sábado, 23 de abril de 2022

Los viajeros en la ciudad de Córdoba (1884)

Eduardo Gutiérrez (1851-1899) fue un prolífico escritor argentino. Sus textos contaron con gran número de lectores porque eran publicadas en los folletines de los periódicos porteños. Sus obras más reconocidas fueron: Juan Moreira (1879) y Hormiga Negra (1881).


Un viaje infernal relata las aventuras y desventuras de dos amigos militares que se dirigen desde La Rioja a Buenos Aires. Son acompañados por dos comerciantes ingleses y otros pasajeros circunstanciales. Es una de las obras menos conocidas y menos estudiadas del autor. Fue publicada como folletín en el diario La Crónica de Buenos Aires (1) y, como libro, en el año de la muerte del autor. Los fragmentos que transcribo a continuación pertenecen a ella.

El relato ficcional describe un viaje entre La Rioja y la Ciudad de Buenos Aires. El autor pone énfasis en la caracterización de la vida rural en parajes alejados de una imprecisa geografía de las provincias de la Rioja y Catamarca que contrasta con la vida en las grandes ciudades argentinas, Córdoba, Rosario y Buenos Aires. La comida popular y criolla, la que se come en el campo es valorada, más por los ritos de comensalidad que por sus atributos organolépticos, frente a la cocina de fonda a la que puede accederse en las ciudades modernas. En este juego de contrastes, la ciudad de Córdoba aparece como un espacio de transición entre los dos mundos considerados. (2)

El viaje se desarrolla en tres etapas, diferenciadas por el medio de transporte utilizado, a saber: mula desde La Rioja hasta la estación de ferrocarril San Pedro (Provincia de Santiago del Estero); tren hasta las ciudades de Córdoba y Rosario y vapor hasta Buenos Aires. Los fragmentos incluidos en este artículo corresponden al segundo tramo del viaje. Los personajes viajeros son cinco. Los oficiales Lagos y Herrera, los ingleses Ireloir y don Ricardo y el relator, que también es soldado.

Nuestros viajeros llegan a la ciudad de Córdoba. Los fragmentos que siguen describen la cena que tomaron en una casa de huéspedes que pertenecía a una mujer de edad avanzada. La propietaria cocinaba manjares caseros y guardaba formas de refinamiento y recato provinciano. Descomedidamente, los anti héroes patoteros devoran toda la comida sin guardar el más mínimo cuidado de las formas, provocando la ira de la propietaria y un escándalo público. Interesa ver los platos que estaban a disposición de los viajeros.

Cena en una casa de huéspedes en la ciudad de Córdoba

“Cuando llegamos á Córdoba era ya de noche, algo tarde, los hoteles estaban cerrados, en sus departamentos de restaurant, lo que nos puso de un humor de todos los diablos.


”Traíamos una hambruna estupenda, puede decirse que no comíamos desde que salimos de la Rioja y en Córdoba nos habíamos prometido nuestro primer banquete.

”Pero, ¿cómo comer, si no había donde?

”Nos echamos en busca de Thirsit, el hombre más conocido de Córdoba y el francés más travieso que haya pisado tierra americana; una especie de Felipe Augusto Picot, pero más estudiantil y menos pesado.

”Encontrando á Thirsit habíamos encontrado buena comida, y así sucedió.

”En un café, hablando por ochenta y arrancado á su auditorio alegres risotadas, estaba el gran Thirsit, que en cuanto nos vió nos saltó al cuello y nos dió un par de canchadas: hacía diez años que no nos veía.

”Al escuchar nuestra demanda, nos hizo una seña con la mano, y se despidió de su círculo, que lo vió alejarse con la pena de que le han arrebatado una alegría y semejante á un tambor mayor se colocó á nuestra cabeza, iniciando una marcha triunfal en busca de comida.

”En Córdoba había entonces, no sé si existirá todavía, la buena costumbre de las casas de huéspedes.

”Éstas, tenidas por señoras viejas, en su generalidad, ofrecían al viajero comodidades inapreciables.

”Allí se encontraba siempre esquisita comida criolla preparada con todo aseo y esmero, y un catre cuya blancura de ropas arrebataba la vista.

”Por una cantidad módica el pasajero comía y dormía allí como no lo hubiera hecho en el mejor hotel, siendo despertado á las horas de partida, si es que no iba á demorarse en la ciudad.

”Fue á una de estas casas de huéspedes donde nos llevó el gran Thirsit, seguro de que encontraríamos allí cuanto pudiéramos desear.

”Aquello nos pareció una especie de Paraíso que nos hizo saltar al cuello del francés, sacudiéndole, en prueba de nuestra mayor satisfacción, una buena dosis de moquetes.

”La mesa estaba puesta con un mantel de exagerada blancura.

”Las copas brillaban como piedras preciosas y las dos jarras de vino colocadas en ambas cabeceras, parecían dos enormes topacios.

”Los platos, los cubiertos, las servilletas, todo allí era de un aseo arrebatador y de un brillo extraordinario.

”En cada cabecera de la mesa había dos enormes fuentes llenas de bacalao en aceite y vinagre, cubierto por una capa de rebanadas de tomate, ajíes y huevos duros.

”Aquello debía estar exquisito, á juzgar por el tumbo formidable que el deseo dió en nuestros estómagos.

”No pudimos contenernos y dimos á las dos fuentes el más estruendoso viva que haya salido de pulmones humanos.

”Todavía hay caldo de gallina, nos dijo la buena vieja al ver nuestro entusiasmo, unos pollitos asados y unos lomitos que no hay más que pedir.

”–Si hay caldo de gallina, dijimos, suponemos que habrá gallina también.

”También hay gallina, pero esa se guarda para hacerla salpicón en el almuerzo de mañana.

”Nuestro entusiasmo era inmenso; semejante comida casera, después del ayuno forzado que llevábamos, era algo de celeste que no había entrado en nuestros cálculos.

”Y entonamos una letanía en honor al gran Thirsit, á quien debíamos la descubierta.

”¡A la mesa!, gritamos, ¡á la mesa!, tenemos un hambre infernal, ¡un hambre espantosa! ya no podemos esperar un segundo más.

”Desgraciadamente hay que esperar un poco más, dijo la vieja, todavía no ha llegado el tren del Rosario, que ahí viene silbando, y no es cosa que los pasajeros marchantes se queden bajo la mesa.

”Pero los pasajeros del Rosario comerán así que vengan llegando, sin que nosotros perdamos un tiempo precioso.

”Tengan paciencia dijo la señora, un poco de paciencia así todos quedan satisfechos.

”Mi casa es muy conocida en el Rosario y de allí me viene mucha gente recomendada.

”¡Qué figura quieren que haga yo si me pongo á hacerles comer sobras!

”Ya llegó el tren, ahora nomás llegan mis huéspedes, y todos se sientan á la mesa al mismo tiempo.

”Hicimos á Thirsit una seña llena de desesperación, pero el miserable se puso al lado de la vieja, exhortándonos también á tener cinco minutos más de paciencia.

”–Yo mismo voy á hacer apurar á los que vengan para acá, nos dijo, salió á la calle con ese vértigo de actividad que le es característico.

”La vieja se quedó en la puerta como si quisiera atraer á sus clientes con sus ojos de Lampalagua, y nosotros quedamos presos en el comedor por el olor exquisito de aquel bacalao con tomate.

”Esto es mucho amolar, dijo don Ricardo, estirando á la fuente dos dedos como dos pinzas, y sacando dos dedos como dos pinzas, y sacando una tajadita de huevo cocido se la llevó á la boca.

”–¡Mucho amolar! agregó Ireloir, sacando otra tajada de huevo, pero acompañada de otras dos de bacalao, y echándoselas también a la boca.

”El mayor Herrera tomó un puñado, agregando también que era mucho amolar.

”Y tanto se repitió el concepto aquél, que en cinco minutos, y de puñado en puñado, la fuente había quedado más limpia que si la hubieran lavado.

”En eso vino la vieja y nos manifestó que si en cinco minutos más no había venido huésped alguno mandaría servir la cena.

”Nosotros nos pusimos de espaldas contra a la mesa, de modo que la vieja no pudo ver la suerte que había corrido la primera fuente de bacalao.

”Y mientras ellas volvía á la puerta, á esperar sus dichosos huéspedes, tocamos a la carga sobre la segunda fuente, pero esta vez con su correspondiente pan.

”Dábamos los últimos lambetazos, cuando apareció la vieja en el comedor diciendo que ya había mandado servir la cena.

”¡Ah! ¡groseros, mal criados! gritó, cuando vió lo que habíamos hecho, ¿quién les ha dicho que esa es manera de comer? Con la mano, y sin dejar bacalao para mí, que me gusta tanto.

”¡Tentada estoy de sacarlos á la calle por puercos, y no darles nada!

”Y que quiere señora, dijimos con la boca y parte de la cara lustrada por el aceite y el vinagre del bacalao; ya no podíamos aguantar más, era mucho el hambre que teníamos.

”¡Qué dejan para los perros entónces! Y no haberme dejado un poquito para mí, ¡puercos! ¡cochinos! miren que gente me ha traído Thirsit.

”Señora, exclamó Ireloir algo amostazado, pagando lo que se ha comido, no hay nada que decir; cobre lo que quiera, pero déjese de estarnos insultando que no hemos venido á eso sino á comer.

”Y apoderándose de una de las jarras de vino se sirvió un gran vaso.

”Siéntese, pues, á la mesa, añadió, dando él el ejemplo, y sigamos comiendo.

”Ni un bocado más, grandísimos puercos, exclamó la vieja completamente enfurecida, no les doy ni un bocado más de comida.

”En aquel momento entraba al comedor una chica, trayendo una enorme fuente de pollos asados, cuyo olor esquisito nos hizo dar un brinco.

”¡Llévatela, llévatela, gritó la vieja, que estos angurrientos tienen bastante con lo que han devorado! No les doy más.

”Iba la chica á dar media vuelta cuando saltamos sobre la fuente; ¿cómo era posible dejar que se llevaran aquellos esquisitos pollos?

”Ya repetía la vieja la orden de llevarse la fuente, cuando cada uno estiró las garritas sacando por las tostadas canillas uno cada uno.

”Puede llevarse la fuente, dijimos, pero lo que es los pollos no hay Cristo que nos lo saque de las manos.

”Esta última acción puso en su colmo la indignación de la vieja, que después de insultarnos como le dió la gana, empezó á gritar á la policía pidiendo favor, que la robaban, que la asesinaban.

”Acudiendo unos cuanto serenos que nos hallaron plácidamente sentados á la mesa, devorando la última cachirla de pollo.

”En aquel momento entraba de la calle Thirsit, á quien la vieja imponía de la insolencia nuestra y se quejaba de la clase de bandidos que le había llevado á su casa.

”El francés no sabía ya como hacer para ocultar la risa que retozaba a todo su cuerpo.

”Los serenos querían llevarnos presos á toda costa, pero nosotros no estábamos dispuestos á movernos de allí antes de haber dado fin con todos los platos anunciados por el programa de la vieja.

”¡Ni un bocado más! gritaba ésta, quiero que los lleven á la policía y los hagan vomitar lo que han comido.

”Y mientras Thirsit y nosotros discutíamos con la vieja y los serenos, don Ricardo é Ireloir enfilaron á la cocina de donde volvieron un poco después con la fuente de lomitos entonando el poderosos god sabe the Queen.

”Habíamos triunfado en toda la línea.

”¡No quiero que coman los lomitos! gritó la vieja, ¡son míos, yo los he hecho y no quiero que los coman! serenos, hagan respetar mi propiedad.

”Don Ricardo, que era hombre que entendía la vida, había alcanzado un enorme vaso de vino al sereno que parecía hacer cabeza, quien lo apuró de un trago haciéndose nuestro amigo.

”Señora, dijo entonces el sereno, nosotros no podemos hacer nada, son huéspedes que comen sin ofender á nadie y no podemos hacerles nada.

”Es preciso que usted lleve la queja á la jefatura.

”¡Pícaros, vendidos! les gritó entonces la vieja, ¡ya me quejaré como es debido!

”Y arremetió contra Thirsit, principal culpable de aquella invasión de indios, á quien puso peor que un trapo de cocina.

”Entónces, nosotros todos, ingleses y criollos, entonamos un majestuoso coro, el god save the Queen, en expresión de gracias á nuestras barrigas bien llenas.

”Y dimos á cada sereno su correspondiente vaso de vino, con lo que concluimos de tenerlos á nuestro lado.

”Thirsit escuchaba impasible los denuestos de la vieja y con la paciencia de un santo le decía que tuviera paciencia porque un hombre hambriento no era responsable de sus actos.

”¡Qué reviente! Esclamaba la vieja, que revienten todos, ojalá la cena se les volviera piedras en el estómago.

”Los serenos se retiraron dejándonos dueños del campo y limpiando á miga de pan una fuente de dulce de higo, maestralmente hecho.

”Así como habíamos tomado la comida al asalto, al asalto tuvimos que tomar los catres, porque la vieja los había hecho doblar, negándonos el derecho de dormir en ellos.

”Usted cobre lo que quiera, dijo Ireloir; pero usted no tiene el derecho de privar á nuestros lomados huesos que tomen la posición horizontal.

”La vieja tuvo que ceder, desde que no podía hacer otra cosa y al compás del más entusiasta canto tucumano de don Ricardo, cada cual se puso á tender su catre, porque la vieja había hecho sacar hasta las cobijas.

”Y despidiéndonos de Thirsit que no podía tenerse de pie de pura risa, nos preparamos á pasar la más deliciosa noche de la vida.

”¡Oh! ¡qué placer inmenso es poderse meter entre un par de sábanas limpias y frescas, después de haber andado vagando una semana sin poder siquiera sacarse la botas para dormir!

”No hay nada comparable al placer de una cama en esas condiciones, en que el cuerpo se rejuvenece y se siente que la sangre circula en las venas de una manera más amplia.

”Y nos dormimos arrullados por el crudo que don Ricardo no había dejado de cantar un momento, y los rezongos de la vieja que se sentían en el cuarto que ocupábamos como el zumbido de una enorme caldera a vapor.” (3)

Notas y Bibliografía: 

(1) 1884, Gutiérrez, Eduardo. Un viaje infernal, Buenos Aires, Juan Schürer – Stolle, 1899, publicado originalmente como folletín en el periódico El Correo de la ciudad de Buenos Aires.

(2) 2012, Tuninetti, Ángel T., “De tortillas y asados: Literatura de viaje y cocina nacional en La Argentina del siglo XIX”, en Cincinnati Romace Review, Winter 2012, pp. 164-174.

(3) 1884, Gutiérrez, Eduardo, Op. Cit., pp. 76-83. He decidido conservar la ortografía impresa en la edición citada que exhibe reglas vacilantes en algunos casos.


2 comentarios:

  1. Me pareció formidable la escena
    Tan bien contada que me reía todo el tiempo.
    Y la descripción de los platos buenísima
    Un lujo
    Bacalao polllo y carne
    Gracias Mario

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    Respuestas
    1. Gracias, Anónimo, por los comentarios.
      Tuve una impresión muy similar a la suya.

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