sábado, 13 de agosto de 2016

Adquirir provisiones en Buenos Aires (1825)



El libro Cinco Años en Buenos Aires, 1820-1825 fue publicado en Londres en 1825. Su autor usó el seudónimo “An Englishman”, creando una incógnita que no había sido despejada cuando se editó el ejemplar de referencia(1). El editor sostiene que Paul Groussac y otros autores sostienen que se trató de Thomas George Love, fundador del semanario porteño British Packet(2). Hay fragmentos en que el nacionalismo del autor sobrepasa la verdad fáctica de lo que describe. A menos que se trate de un verdadero ignorante, es muy difícil sostener, por ejemplo, que las papas son un producto originario de Inglaterra... incluso, las que se cultivan en el Perú.  
Mercados de alimentos y bebidas

“El mercado nuevo, en el centro de la ciudad, está convenientemente surtido; grupos de soldados, estacionados alrededor, mantienen el orden. La carne de vaca se vende a tres reales la arroba; el cordero o la oveja entera a seis reales; no se permite sacrificar terneras, y el cerdo es tan malo que pocas veces puede comerse. Los pavos cuestan cinco a siete reales; los pollos y patos tres reales y medio; las perdices y palomas se venden a un real y medio la yunta; el precio de los gansos es barato: tres reales cada uno. Los vegetales son carísimos: un real las coles; zanahorias, arvejas, coliflores, espinacas, etc., se venden en la misma proporción.

”Aunque los artículos de primera necesidad son baratos, el gasto de cocina les vuelve tan costosos como en Inglaterra. El carbón, importado de Gran Bretaña, se vende bastante caro.

”La carne de vaca es buena, pero inferior a la nuestra, /.../.

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”La carne de cordero no es buena: se asegura que en algunas estancias la hay de mejor calidad, pero no he tenido la suerte de comprobar esta afirmación. Los criollos no aprecian esta clase de carne; tan poco valían las ovejas que se las mataba para usarlas como combustible en los hornos de ladrillo. Pero ya no sucede tal cosa, pues el número de estancias provistas de buen ganado lanar aumenta día a día, y se envían muchas majadas al interior para la venta. Mr. Hasley, un caballero americano, se dedica a estas faenas.

”Las aves no son de buena calidad; por lo general pequeñas y de carne correosa. Una vuela volatería exige que haya personas encargadas de engordar las aves, o, en su defecto, granjas dedicadas a es especialidad. Los patos son mejores; los pavos tienen gran tamaño y cuando se les ha cuidado bien son tiernos: los gansos muy inferiores. El alimento de casi todas las aves es la carne de vaca, por la cual parecen sentir mucha inclinación. He observado que cuando se ofrece a los pavos carne de vaca y trigo, prefieren la primera. En un lugar donde tantos animales se alimentan de carne de vaca es lógico que el cerdo obtenga su parte. Este derroche sería codiciado por los pobres de la populosa Europa. /.../.

”Una ordenanza prohíbe vender la carne de vaca más de tres reales la arroba. En el año 1823 hubo una gran sequía y murieron miles de animales. La venta de carne disminuyó mucho, apenas podía conseguirse un poco, y ese poco era muy malo, pues el ganado que se enviaba al mercado representaba una gran pérdida para los estancieros. La ineficacia de un precio fijo en un régimen de libre competencia fue plenamente probada.

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”En los almacenes pueden obtenerse buenos jamones ingleses, quesos, papas, etc.; los dos primeros a cuatro reales la libra, el último artículo a un real; los impuestos son más bien altos. La botella de cerveza cuesta cuatro reales; también se puede obtener a veces cerveza en barriles. Los artículos de esta clase son casi todos de origen inglés. El viaje es tan largo que no es posible que lleguen nuestros sabrosos quesos ingleses. El queso “Penco”, procedente del distrito chileno que lleva su nombre, es bastante parecido a nuestro queso de postre.

”El pan es caro: dos panes pequeños (apenas más grande que nuestros bollos franceses) se venden a un medio real. De acuerdo con la calidad de la harina, disminuyen de tamaño. El pan de harina norteamericana es el mejor. Por el momento dependen de la importación extranjera y los norteamericanos han retirado grandes sumas de dinero. El trigo del país, por alguna causa insólita -falta de cuidados o cosechas deficientes- no llega a satisfacer la demanda. Suelen moler el trigo en las panaderías, que por una ley reciente deben instalarse fuera de la ciudad. En la tarea de moler el grano se emplean mulas.

”Los criollos no muestran mucha afición por el té, si bien la muestran más que anteriormente. En las casas inglesas es un artículo de primera necesidad; se vende a un peso o peso y medio la libra. El café cuesta tres reales y medio la libra. El azúcar en terrones es malo y escaso; se usa el de La Habana y el del Brasil. El chocolate se vende a dos y medio o tres reales la libra.

”En realidad la vida en Buenos aires es más cara y menos cómoda que en Inglaterra.

”Hay aquí vinos de todas clases, “desde el humilde oporto hasta el imperial Tokay”, pero de calidad mediana. Oporto y Madeira se venden a un peso la botella. El champagne cuesta $ 1.50. Hay un vasto surtido de vinos franceses y españoles. El vino más corriente es el vino de Cataluña o, como se dice, vino Carlón, comprado a dos o tres reales la botella y que está muy lejos de ser desagradable. La producción nacional es escasa: el vino de Mendoza es dulce y sabe como nuestros vinos caseros. La cerveza es un lujo. La cerveza embotellada no tiene el sabor que posee la cerveza de los barriles de Londres. El Brandy, la ginebra y el ron son abundantes. El último llega del Brasil, La Habana y la Isla de Francia. El ron viejo de Jamaica es difícil de conseguir. La caña, una especie de brandy blanco procede de La Habana, el Brasil y España que llaman “aguardiente español”, es muy bebida y entona el ánimo.

”A mi modo de ver, las legumbres de este país dejan mucho que desear. Se extraña aquí el delicioso sabor de los repollos, espárragos y lentejas ingleses. Pero puede procurarse una buena ensalada de pepinos y cebollas. Los nabos son malos y escasos, el maíz es abundante.

”Las papas inglesas son muy buscadas: los marineros traen muchas y tan ansiosos se muestran los comerciantes por adquirirlas que alguna vez llegaron a pelearse, debiendo ir con la querella al Consulado, quien se habrá formado una opinión muy extraña de los comerciantes ingleses.

”Todos los esfuerzos hechos para aclimatar papas en este país han fallado: siempre crecen pequeñas e insípidas. Un inglés, Mr. Billinghurst, se ha afanado durante varios años por obtener el cultivo, sin alcanzar el éxito. Las papas de Montevideo son algo mejores. En el Perú son tan buenas o mejores que las papas de Inglaterra, pero nuestras islas son su verdadera patria.

”Los duraznos que se venden de enero a marzo son excelentes y se consumen mucho, pues los consideran salutíferos; se venden en todas partes -mercados, almacenes y calles-. Por un medio real (equivale a tres peniques) pueden comprarse de 8 a 10. Las fresas, manzanas, peras, cerezas, etc., no son muy notables. Las uvas no son malas. Las naranjas no se producen bien en este clima y los limones son muy inferiores. Las frambuesas, grosellas y ciruelas no se conocen más que de nombre. /.../.

”Aparte de las mencionadas, este país produce muy escasas variantes en vegetales y especies de ganado, constituyendo éste un problema para los residentes extranjeros que desean enviar un regalo a sus parientes europeos.”(3)

Notas y Bibliografía: 

(1) 1825, Un Inglés, Cinco años en Buenos Aires, 1820-1825, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986.

(2) 1825, ídem, contra tapa.

(3) 1825, ídem, pp. 93-97. 


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