sábado, 28 de mayo de 2016

La Magna Grecia catanesa: Parte I



14 a 18 de octubre de 2015

I ¿Por qué Catania?

Un aeropuerto internacional tiene todas las características de un aeropuerto internacional. ¿A qué la tautología? Simplemente a sostener la afirmación de que llegar al aeropuerto en Catania no nos dice nada de lo que veremos más allá… Es que, a poco de andar, la ciudad cambia, y cómo…


Las imágenes pertenecen al autor
Accedemos casi hasta llegar al Centro donde nos espera nuestro alojamiento por la Vía Cristoforo Colombo. Se trata de uno de los principales accesos a la urbe que, a su vez, que la separa del puerto. Nada indica que allí haya un hotel de las características del que nosotros elegimos (bello, apacible y a pocos metros del Centro). El barrio es una sucesión de prolijas fachadas de principios del siglo XX (en Buenos Aires diríamos que las casas están construidas en un estilo “italianizante”; pero, ¿cómo lo llamaríamos allí?). Se parece a La Boca. Los frentes están un poco más cuidados que nuestro barrio, aunque el tono de envejecimiento domina el conjunto. La actividad comercial es intensa, el tránsito también… el hotel es sólo una puerta flanqueada por dos locales comerciales que venden aberturas de aluminio.

Elegimos Catania porque es el lugar mejor comunicado de la Sicilia jónica con el resto de Italia. No teníamos demasiadas expectativas sobre la ciudad, era sólo una base para estar y llegar luego hasta Siracusa y Modica, y hasta algún otro destino que nos interesara. Elegimos un hotel cerca del Centro y nos encontrábamos en el puerto… ¿Qué es todo esto?

Rosanna Contessa es la administradora del hotel Terrazas de Alcalá. Nos espera y nos invita a ingresar. Pregunto si esa es la única entrada. Es que, en nuestra elección, no habíamos advertido del carácter B&B del establecimiento… pero esa no sería la única sorpresa. Conocedora de lo que ofrece, Rosanna me dice que sí y me invita a entrar en un tono dulce y firme que me desconcierta… Guau, de sólo mirar la escalera, uno se convence de que ha llegado a un lugar maravilloso. Diseño, buen gusto, instalaciones cuidadas con detalle. Nos quedamos, dije con más satisfacción y alegría que resignación. Si la ciudad no nos gusta, me repetía, es sólo un punto de paso y el hotel es un refugio excelente… No percibí en ese instante que ese sitio era una muestra evidente de que Catania es, también, un lugar para quedarse.

Rosanna me lleva hacia el estacionamiento donde dejaríamos el vehículo. Es difícil manejar por esa ciudad donde el auto parece ser parte de la indumentaria de los conductores. Sí, sí, pareciera que los cataneses no se suben al auto, se lo ponen. Manejan atrevidamente, pero con un cuidado extremo como quien esquiva personas caminando por la calle Florida. Mi anfitriona, con su tono habitual, dulce y severo a la vez, afirma que quien sobrevive en Sicilia, puede sobrevivir en cualquier parte del mundo. Me explica que el sector del puerto que se encuentra frente a nosotros es el de los pescadores y que, ellos viven en ese barrio en donde está el hotel. Efectivamente, apenas de transitar las calles, se empieza a percibir el ritmo de un barrio de trabajadores. La Vía Cristoforo Colombo, como confirmando el aserto de Rosanna, tiene muchas tiendas dedicadas a los artículos de pesca.

Nos instalamos cuando ya casi era de noche, decidimos comer algo. Nos dirigimos hacia el Centro. A 200 metros cruzamos la calle Alcalá (la que le da nombre al hotel). Allí hay una plaza de transferencia de transporte de pasajeros (pasan muchas líneas de colectivos y está cerca de la estación ferroviaria). Unos metros más allá están los arcos sobre los que transcurre el ferrocarril. Del otro lado, hay una plaza seca y una importante avenida cuyo tránsito se dirige hacia afuera y que desemboca en Cristoforo Colombo. El lugar parece sombrío, como cualquier lugar desconocido al que llegás de noche… sin embargo, van apareciendo las primeras luces que nos alientan a conocer la ciudad. En la plaza seca, están levantando los puestos de un mercado. Por la manera en que hacen la limpieza, se advierte que es un mercado de pescadores. Nos lo confirman dos o tres restaurantes que me recuerdan a las viejas cantinas de La Boca y algún puesto de comida callejera que todavía ofrece sus viandas alrededor de la Plaza Pardo a pesar de ser casi de noche.

Sobre la avenida de la que hablé se despliega un edificio de varios pisos, de unos 300 metros de largo. A 50 metros del mercado, hay una pasticeria que llama la atención tanto por su nombre, Etoile D’Or, como por su ambientación. Dos grandes mostradores presentan la oferta de alimentos, dulces a la izquierda, salados a la derecha. La pretensión de afrancesamiento se expresa claramente en la repostería del extremo izquierdo, pero como en un arco de gradaciones sumamente controladas, van apareciendo los postres locales, continúan los salados sicilianos y termina en una clara influencia aragonesa. Para confirmarlo me como una Panata siciliana rellena de queso y anchoas.

La ciudad empezaba a ganarnos, la confitería Etoile D’Or fue un hallazgo que disfrutamos con enorme placer. Luego de comer, intenté una pequeña exploración por la vereda del enorme edificio en que estábamos. Cien metros más, dimos con una arcada que a la manera de una gran puerta, nos comunicaba con el Centro de la ciudad… entreví un paraíso de luminosa racionalidad, digna celebración del Risorgimento; pero estábamos cansados y decidimos dejarnos encantar por la magia de Catania en la noche siguiente. Caminé hacia el hotel como un sonámbulo que anda por un sueño inesperado.

II La legendaria patria de Arquímedes

Historias que se cuentan y que, seguramente son verdaderas aunque no hayan sucedido nunca. La improbable existencia de una bañera, una muerte insensata, un terrible rayo asesino, una tumba que alguien inventó rodean la vida de un científico griego notable… Es que fuimos a Siracusa buscando el espíritu de Grecia, y vaya si lo encontramos. No sólo la memoria de ese griego que vivió en una modernidad tardía, sino expresiones del más puro clasicismo: en el teatro griego y en el centro de Ortygia, la ciudad del Risorgimento.

El teatro griego es un monumento colosal, recostado sobre una colina que enfrenta el mar. Parece escavado en la roca; pero hay algo que llama la atención: ¿cómo ha podido conservarse tan bien? En uno de los laterales se ve una pequeña casa de estirpe barroca que se yergue como una isla sobre una pronunciada elevación. Imagino que se apoya sobre el nivel que tendría el terreno antes de la excavación arqueológica. Si fuera así, el teatro habrá estado enterrado, en buena parte de su extensión durante mucho tiempo, protegido así de los vientos y las lluvias. Una de las cuidadoras del parque me lo confirma. La llaman la casa española, me dice, esa construcción presidía una ladera que fue tierra de labranza durante la dominación española.

Luego de recorrer el parque arqueológico, fuimos a Ortygia, el centro histórico de la ciudad fundada por los griegos. Se trata de una pequeña isla que se conecta con el territorio siciliano a través de un puente. La ciudad fue fortificada en más de una oportunidad. La edificación dominante es entre barroca y romántica. Parece haber sido diseñada por la racionalidad positivista de mediados del siglo XIX, cuando Garibaldi logró la unificación italiana en torno de la casa de Saboya (ese también es el estilo dominante en Catania).

Siracusa nos entregó belleza: la presencia de la Magna Grecia, la epifanía romana, la influencia aragonesa, la apacible y apasionada vibración romántica. Siracusa es como la manifestación visible de la sicilianidad, si se me permite el término.

III Catania de noche

Por si faltaba poca magia en este recorrido por Sicilia, de regreso de Siracusa, llegamos al centro de Catania por la noche. Rosanna nos recomendó el restaurante U Fucularu (la profusión de ues nos da la idea del dialecto que se habla en la gran isla). Allí fuimos. De modo que tuvimos que andar la Via Cristoforo Colombo hacia el centro, superar la plaza del mercado de pescadores, pasar por delante de Etoile D’Or y llegar hasta la arcada que nos habría paso al centro…

Cruzamos ese portal y nos quedamos como embobados en un sitio maravilloso. La arquitectura italiana de fines del siglo XIX se despliega en torno de una recta que se ve cortada por dos plazas secas (la de la Catedral y la de la Universidad). La iluminación, diseño italiano, transforma el ambiente en una caja de cristal que parece abrirse desde alguna poderosa magia. Sabemos que esos edificios son reales, construidos con duros materiales; pero nos parece que están hechos de las blanduras de los sueños. Eso, Catania, de noche, es como estar viviendo dentro de un sueño.

Disfrutamos viviendo magia Italiana en esa ciudad... La misma que hemos vivido en Venecia y Murano, la hemos encontrado en Siracusa, ¿qué más habrá de esperarnos?



2 comentarios:

  1. ¡Bravo Mario! o mejor, bravissimo, porque escoges y describes la ciudad del norte Italia y del sur y sus habitantes como son en realidad. Aunque con un ojo un poco generoso.
    Ciao, Renzo

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    1. Gracias, Renzo, por tus comentarios.
      El ojo del viajero es siempre generoso.
      Tendrías que leer lo que escribo sobre los argentinos... aunque te soprenderías porque sigo siendo un tanto generoso.
      Fuera de bromas, es siempre un placer recibir tus comentarios.

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