Con
Haydée hemos disfrutado de unos días maravillosos en Saint Maló en casa de
Osvaldo y Nadine. A pesar de haber vivido muchísimos años en París, Nadine
disfruta de haberse reencontrado con su patria bretona. En buena medida, este
reencuentro con la tierra de origen se expresa en la cocina. No sólo por los
productos maravillosos que encuentra en esta región de Francia, sino también
por algunas preparaciones tradicionales que practica. Osvaldo es un gourmet,
acompaña con placer a su mujer en estas búsquedas.
Las imágenes son propiedad del autor
Podría
decir que Nadine me abrió las puertas a la cocina bretona, si no fuera por la
inexactitud del sentido metafórico que el término permite. Sería más preciso
decir que me abrió un postigo por el que me asomé y pude ver, saqué la mano y
pude tocar, rascando apenas la cubierta del mundo mágico de esta tradición
culinaria cuyos productos e ideas gastronómicas poco impacto han tenido en la
cocina nacional de los argentinos. ¿Poco impacto? En realidad, a través de una
importante tradición de afrancesamiento culinario, los argentinos nos hemos
apropiado de algunos pormenores significativos de este acerbo local que los
franceses han nacionalizado, las crepes.
En
la cocina bretona, los productos del mar están presentes en sopas de pescados y
en diversas preparaciones con mariscos, en especial con ostras y mejillones.
Tuve oportunidad de conocer los criaderos de ostras de Cancale a unos 15
kilómetros de Saint Maló. Tuve oportunidad de disfrutar las ostras de la Costa
Esmeralda, en la mesa de Nadine y Osvaldo, regadas con vinos blancos de
Sancerre y Cafayate (más precisamente de San Pedro de Yacochuya). También hay,
en esta gastronomía, productos de la tierra. Corderos, cerdos y derivados lácteos. Tuve oportunidad de comer
un gigot de cordero pre salé del Mont Saint Michel que Nadine preparó con
maestría.
Hay un producto de la tierra que se destaca entre los otros: la
manteca salada. La manteca salada se utiliza en muchas preparaciones. Sin ir
más lejos, Nadine la utilizó para cocinar el cordero. También prepara con ella
un caramelo (caramele) que se utiliza en postres. Probé en el desayuno el
caramele de Nadine con tostadas y es como un dulce que me resulta familiar. En
una recorrida por la ciudad de Saint Maló intra muros me mostró la fábrica de
manteca salada en la que ella se provee.
Hay
un postre tradicional bretón, el kouign amann que se prepara sobre la base de
esta manteca salada. Probé uno que produce una reconocida confitería de la
ciudad. Nadine no lo prepara, y su madre tampoco, porque sostiene que su
elaboración es compleja y demanda una gran maestría.
Decía
arriba que hay algo importante de la tradición culinaria bretona de lo que nos
hemos apropiado a través de la cocina francesa en general, las crepes. En rigor,
nosotros usamos la masa de crepes para hacer nuestros panqueques y, también,
cuando preparamos canelones o fiambre alemán. Estos usos ya están despegados de
la cocina bretona que sólo utiliza las crepes para preparaciones dulces,
destinando la masa de galettes para las recetas saladas. ¿En qué difieren? En
que las galettes se preparan con harina negra de trigo sarraceno y las crepes
con harina blanca de trigo común. A pesar de esta distinción tan cerrada, el
uso de las crepes para preparaciones saladas, es algo común en Francia fuera de
Bretaña.
He
contado muchas veces una anécdota de Jaime Dávalos, creo apropiado referirla
nuevamente aquí. Fue en un programa de televisión presentado por Antonio
Carrizo. En ese programa estuvo ejecutando el charango el hijo de Jaime Torres.
En esa oportunidad, el joven músico presentó a su maestro en la ejecución del
instrumento. Sorprendió a todos ver a un japonés que hablaba castellano con enorme dificultad.
Entonces, Antonio Carrizo se dirigió al poeta salteño que se encontraba entre
los presentes y le preguntó qué le parecía que el hijo del mejor charanguista
del mundo tuviera un maestro japonés.
Don Jaime contestó simplemente: “Es que los pueblos se encuentran por la
raíces”.
Decía
arriba que el gusto del caramele me resultaba familiar. Una de las crepes más
típicas se prepara con caramele y se parece muchísimo a nuestro panqueque de
dulce de leche, excepto por la exuberancia que exhibe nuestro postre.
Me
traje un recetario de cocina popular bretona(1) y otro de postres de la misma
región.(2) En el primero hay platos con cordero y otros productos de la tierra.
También hay productos del mar, peces y mariscos. Entre estos últimos, hay
preparaciones con mejillones y vieiras; pero las ostras no aparecen. Sin
embargo, simplemente se trata de un pequeño recetario que me dio una
aproximación a esta cocina regional, por lo que no puedo establecer conclusión
alguna, ni siquiera provisora, y sólo me limito a registrar el hecho.
Notas y
referencias:
(1)
1984, Morand, Simone, Cuisine populaire de Bretagne, Bordeaux, Editions
Jos.
(2) 1994, Charlon, Raymonde, Desserts de Bretagne,
Rennes, Editions Ouest-France.
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