sábado, 19 de diciembre de 2015

Como llegar hasta La Poma

 22 de octubre de 2014
“Eulogia tapia en la Poma
al aire da su ternura,
si pasa sobre la arena
y va pisando la luna
”El sauce de tu casa
está llorando
porque te roban Eulogia
carnavaleando.
”La cara se le enharina,
la sombra se le enarena,
cantando y desencantando
se le entreverán las penas.”
...
(Castilla, Manuel J., “La Pomeña”)
 Las imágenes pertenecen al autor 
I La Poma y el pueblo histórico.
Llegar hasta La Poma es concluir este viaje con vocación de simetría y equilibrio. De este modo, pudimos recorrer el Valle Calchaquí desde su extremo sur, en Santa María de Yocavil, hasta el norte. ¿Sólo por eso fuimos hasta allí? Sólo por eso y por muchos otros pequeños por esos... el recuerdo de una vieja zamba que no era vieja cuando la escuché por primera vez... la imagen de una mujer india, la indudablemente bella Eulogia Tapia... la ilusión de encontrar un sauce que todavía está llorando... y repetir hasta el hartazgo la felicidad que sólo se encuentra en el andar por andar...
Se llega a esta ciudad de poco más de 600 habitantes por la Ruta Nacional 40. El km 4551, señala el acceso. Se recorre una legua más y la calle principal (doble calzada y fuerte presencia de luminarias) nos deja en la plaza. Esta pequeña urbe no nos llama la atención por el paisaje apacible de villa barroca que tienen los poblados del Valle. Todo es nuevo y pensado en una dimensión de crecimiento. La escuela que tiene más de 100 años es enorme (seguramente ha tenido otro emplazamiento en sus primeros años de vida). La iglesia es importante, comparte la plaza con un hospital, el edificio de la municipalidad, el de su Secretaría de Turismo, la Hostería Colonial, también propiedad del municipio, y el Banco Macro (la única institución financiera con presencia en todas las localidades de la región).   
Tenía alguna idea acerca del terremoto que en 1930 arrasó la ciudad. Sabía también que a pocas cuadras de la plaza actual, ya en las afueras, aún se conservan las ruinas de la ciudad histórica. Con Haydée decidimos recorrer el sitio. Asombra la desolación del pueblo destruido y sin embargo...
La plaza está bastante bien conservada, la pequeña iglesia también. A poco de la plaza, se desliza una hondonada. Allí se ve un río. En la otra orilla, como a un kilómetro, divisamos un monte y unas casas. Imaginé que allí era donde vivía Eulogia Tapia. Me habían dado esa referencia en Cachi, pero no tengo certeza de lo que vi. 
Anduvimos las calles y nos llamó la atención que muchas puertas estaban cerradas con candados... llegamos a la conclusión de que el pueblo no estaba enteramente deshabitado. Nos lo confirmó un paisano que nos cruzamos por ahí. Imaginamos la viejas casas usadas como depósitos y pañoles y habitadas por serenos y cuidadores.
Pero, bien se sabe, las cosas no sólo son lo que ves en ellas. Un viajero puede ver en La Poma un pueblo pequeño que vive el día a día con la misma energía que el resto de los pueblos del Valle. Pero ¿cómo lo ve un pomeño?      
II Las razones de Pepe en la Hostería Colonial.
He visto con alguna frecuencia que, en el Valle, se utiliza la palabra comedor como sinónimo de restaurante. En La Poma, la sinonimia desaparece porque sólo hay comedores. Elegimos el de la hostería municipal.
El salón está decorado con sencillez y buen gusto. Mesas correctamente enmanteladas, fotos de La Poma y de su heroína musiquera en las  paredes,  vitrinas con artesanías locales y buena música (esta vez Joaquín Sabina). Pepe sale a nuestro encuentro. Es el responsable de la cocina. En algún pasado que no he podido determinar, ha aprendido a cocinar en la ciudad de Salta; pero ahora exhibe con orgullo su condición de cocinero local.
¿Ha nacido en La Poma? No lo sé, es más, creo que no, pero manifiesta una identidad pomeña indudable en cada gesto. “Vengan, nos dice, que les voy a mostrar mi casa”. Nos conduce a la terraza. Hace un gesto como quien despliega una cortina en el aire. Vemos que una cuadra más allá el pueblo se termina; vemos la quebrada por donde surca el Río Peñas Blancas, algo apurado por llegar al  Calchaquí; vemos los cerros, los Volcanes Gemelos... y escuchamos su voz que nos dice “Esta es mi casa”.
Comimos muy bien. Un cabrito al horno con el sabor de la cocina de una abuela y la mejor humita en chala de todo el viaje.
El tiempo tiene otra dimensión en esa casa. Pepe sale de la cocina para ver si estamos satisfechos y empieza a hablar. Cuenta de las lecciones de humildad que le dio doña Eulogia con su ejemplo de vida. Cuenta la historia del terremoto de 1930. Fue la noche de Navidad. Hubo solamente 13 sobrevivientes. La Poma tiene ahora 615 habitantes y todo el Departamento llega poco más de 1700. El 80% son niños... “Nos estamos recuperando de la catástrofe...”
No sé qué pensar, pero me llevo la imagen de que aquel hecho, ocurrido hace 85 años, vibra aún como un trauma en la ciudad... o por lo menos en la mente de Pepe.
Tomamos el camino de regreso, volvemos por donde hemos ido. Los  Volcanes Gemelos, el Puente del Diablo y la entrada a los Graneros del Inca. Lamentamos no tener más información sobre este lugar, como por ejemplo a qué distancia está el yacimiento arqueológico de la ruta... En fin, seguimos de largo satisfechos ya con lo vivido en la jornada. Volvemos a Cachi con algún tiempo para dedicar a la ciudad.

2 comentarios:

  1. No conocía la historia, conocía las fotos de las puertas con candado, tan sugestiva (tengo varias en mi archivo de fotos). Se entiende así el revés de la medalla. Un saludo y gracias, Adriana De Caria

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    1. Gracias, Adriana, por tus comentarios.
      Impresiona ver esos candados en un pueblo que suponíamos abandonado...

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