera haberme sorprendido… me explicaré.

Hace algún tiempo que vengo percibiendo un fenómeno cada vez más complejo, el de los hombres que cocinan.

Hace algunas décadas, la división genérica suponía ver a la mujer como la ama de casa, dueña del interior del hogar y de la cocina y al varón que peleaba la vida afuera, en la calle y que, a lo sumo, exhibía sus dotes de asador sobre alguna parrilla ubicada en algún rincón del patio, es decir, fuera del dominio de la mujer.


Todo esto comenzó a cambiar cuando la mujer empezó a pelear su lugar en el mundo laboral. Entonces, compartir las tareas del hogar comenzó a constituirse en una necesidad. En ese contexto, muchos hombres comenzamos también a tener un mayor protagonismo en la preparación de los alimentos.

Las direcciones estratégicas eran dos, porque dos eran los espacios en el que este protagonismo se ejercía, en la cocina misma o en el quincho.

De manera concurrente se produjo otro fenómeno.  La parrilla urbana cobró un protagonismo tal que muchas veces reemplazó a la pasta en la comida familiar del domingo. El quincho que, en un principio, era un lugar limpio para alojar la parrilla y protegerla de las inclemencias climáticas, pasó a ser una segunda cocina. Es allí en donde las habilidades, otrora masculinas, en el manejo de los fuegos abiertos, se fue transformando en el lugar de adquisición de nuevas técnicas de cocción, más allá del asado dominguero. Adicionalmente, cuando el quincho adquiría ciertas proporciones, también comenzó a constituirse en el lugar de ejercicio de la comensalía familiar.


De modo que, desde la perspectiva cultural, la comida de Gabriel no debiera haberme sorprendido, sobre todo cuando percibí como había hecho crecer el quincho de su casa con un poderoso horno de ladrillos y con los implementos necesarios para realizar cocciones al disco.

Sin embargo, me sorprendió.

Una persona puede contar con las mejores herramientas y lograr resultados mediocres… no es el caso de Gabriel, ya conocía su habilidad para los asados, pero los sándwiches con carnes desmechadas y verduras al disco alcanzaron un alto nivel, mucho más arriba de la media de lo esperable.


Le pregunté donde había aprendido, de donde había sacado las recetas. Me dijo que había hecho algunas consultas por la internet, pero que lo fundamental residió en practicar las técnicas, atreviéndose a la invención, hasta que el resultado le gustó y, fundamentalmente, le gustó a los comensales. (1) De modo que llegué a probar sus carnes asadas y desmechadas y sus verduras al disco en el mejor momento.

Una clave fundamental es la selección de la carne. La compra siempre en la carnicería de un amigo en el barrio de Villa Luro, (carnicería El Fortinero, Avenida Rivadavia 10577).

Una promesa de futuro: modestamente me permito sugerir que el próximo paso debe concentrarlo en un detalle que hoy parece menor, el de la elaboración propia de salsas y aderezos para reemplazar los productos industriales.

En otro artículo, publico las recetas para que todos los interesados puedan hacer estas comidas siguiendo la experiencia de Gabriel.

Notas y referencias:

(1) 2024, Conversaciones con Gabriel Osre, noviembre.


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