sábado, 19 de julio de 2025

Viaje al Siglo XVIII por las calles estrechas del bajo de Monserrat (Parte II) (2024/noviembre)

San Domingo, Los siete ríos de La Rioja Española y algo más…

Ir a Parte I

A Corpus Martínez y Fran López

Encandilados, yo por lo menos, por la luz rutilante que inunda las naves de San Ignacio y San Francisco, los viajeros (Marta, Haydée, José y yo) salimos de este último templo con la clara intención de seguir aprovechando la intensa luz del mediodía en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de los dominicos, donde completaríamos el circuito, o eso por lo menos, creí en ese momento, por el siglo XVIII en el bajo de Monserrat.

Las imágenes pertenecen al autor, salvo indicación en contrario 

Personalmente, había hecho el recorrido por estas iglesias hace varios años. Fue cuando llevé Corpus Martínez y a Fran López, su marido, mis paisanos de la Villa de Igea en la Rioja Española, a recorrer Monserrat y San Telmo. Mi pretensión, en esa oportunidad, no fue mostrarle estos templos, sino el entorno patrimonial urbano de esos barrios de Buenos Aires.

En ese recorrido tuvimos poca suerte. San Ignacio estaba abierto, pero se veía a los artesanos que cuidadosamente restauraban todavía algunos de los altares de las capillas laterales. En San francisco no pudimos entrar, el templo se hallaba cerrado por un intenso trabajo de restauración integral cuyos resultados pudimos celebrar ahora, como ya lo expuse en la primera parte del recorrido que llevo comentando en estas notas.


Pero, en Santo Domingo, es donde peor nos fue en aquella oportunidad. Las naves oscuras y deterioradas se mostraban desnudas de obras de restauración y, lo peor, mi ignorancia me impidió mostrarles el Camarín de la Virgen y su portentoso tesoro… Ahora tenía la oportunidad de una revancha. Por eso los invito a entrar en esta Iglesia… A los lectores, en general y a Corpus y Fran, en especial.

III Santo Domingo, en vías de recuperación

Caminamos por la calle Defensa las dos cuadras que separan San Francisco de Santo Domingo bajo el sol intenso de una primavera que ya se probaba los trajes del verano.

Los porteños de hoy, llamamos Santo Domingo a este templo; pero, en realidad, se trata de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, anexa el convento de los dominicos.


El atrio es impactante. Gobernado centralmente por el mausoleo de Manuel Belgrano, devoto de la Virgen del Rosario; acompañado por la torre del este impactada por la artillería de las milicias porteñas durante las jornadas de la Defensa de Buenos Aires, en 1807, y por el estilo que yo llamaría ecléctico de la fachada principal.

Allí se ve un tímpano neoclásico, pero también se ven, como observó Marta, algunos rastros de estilo italianizante, similares a los que se se pueden observar en las iglesias de San Francisco en las ciudades de Salta y San Miguel de Tucumán, especialmente en las torres.

En realidad, la fachada no fue concebida en su eclecticismo, sino en el estilo colonial barroco del siglo XVIII. José halló su descripción original en un artículo de Mario Buschiazzo, publicado en 1951 por el Instituto de Arte americano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. La Fachada actual se debe a una refacción llevada a cabo por “los constructores Plon y Oliver en 1894” (así los trata Buschiazzo). (3)

Santo Domingo en la primera mitad del siglo XIX
Imagen de Carlos Pellegrini (padre)
Referencia en (a) 

José comenta el artículo diciendo: “Me quedó el sabor de un pasado tergiversado, más por cuestiones ideológicas que por evoluciones arquitectónicas: “La segunda mitad del siglo pasado fue un período que se distinguió en toda América por el ímpetu con que los llamados espíritus progresistas arremetieron contra los monumentos que habíamos heredado del período hispánico””. (4)

Afortunadamente, una litografía del ingeniero Carlos Pellegrini, rescata la fachada, tal y como se la veía en 1830.

El templo está mucho más oscuro que los otros, tal vez tenga una estructura con menor acceso lumínico que San Ignacio y San Francisco. Digo tal vez, porque las naves laterales estaban invadidas por andamios, hecho que, obviamente, me puso feliz… Me dije, por fin le tocó a Santo Domingo.


De modo que la recorrida fue escueta, andando por donde pudimos… Terminamos concentrándonos en el camarín de la Virgen que, para mí, resultó todo un descubrimiento.

Allí se conservan las banderas y estandartes tomados por los porteños (por todos ellos, hayan sido peninsulares, criollos o extranjeros) a las tropas británicas invasoras de 1806 y 1807.

Según un relato que lleva las trazas de legendario, ocurrió que, cuando los británicos ocuparon Buenos Aires en 1806, Santiago de Liniers, también devoto de la Virgen del Santo Rosario, prometió allí trabajar por la reconquista de la Ciudad y que, si tenía éxito en la empresa, depositaría los trofeos obtenidos en ese templo. Efectivamente, se siguen conservando allí desde 1807, cuando se rindieron las tropas británicas que se acantonaron en el convento ante el ataque de las milicias porteñas. Episodio que también recuerdan el impacto de las balas de cañón sobre la torre del este (la única que tenía el templo por entonces).

Esas balas fueron reemplazadas por tacos de madera durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, y siguen dando testimonio de los hechos que nos enorgullecen a los porteños de todos los tiempos.

Salí de ese templo totalmente conmovido… recordando haber pasado por esa esquina y haber ingresado por primera vez hace más de cincuenta y cinco años sin saber entonces del tesoro que se escondía en el camarín de la Virgen. Sí, se cumplieron ya cincuenta y cinco años desde que entré en la iglesia para escuchar un concierto de órgano, en 1970.


Bajo ese mismo sol radiante, caminamos algunas cuadras por la avenida Belgrano hasta llegar al número 958, donde queda el restaurante Siete Ríos del Centro Riojano Español de Buenos Aires… iba yo con el corazón inflamado de emociones.

IV Un intermedio por los Siete Ríos de La Rioja Española

Entramos en el restaurante. Nos sentamos a una mesa y disfrutamos de delicias varias de la cocina de raigambre hispana en La Argentina. En el momento de componer estas notas, había olvidado qué comió cada uno, pero me empeñé en reconstruir aquella tenida gastronómica.

Sí recordaba que compartimos una tortilla muy buena. Hecha a la moda española actual con las papas y la cebolla confitadas y los huevos poco cuajados. Esta novedosa preparación, que ya lleva algunos años en nuestros lares, pocos por cierto, se constituye, en este caso, en una nueva síntesis de la comida hispano argentina de Buenos Aires. No sólo estaba babé, como dije, es decir, al gusto porteño mayoritario; sino que, además, llevaba chorizo colorado, al estilo de la tortilla que los porteños llamamos siempre “a la española”.

Con todo, para completar el cuadro, recurrí a la notable memoria de Marta que me ayudó a componer la exposición del surtido de viandas que tuvimos sobre la mesa. Marta comió pimientos del piquillo rellenos de pescado; José, unos chipirones a la plancha y Haydée y yo compartimos unos canelones rellenos de pescado. Finalmente, todos compartimos unas gambas al ajillo. (6)

Las fotos de 7 Ríos pertenecen de Marta Gallegos

El restaurante del Centro Riojano Español de Buenos Aires se ha renovado en nombre y estilo. Siete Ríos alude a los cursos de agua de la Rioja Española que llevan su caudal hasta el Ebro (Tirón, Oja, Najerilla, Iregua, Leza, Cidacos y Alhama-Linares). El estilo de la cocina que, si bien sigue la línea de la tradición de restaurante “españoles” de Buenos Aires, ha sido renovado con las modas, estilos, técnicas e, incluso, recetas tomadas de la restauración española actual.

Ya describí la tortilla y su novedoso estilo a la moda actual de España. Agrego que la presencia de los pimientos del piquillo rellenos aporta su novedad en producto y receta, presente en la cocina hispano porteña desde hace relativamente pocos años.


Tomamos buenos vinos, un torrontés (Marta, especialista en esta cepa, y Haydée también, siempre manifiestan su preferencia por los vinos blancos) y un excelente tinto mendocino.

La charla amable y distendida estaba coronando una recorrida que a mí ya me había resultado maravillosa. Hablamos de temas diversos. Destaco, sobre todo, un breve intercambio sobre la identidad de la cocina italiana. En ese intercambio, yo sostenía que la mayoría de las creaciones actuales de la cocina italiana no provenían de la Península, sino de las colectividades degli italiani all’estero. Puse por ejemplo la creación neoyorquina de la pasta con albóndigas. A lo que Marta respondió que Goyo Branca, un amigo en común que todos tenemos, preparaba una receta de su abuelo que lleva albondiguitas. Insistí en mi idea y pronto cambiamos de tema hacia tópico vinculado con nuestra aventura dieciochesca.

Sin embargo, el tema de la cocina italiana no quedó allí. Se desplegó en apasionado debate con José en los días siguientes. Concluyó con la consulta a nuestro amigo Goyo y con la publicación de las recetas de su abuelo que este Recopilador acaba de editar (en el texto central de esa recopilación, expuse en extenso el sentido y el contenido del debate). (7)


Terminé satisfecho y creí que allí casi que terminaría nuestro viaje. Pensé que sólo restaba entrar en predio de la Procuraduría de los Jesuitas y volver a la Plaza de Mayo para ver donde estaban las estatuas que yo siempre había visto en la plazoleta de San Francisco…

…Pero José que conoce bien el barrio (es egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires), aún tenía un as en la manga y, más que un as, un póker de ases…

V Dejamos algo pendiente por voluntad ajena, los túneles de Buenos Aires

El sol intenso del mediodía porteño parecía iniciar su declinación cuando salimos del restaurante a eso de las cuatro y media de la tarde. Tal vez quería decirnos que aún faltaban algunas semanas para el verano y que ese atardecer sería amable.

Todos los que han recorrido la Manzana de la Luces conocen buena parte de su historia y han visitado algunos de los locales en donde se ha ido construyendo parte la porteñidad moderna, desde la expulsión de los jesuitas hasta la noche de los bastones largos, ocurrida casi exactamente dos siglos después.


Efectivamente, en el patio de la ex procuraduría de la Compañía de Jesús hasta 1767, funcionó la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires. Fue principal objetivo del desalojo de la casa de Altos Estudios ordenada por el Gobierno de Facto de 1966, en la jornada conocida como la Noche de los Bastones Largos. Entre ambas fechas, la manzana fue sede del cuartel de los Patricios, durante la Revolución de Mayo, sede de la Universidad creada durante el Gobierno de Martín Rodríguez y de la Sala de Representantes de la Provincia de Buenos Aires por varias décadas, en la primera mitad del siglo XIX.

El predio conserva buena parte de la historia de esa congregación religiosa en el Río de la Plata del siglo XVIII. Esa misma mañana, habíamos iniciado nuestro viaje por la iglesia de San Ignacio y, como ya conté en la Parte I, a Marta le llamó la atención la roseta por la que entraba la luz sobre el altar mayor. ¿De dónde viene esa luz? Precisamente del patio de la procuraduría, le dije sin tener certeza hasta que estuvimos allí y pudimos verificarlo.

De modo que entramos y vimos la roseta desde el otro lado; pero hay muchas cosas más en ese patio o plaza seca interior. Hace algunos años, por ejemplo, había una excursión que hacía bajar a los visitantes al subsuelo y recorrer los misteriosos túneles que la arqueología urbana de los últimos años ha puesto al descubierto. Pero las visitas guiadas estaban suspendidas en noviembre de 2024 y nos informaron que no se sabía, si se iban a reanudar.


Me pregunté si, quien decidió esa suspensión, quería clausurar la historia que nos identifica, en su área de responsabilidad específica por lo menos… pero surgió en mi mente una negativa casi inmediata. Es muy difícil que la historia se deje clausurar, siempre, por algún lado, los testimonios afloran y vuelven a la superficie con encomiable obstinación. El problema suele ser que, muchas veces, nos cuesta mirarlos de frente y nos dejamos obnubilar por sombrías neblinas o por destellos de apariencia iridiscente.

Cuando salimos de allí, José que vino preparado para rodear la Manzana hasta llegar el frente del Colegio Nacional de Buenos Aires (cronológicamente el último edificio levantado en ella), nos incitó a seguir nuestro camino, mostrándonos que lo visto no era todo lo que podíamos llegar a contemplar en nuestro viaje.

Habíamos comenzado nuestra andadura, esa misma mañana, casi desde la puerta de la procuraduría, caminando por la calle Alsina hacia la iglesia de San Ignacio. Ahora nos invitaba a recorrer el perímetro de la manzana por la calle Moreno… Llevaba en sus bolsillos una copia de un bello poema de Baldomero Fernández Moreno dedicado al colegio en dónde el poeta había estudiado cuando todavía era el Colegio Central. (8)

…y eso no era todo. Él mismo sabía que, dando esa vuelta, llegaríamos a otro rincón de la ciudad, en el que los restos arqueológicos de un edificio civil nos iban a mostrar el rostro cotidiano de la ciudad dieciochesca. Allí nomás está el Paseo de la Cisterna.

Ir a parte III

Notas y referencias

(4) 1951, Buschiazzo, Mario, “Templo y convento de Santo Domingo de Buenos Aires, en Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas N° 4, Buenos Aires, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, pp. 62-75.

(5) 2025, José Fernández a Mario Aiscurri, correo-e del 31 de marzo.

(6) 2024, Marta Gallegos a Mario Aiscurri, correo-e del 20 de diciembre.

(7) 2025, Aiscurri, Mario, “Las recetas del abuelo Cayetano”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído el 19 de julio de 2025 en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2025/04/las-recetas-del-abuelo-cayetano.html

(8) 2024, José Fernández Erro a Mario Aiscurri, correo-e del 26 de noviembre

Elegía al viejo Nacional Central

La Ciudad terrible mueve su piqueta...

¿Dónde está mi viejo Nacional Central?

Este gran palacio no me dice nada,

muchos parecidos tiene la Ciudad.

¡Dios mío, Dios mío, si apenas me acuerdo!

Quince años, lo menos, transcurrieron ya...

Era un portal ancho, húmedo y oscuro,

portal de convento, de casa feudal.

Y unos corredores, sonoros y largos,

de bóvedas altas, blanqueadas de cal,

pavimento de blancas y negras baldosas,

y un aroma de años y de santidad.

Largos corredores para lentos monjes;

rosarios, sandalias y pardo sayal...

Muros, hornacinas para las imágenes,

vidrios emplomados en el ventanal.

Aulas frías y anchas como refectorios,

aulas subterráneas, llenas de humedad;

maestros y alumnos con algo de brujos

como cuando era crimen estudiar.

¡Oh clase de Química! Frotado alambique,

cerrando los ojos te veo brillar,,,

¡Oh clase de Química! Antaño bodega

de los buenos vinos del señor abad...

¡Oh claustros sombríos del viejo colegio!

¡Conventuales claustros! ¡Claustro colonial!

Bajo nuestra bóveda, acaso en mi alma

dio su primer rosa, místico rosal.

La Ciudad terrible mueve su piqueta...

¿Dónde está mi viejo Nacional Central?

Baldomero Fernández Moreno

(a) Vista el 7 de abril de 2025 en  https://ilustracionargentina.wordpress.com/2016/11/02/ilustrador-carlos-e-pellegrini/ 

 

sábado, 5 de julio de 2025

Las empanadas en los recetarios argentinos - ALGUNAS CONCLUSIONES Parte I

Ir a Parte VI (Final)

Después de un prolijo, aunque no exhaustico, recorrido por los recetarios argentino publicados entre 1880 y 2020, me permito exponer algunas conclusiones sobre la evolución registrada en esos repositorios documentales. Son provisorias, sobre todo porque son escasas las colecciones que poseo publicadas entre 1950 y 1990.

Referencia de la imagen ver nota (2)
El resto de las imágenes pertenecen al autor a a su biblioteca.

Haré algunas reflexiones a vuelapluma sobre lo que, a simple vista, parecen constantes y variables en las empanadas criollas y sobre cómo algunas de ellas acompañaron el resto de la cocina argentina.

Evolución en el uso de la materia grasa

La primera consideración va para el uso de la materia grasa con que se cocina. Allí podemos ensayar la existencia de tres períodos recortando los siguientes términos aproximados: antes de 1880-1935, 1935-1975 y 1975 en adelante. Esta periodización no está asociada al consumo de los productos, sino a su presencia dominante en los recetarios.

En el primer período se cocinaba con grasa fina de vaca, y a veces también de cerdo. En el segundo, esas grasas son reemplazadas por el aceite y, cuando se buscaba un mayor refinamiento culinario, la manteca. Este período coincide con el auge de la producción aceitera de girasol, y láctea en nuestro país. El predominio del aceite de girasol es indiscutible, aunque hay que reconocer que hubo un lapso de tiempo dentro de este período en el que se alentó el consumo del aceite de oliva (años cuarenta y principios de los cincuenta del siglo pasado), pero éste fue desalentado y no se consolidó como dominante. Finalmente, alrededor de 1975, aparece la margarina, en las propuestas para el consumo masivo, como alternativa barata y “saludable” a la manteca.

Unos veinte años después, hace su re entrada el aceite de oliva, ahora como estrella rutilante de comidas y ensaladas, aportando su aire de refinamiento “gourmet”. En líneas generales, algunos consideran que la margarina (aceite vegetal hidrogenado) carece de las mejores propiedades nutricionales, en tanto, que el aceite de oliva tiene la reputación de contener una fuerte concentración de grasas saludables. Comparto estas últimas consideraciones y, quienes impulsaron su cultivo y producción a mediados del siglo pasado, también las compartieron. (1)


Marta da cuenta del primer cambio. (2) Su libro La cocinera criolla vio la luz de la estampa en 1914 y 1915 en dos tomos. La autora reestructura su obra y la publica en un solo volumen a principios de los años cuarenta, exponiendo entonces la idea de que se ha operado un cambio significativo, la manteca ha ido reemplazando a la grasa en la cocina hogareña moderna. Ello la llevó a rectificar algunos aspectos de su obra. Por su parte, doña Petrona que acompañó este cambio fue, desde un principio, fue la reina de la manteca. (3) Esta preeminencia proviene de su formación académica en la cocina francesa (cursos realizados, alrededor de 1928, en la escuela Cordon Blue que dirigía Antonio Baldi). Intuyo que ese uso central de la manteca fue la causa más importante de que se considerara que, la suya, era una cocina cara. Por su parte, doña Lola, la cocinera preferida por nuestra burguesía pastoril (si se me permite la aparente contradicción de términos), comienza su libro enseñando a refinar grasa, en un aparente retroceso. (4)

La grasa de pella y las empanadas criollas de todos los tiempos

Lo curioso es que Marta y Petrona siguen usando grasa para hacer empanadas criollas (en la masa, en el recado y en la fritura). Para sus “Empanadas santafesinas”, en la edición de 1957, Marta aún usa la grasa en el sofrito del relleno y en la masa y, si bien se cocinan al horno, agrega una puntita de grasa sobre cada empanada antes de cocinarlas. (ver nota (2)) Doña Petrona, por ejemplo, usa grasa para el recado y la masa de sus “Empanadas santiagueñas”, tal y como puede observarse en la 2° edición (1935, pp. 195-196). Ese uso se conserva en la 102° edición póstuma (2011, pp. 398-399). (ver nota (3))



Hay, en todos los recetarios relevados, dos tipos de masa de hojaldre. Las denomino arbitrariamente a una como “tradicional” y a la otra, como “académica”. En la primera, el proceso consiste en que la masa, ya descansada, se estira y se pincela con la materia grasa utilizada (grasa, manteca, aceite o margarina), se espolvorea con harina, se pliega y se vuelve a estirar, repitiéndose el procedimiento una vez más.

La “académica” consiste en preparar una especie de “pan de manteca” (así llama doña Petrona al procedimiento técnico conocido como “empaste”) y un poco de harina, y tenerlo reservado en un lugar frío. Cuando de hace la masa, y ya está descansada, se la estira bien, se coloca el empaste en el centro, se la cierra la masa sobre él y se estira. Finalmente, se pliega y se deja descansar. La masa vuelve a estirarse y plegarse dos o tres veces más, con sus correspondientes intervalos de descanso. Doña Petrona usa, hojaldre tradicional (hecho con manteca) para los pastelitos de dulce y hojaldre académico para las empanadas que no tienen atributo de identidad provincial (ejemplos de la edición de 1935: “Empanadas de hojaldre fritas”, pp. 194-195, y “Empanaditas de carne”, pp. 197-198). Sin embargo, para las empanadas que tienen atributo de identidad provincial, sólo utiliza grasa en el bollo y no la somete a procedimiento adicional alguno.


No es un caso curioso y singular. Veremos que, hasta en los recetarios más recientes, esta preferencia por la grasa en las empanadas de identidad provincial, sigue manteniéndose de manera significativa, casi como si se tratara de un ritual.


Así como la reina de la manteca fue doña Petrona, la reina de la margarina fue Choly Berreteaga. En materia de empanadas de mano, la última gran ecónoma argentina, promovía el uso de tapas para empanadas de origen industrial que usan margarina como materia grasa preferente. Sin embargo, la edición de 1976 de su famoso libro Cocina fácil para la mujer moderna expone una fórmula de “Empanadas santiagueñas” que lleva grasa de pella tanto en el relleno como en la masa. Esta receta es incluida, años después, en la edición de 2010 con escasas modificaciones. (5) Cuando consideré esta última en la parte V de estas notas, expuse lo siguiente:

“Ahora, vayamos a la receta de “Empanadas Santiagueñas”. Llamativamente esta receta antigua que ya me había parecido descontextualizada en 1977, persiste en el libro, con algunas modificaciones en la materia grasa que la modifican un tanto, pero no de manera radical. En la elaboración de la masa sigue proponiendo el uso de grasa de pella (200 g por 1 kg de harina). En tanto que en el relleno cambia la grasa por manteca o margarina, reduciendo considerablemente la cantidad a poco más de un tercio. (pp. 162)” (6)


Si eso no alcanza para delinear una constante, les propongo ver, cómo funciona el tema en una línea conceptual más reciente de la cocina. En su libro Producto argentino de 2014, Dolli Irigoyen incluye una receta de “Empanadas con yasgua” que lleva grasa en la masa y en el recado. En Siete Fuegos (2010), Francis Mallmann dedica varias páginas a las empanadas. Expone allí una receta de “Masa para empanadas” que, obviamente lleva grasa en su composición. Completa con dos recetas para recados bajo los nombres de “Mis empanadas mendocinas” y “Mis empanadas salteñas”. En ambos, se comienza con un sofrito de cebollas que se hace con una mezcla de manteca y grasa de cerdo. (7) (8)


De modo que, a pesar de que la grasa se dejó de usar en la cocina diaria, en la elaboración de las empanadas criollas con atributo de identidad provincial, casi como en un ritual, la grasa siguió apareciendo hasta nuestros días en las recetas publicadas aún por cocineros de gran prestigio académico. En los hogares, son muy pocos quienes sigue usando esta materia grasa. Tía Chocha, por ejemplo, ha reemplazado la grasa por el aceite a fines del siglo pasado, por prescripción médica. Yo mismo, cuando sigo su receta de tapas, uso aceite de oliva, y en el recado también. (9)

Ir a Parte II

Notas y referencias:

(1) 2019, Zuccardi, Miguel, Oliva, Buenos Aires, Catapulta Editores, pp. 64-65.

(2) 2021, Volterri, Sebastián, “Publicó un best seller de cocina y cedió sus derechos a una capilla: la historia de una argentina de alta sociedad que escribió el primer libro de recetas criollas”, en Infobae, leído el 20 de enero de 2025 en https://www.infobae.com/tendencias/2021/07/01/la-cocinera-criolla-el-best-seller-de-1914-y-el-misterio-de-su-autora/.   
1957(c), Cocina tradicional argentina por Marta, Buenos Aires, Distal, nueva edición de La cocinera criolla, facsímil de una edición más moderna (no indica fecha), 2010 (1° edición en dos tomos de 1914 y 1915).

(3) 1935, Gandulfo, Petrona C. de, El libro de doña Petrona, Buenos Aires, Segunda edición corregida y aumentada (1° edición de 1934).      
2011, Gandulfo, Petrona C. de, El gran libro de doña Petrona, Buenos Aires, Distal, 2011, edición 102°, s/año de edición original (1° edición de 1934)

(4) 1944, L. P. de P., El arte de la mesa. Recetario de doña Lola, Buenos Aires, Guillermo Kraft LTDA.

(5) 1977, Berreteaga, Choly, Cocina fácil para la mujer moderna, Buenos Aires, Para Ti (Editorial Atlántida), 4° edición, pag. 9 (1° edición 1976).    
2010, Berreteaga, Choly, Cocina fácil para la mujer moderna -edición aniversario 35°-, Buenos Aires, Editorial Atlántida, 1° edición 1976.

(6) 2024, Aiscurri, Mario, “Las empanadas en los recetarios argentinos Parte V Recetarios 1991-2020”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2024/08/las-empanadas-en-los-recetarios.html el 23 de enero de 2025.

(7) 2014, Irigoyen, Dolli, Producto argentino, Buenos Aires, Planeta.

(8) 2010, Mallmann, Francis, Siete fuegos, mi cocina argentina, Buenos Aires, V&R, 2010.

(9) 2024, Aiscurri, Mario, “La tía Chocha y la receta de mis empanadas – Revisión”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído el 23 de enero de 2025 en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2021/10/la-tia-chocha-y-la-receta-de-mis.html.